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Arte mural



Un mural o pintura mural, es una técnica de arte figurativo pintada o aplicada directamente sobre un muro o pared,[1]​ bien sea piedra o algún tipo de construcción. Los modelos históricos más habituales son de composiciones pictóricas, o también realizados en mosaico, cerámica o esgrafiado.

Los murales más antiguos, las pinturas rupestres, datan del paleolítico superior, se encuentran en cuevas, pintados sobre las paredes de roca con pigmentos naturales de plantas y minerales, y aglutinantes como la resina. Una concepción artística que tendría su continuidad quizá en la pintura sobre muros y paredes, que predominó durante la antigüedad,[2]​ y durante la época románica. Durante el Renacimiento el arte mural evolucionó con la técnica al fresco —como los conservados en las Estancias del Vaticano y la Capilla Sixtina—, técnica que se mantuvo durante el Barroco y el Rococó, en ocasiones combinada con relieves de estuco.

Ya en el siglo xx, Occidente devolvió cierto protagonismo al arte mural pictórico con la obra de los muralistas de México y otros países de Hispanoamérica, entre ellos Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco en México, Pedro Nel Gómez en Colombia, y Teodoro Núñez Ureta en Perú.

La pintura mural se desarrolló con carácter decorativo o didáctico,[3]​ y muchas veces en contextos religiosos y simbólicos o mágicos.[a]

En su aspecto estructural, pueden darse como características principales del mural:

Realmente, y salvo en la Prehistoria, no se pinta de manera directa sobre la pared, sino sobre una fina capa intermedia. La principal técnica empleada a lo largo de los siglos para la pintura mural es el fresco. La superficie a pintar se prepara con varias capas de revoco: primero un enlucido basto, el arriccio, y luego una capa más delgada de arena fina y cal, que recibe el nombre de intonaco. Sobre la pared todavía húmeda se aplica entonces el pigmento disuelto en agua de cal.

Los murales pueden elaborarse con distintos métodos, como por ejemplo los métodos denominados al fresco, en el cual la pintura se coloca en el repello de la pared todavía fresca, o al seco en el cual la pintura se coloca sobre una pared ya seca. En época romana se utilizó el procedimiento de la encáustica, en una variante en la que los colores a la cera eran aplicados en frío.[4][5]​ Igualmente, es posible pintar al temple sobre muros y paredes. En este caso hay que esperar a que el revoque esté seco. A principios del siglo XX toma relevancia el acrílico como material de primer orden, utilizado entre otros por los mexicanos Rivera y Orozco.

En España, han elaborado grandes murales cerámicos con estas técnicas Antoni Gaudí, Joan Miró, Josep Llorens i Artigas, Josep Maria Sert, Pedro Nel Gómez, Santiago Martínez Delgado y Rufino Tamayo.

El grafiti, en sus vertientes más artísticas y monumentales ha llegado a ser aceptado como una forma contemporánea y urbana de pintura mural[6]​ De forma más funcional se recurre a los grafiteros de élite para cubrir cierres, persianas, puertas o paredes de comercios, tapando la decoración informe que deja la moda del grafiti-firma.

Algunos manuales incluyen murales producidos o ejecutados con tecnología moderna como el llamado mural digital colaborativo.[7]

Cueva de Altamira Pintura rupestre

Miguel Ángel Buonarroti Pintura al fresco

José Clemente Orozco Muralismo mexicano

Grafiti urbano

Esgrafiado



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