La artesanía del hierro proviene de periodos históricos antiquísimos, realizaciones tales como el trabajo más o menos artístico del metal del hierro puede venir de testimonios arqueológicos. La civilización egipcia conoció el hierro en sus primeros tiempos antes de las famosas dinastías, como lo prueban las cuentas de collar halladas en algún sepulcro de tal época en un sitio próximo a El Cairo[cita requerida], e hizo de este material un uso más útil desde el principio de sus tiempos históricos, según lo manifiestan los fragmentos del mismo hallados en el macizo de la pirámide de Keops y en otras posteriores. Los antiguos sepulcros de las ciudades mesopotámicas de Uruk y Ur, datados de al menos del siglo XVI a. C., han conservado diferentes y pequeños objetos de hierro junto con varias herramientas, llegando a pesar el conjunto unas 160 toneladas, hallazgo que se repitió aunque en menor escala en Nimrud y en otras localidades asirias.
De Asia llegó a Europa el conocimiento del hierro con anterioridad a los tiempos legendarios de Grecia, pues se ha descubierto en ruinas de Creta y de Micenas que se remontan a trece siglos antes de la Era cristiana y su divulgación y empleo se debió a la rapidez del progreso material del hombre en aquella época.
El conocimiento del metal en cuestión y de su industria debió llegar a España con los fenicios pero su divulgación se atribuye a los celtas en el siglo VI a. C., como lo prueban los hallazgos de armas de estilo celta. Por lo mismo, la llamada Edad del bronce en Europa no ha de suponerse como una época de absoluto desconocimiento del hierro, sino como un periodo de más o menos duración, según las zonas, en el cual se hallaba poco extendido el uso de dicho metal, ya por ser de más difícil extracción que el cobre, ya porque se altera con más facilidad que el bronce por la acción de la atmósfera y de la tierra húmeda, a lo cual se debe la desaparición de muchas herramientas que, sin duda, nos legaron las edades prehistóricas.
De la combinación del hierro con una pequeña cantidad de carbono y mediante el conveniente temple se deriva el acero conocido en fecha remota, pues se han hallado de él fragmentos de cadenillas en sepulturas egipcias que se atribuyen al siglo XVI a. C. y consta por las historias antiguas la fama que tenían los celtíberos en templar bien los aceros sobre todo con las aguas de Bílbilis (actual Calatayud). La fundición de hierro propiamente dicha o reducción del hierro al estado líquido no fue conocida hasta los comienzos del siglo XIX debido a la invención del método de altos hornos, que datan del mismo tiempo, aunque ya en la Edad Antigua se obtuviera hierro semifundido.
La evolución histórica de la industria del hierro desde el punto de vista artístico puede reducirse a tres épocas muy desiguales, caracterizadas por el espíritu o la idea que predomina en sus obras:
Cada una de las referidas épocas, por lo menos las dos primeras, pueden subdividirse en periodos con sus estilos diferentes.
Las obras de hierro más importantes elaboradas en las épocas o edades que llevan su nombre y forman la protohistoria europea se concretan en diferentes armas de mano, principalmente espadas y dagas de variadas formas, y en diferentes clases de bocados o frenos de caballo. Las espadas revelan en su forma tres distintas influencias de otras tantas civilizaciones, a saber:
Los frenos de caballo y sus similares, aunque de variadas formas, se componen de barritas de hierro curvas o rectas, articuladas a modo de cadena corta y robusta. A dichos objetos se añaden, entre otros menos importantes, los cuchillos, las jabalinas o dardos arrojadizos, las flechas, lanzas, tijeras de una pieza encorvada y herraduras de caballo, parecidas estas últimas a las de la Edad Moderna aunque extraídas de sepulturas ibéricas del siglo V a. C., siendo así que hasta diez siglos más tarde no consta que fueran conocidas en los demás pueblos, según los historiadores.
Aparte de las armas y de los escasísimos objetos pertenecientes a la época visigoda, apenas si se encuentra alguno de los tiempos medievales que pudiera adjudicarse a los siglos anteriores al XI, en que empieza el estilo románico propiamente dicho, y aun son pocos los de este siglo y el siguiente. Durante ellas y por todo el siglo XIII hasta entrar en el XIV, campea en los hierros artísticos el estilo románico, el cual tiene por característica el uso repetido de la espiral como refuerzo y motivo de ornamentación y la sencillez en las formas de todos los objetos. Estos se reducen a las siguientes clases:
Coincidiendo con el estilo románico y su inmediato sucesor, el gótico, se desarrollaron el árabe y el mudéjar en objetos de hierro fabricados en distintas regiones de España, aunque sean escasos los restos que se conservan. Entre ellos, se conocen algunas bisagras, unos pocos herrajes o grapones, clavos de cabeza gruesa y diferentes llaves. En los hierros artísticos árabes predomina la forma de media luna, que en la época gótica se prolonga en sus extremos, tendiendo estos a reunirse como formando una lanza, y se decoran por lo general con labores geométricas incisas. Las cabezas de clavo para ornamento y refuerzo de puertas y arcones presentan la forma cónica o semiesférica y se adornan con labores lineales.
Pertenecen a los siglos XIV, XV y principios del XVI los hierros artísticos de estilo gótico, el cual se distingue por sus labores angulosas a menudo caladas y repujadas y por su esbeltez y buen gusto imitando la escultura ornamental de la época. Los objetos más comunes e interesantes del estilo que todavía pueden admirarse en Museos e iglesias españoles son:
Se celebran como buenos ejemplares de hierros artísticos de estilo gótico las rejas del coro y de algunas capillas en las catedrales de Barcelona, Pamplona, Teruel, Toledo y Sevilla, un púlpito en la de Ávila y otras muchas piezas.
El apogeo a que llegaron los hierros artísticos en el siglo XV se completó ya entrado el XVI con el estilo plateresco. Las rejas, sobre todo, alcanzaron un esplendor tan singular en España que no se ha igualado a ellas ninguna obra de este tipo en otro país. Se constituyen dichas rejas de un modo semejante a las del periodo anterior, pero convirtiéndose en series de esbeltos balaustres los barrotes cilíndricos o cuadrados y adornándose los frisos con repujados al gusto del Renacimiento, al igual que el remate o crestería del conjunto. Suelen decorarse y preservarse de la herrumbre estos y otros artefactos de hierro (como también se hizo a menudo en el periodo gótico) por medio del dorado, plateado, pavonado (color negro azulado) y la pintura de buen gusto.
Los demás objetos de hierro antes enumerados siguieron casi con la misma forma general en el estilo plateresco, pero cambiando la ornamentación como se supone. Los grandes candelabros tomaron luego la forma de columna elevada sobre su pedestalito o su trípode y se adornaron con relieves platerescos o con labores más destacadas. Las cruces con imágenes se hicieron muy perfectas, como obras de esculturas.
Entre las rejas típicas y monumentales del mencionado estilo se cuentan:
Y entre los demás hierros artísticos de la misma época y estilo están:
En el último tercio del siglo XVI, la ferrería se resiente con la solidez del estilo herreriano de arquitectura. Y en los dos siglos siguientes se decoraron muchos utensilios con labores ampulosas de florones poco naturales, formados por planchas recortadas y encorvadas; asimismo se adornaron arquetas y otros muebles con planchas caladas y de escaso gusto, olvidándose casi por completo el repujado de los dos siglos precedentes. Con estilo algo severo se labraron las monumentales rejas del coro y capilla mayor de la catedral de Sigüenza y otras en la de Burgos durante el siglo XVII y en el XVIII la del coro de la catedral de Segovia y de la capilla de los Reyes en la de Sevilla.
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