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Atesoramiento



Un tesoro (del latín thesaurus y este del griego θησαυρός) es una concentración de riqueza (especialmente la de metales preciosos, piedras preciosas, monedas, joyas, obras de arte o cualquier otro bien económico de escasez relativa) perdida o sin usar. Su finalidad es servir de depósito de valor económico. La difusión pública de su existencia o su mantenimiento en secreto puede formar parte esencial de sus funciones, por un lado, para servir de medio de ostentación y prestigio social (en cuyo caso es habitual la exageración y mitificación); o, por el contrario, para asegurar la continuidad en la posesión a su propietario, que, en algunos casos, puede experimentar un placer morboso en su contemplación, conservación y aumento (avaricia), lo que ha dado origen a un tópico literario.

el trabajar por gran deleite toma.

Este término también se puede utilizar al referirse a una persona que significa mucho para sí mismo, alguien a quien aprecias tanto como las antiguas civilizaciones apreciaban a sus tesoros.

Aunque sea fruto del ahorro, el atesoramiento es incompatible con la inversión de capital y con la circulación monetaria, y fue característico del modo de producción feudal frente al modo de producción capitalista.[4]

Los tesoros griegos eran edificaciones en forma de templo construidos en los santuarios por una ciudad para guardar sus ofrendas. En todas las civilizaciones, la acumulación de tesoros en tumbas y templos (en forma de objetos suntuarios o cotidianos convertidos en joyas, ornamentos sagrados, exvotos, etc.) era una práctica común, así como la de su saqueo por ladrones o enemigos. El del templo de Jerusalén, que incluía la menorah o candelabro de siete brazos, fue saqueado varias veces, la última por los romanos, que lo representaron como símbolo de su triunfo en el arco de Tito. El Tesoro público (Aerarium) de la República romana se custodiaba en el Templo de Saturno en el foro romano, y a pesar de su protección religiosa fue utilizado de forma irregular en algunas ocasiones, por ejemplo por Julio César. Con el nombre de Tesoro Imperial se acumularon varios tesoros a lo largo de la historia. Durante la Decadencia del Imperio romano, el saqueo de Roma a manos de los visigodos trajo como consecuencia la acumulación de un gran tesoro (el mítico tesoro de los godos o tesoro de los visigodos, que incluiría la mesa de Salomón)[5]​ cuya posesión suponía el prestigio de sus reyes, en consonancia con el mito germánico del poder que confería la posesión de un tesoro (Sigfrido, el oro del Rin, muy divulgados por la óperas de Richard Wagner). La Iglesia pasó a ser durante la Edad Media la principal acumuladora de tesoros, muy a menudo como ornamento de las reliquias, en monasterios y catedrales (Tesoro catedralicio es el nombre con el que se conoce el de éstas); y su saqueo pasó a ser protagonizado por expediciones vikingas (Lindisfarne, 793) o razzias musulmanas (Almanzor, finales del siglo X). La conquista de América por los españoles dio origen a mitos como el de Eldorado por la abundancia de tesoros saqueados, siendo los más impresionantes el tesoro de Axayácatl de Moctezuma o tesoro de Cortés[6]​ y el tesoro reunido en el Cuarto del Rescate de Atahualpa o tesoro de Pizarro.

En los países actuales, tesoro es equivalente a Erario público o Hacienda pública, especialmente en el Reino Unido (Lord del Tesoro, HM Treasury), Estados Unidos (Secretario del Tesoro, Departamento del Tesoro), España (Letras del Tesoro), o Venezuela (Banco del Tesoro). Tesorero fue desde la antigüedad y en la actualidad el funcionario encargado de su custodia y gestión. Tesorería es un concepto empresarial y de contabilidad, además de la oficina o lugar donde se gestiona el tesoro y el nombre que recibe la actividad y oficio del tesorero.

También es muy habitual denominar tesoros a las manifestaciones artísticas más excelsas, así como tesoros nacionales al patrimonio cultural o legado histórico-artístico de una nación (Monumento Nacional; Patrimonio Nacional en España, Tesoro Nacional de Japón, etc.) y otras manifestaciones culturales o espacios naturales (parques nacionales), incluso a nivel mundial (Patrimonio de la Humanidad, Reserva de la biosfera, etc.).

Es habitual denominar Tesoro a un diccionario, obra enciclopédica, lexicográfica o recopilación, esté o no relacionado con el concepto de tesauro (Libro del tesoro, 1211; Tesoro de la lengua castellana o española, Sebastián de Covarrubias, 1611; Thesaurus Linguae Graecae; Thesaurus Linguae Latinae).

Los tesoros ocultos o perdidos en naufragios, por enterramiento o emparedamiento a causa del temor a perderlos como consecuencia de una guerra o una época de incertidumbre, o cuya ocultación es parte esencial de la estrategia de su poseedor (tesoros de los piratas o botín de los ladrones; tesoros acumulados como rito funerario junto al cadáver) son la parte más espectacular de un yacimiento arqueológico, pero no necesariamente la más valiosa científicamente. Su expolio o extracción inadecuada, tanto ilegal como la efectuada por el propio arqueólogo cuando trabaja sin método, suele ser la causa más frecuente de destrucción de información en los yacimientos.

Con el nombre de tesoro, los arqueólogos bautizan los yacimientos donde se encuentran este tipo de hallazgos. El arqueólogo Schliemann destacó por su afán en identificar en la realidad los descritos en los poemas homéricos.

Ejemplos de la arqueología clásica, egipcia y del próximo oriente antiguo:

Ejemplos en España:

Ejemplos de la arqueología precolombina:

Ejemplos de tesoros arqueológicos en otros lugares:

Entre los mitos pseudohistoriográficos con mayor o menor base real o esotérica, se cuentan tesoros cuya existencia se divulga sobre todo por la literatura popular.

Una clasificación periodística enuncia los siguientes diez:[8]

Torre del tesoro de la Catedral de Santiago de Compostela

Casa del Tesoro del Real Alcázar de Madrid

Joyas de la Corona de Austria, en la Schatzkammer.

Jewel house (casa de las joyas) de la Torre de Londres.



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