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Autoorganización



La autoorganización es un proceso en el que alguna forma global de orden o coordinación surge de las interacciones locales entre los componentes de un sistema inicialmente desordenado. Este proceso es espontáneo: no está dirigido ni controlado por ningún agente o subsistema dentro o fuera del sistema; sin embargo, las leyes seguidas por el proceso y sus condiciones iniciales pueden escogerse o ser causadas por un agente. El proceso es generalmente desencadenado por fluctuaciones aleatorias que son amplificadas por realimentación positiva. La organización resultante está completamente descentralizada o distribuida sobre todos los componentes del sistema; esta organización resulta típicamente muy robusta, capaz de sobrevivir y auto-reparar daños o perturbaciones sustanciales.

La autoorganización se da en una gran variedad de fenómenos físicos, químicos, biológicos, sociales y sistemas cognitivos. Ejemplos comunes son: la cristalización, la emergencia de patrones de convección en un fluido, osciladores químicos, la mano invisible de la economía, enjambres de grupos de animales y el modo en que la red neuronal aprende a reconocer patrones complejos.

Los antiguos atomistas creyeron ya que, dadas unas condiciones espaciales y temporales suficientes, la autoorganización de la materia había aparecido como un producto natural necesario. Aristóteles añadió las causalidades formal y final; para explicar las formas en las que recurrentemente se organiza la materia en el mundo natural. La introducción de una inteligencia divina a partir de la escolástica para dar cuenta de las formas naturales hizo prácticamente desaparecer a las teorías de corte inmanentista hasta el siglo XIX. La Naturphilosophie, partiendo de ciertos pasajes de la Crítica del Juicio o Crítica de la facultad de juzgar de Immanuel Kant volvió a hablar de las "leyes universales de la forma". Sus ideas cayeron en desuso hasta los albores del siglo XX, con la obra de D'Arcy Wentworth Thompson.

El término "autoorganización" fue introducido por vez primera por Immanuel Kant en la Crítica del juicio y recuperada en 1947 por parte del psiquiatra e ingeniero W. Ross Ashby. El concepto fue pronto utilizado por los cibernetistas Heinz von Foerster, Gordon Pask, Stafford Beer y el propio Norbert Wiener, en la segunda edición de su "Cybernetics: or Control and Communication in the Animal and the Machine" (MIT Press 1961). El concepto de "autoorganización" fue adoptado por todos aquellos asociados a la Teoría de Sistemas en la década de 1960, pero no se convirtió en un concepto científico común hasta su adopción por parte de los físicos y, en general, de los investigadores de los sistemas complejos en las décadas de los setenta y ochenta.

Siendo así una forma progresiva de oposición entre la vitalización y vitalidad.

La autoorganización en política parte de una base de libertad individual y asociación voluntaria, permitiendo la interacción directa y sin regulaciones de las relaciones humanas. Un ejemplo es el anarquismo (véase: anarquía, laissez faire, libertad negativa), el cual busca que las personas obtengan poder directo sobre su vida y la ausencia de gobierno obligatorio o planificación central.

Sostiene que los seres individuales y colectivos de forma autónoma, es decir desarrollando por su propia cuenta (directamente) su potencial de determinación, asociación, etc., carecen de la necesidad de factores de dirección externa (ej. orden espontáneo).

Desde el enfoque sistémico de Niklas Luhmann, en donde la política es un sistema parcial de la sociedad, la autoorganización de cualquier sistema tiene que ver con que el sistema sea capaz de autoorganizar sus elementos y las relaciones entre estos, correspondientemente a la diferencia sistema/entorno, lo que significa que el sistema es capaz de autoorganizarse, o reducir complejidad, o mantener cierto gradiente de complejidad, dependiendo la vivencia, entre otras posibles situaciones en las que se pudiera encontrar. Lo que definitivamente no tendría nada que ver con la definición expuesta en la parte de arriba.

La autorregulación se entiende como la capacidad para dirigir la conducta propia. Algunos investigadores consideraban que la autorregulación abarcaba los diversos elementos que intervienen o afectan el comportamiento humano de manera general, pero posteriormente, la autorregulación se reconoció como una construcción multidimensional. La evolución social y personal del hombre lo ha obligado a organizarse para manifestar sus conocimientos, de manera teórica o práctica. Como la iniciativa de la competencia y cooperación son parte del ser humano, este hace un análisis interno y organizado de sus ideas, su forma de actuar y comportamiento, dejando, con el paso de los años, la huella de la experiencia para corregir de manera individual y colectiva los errores del pasado provocando la necesidad de innovar en los métodos de solución de problemas, para hacer las cosa fáciles aún más fáciles, el aprendizaje es parte fundamental de la vida por lo que ha sido involuntariamente mecanizado y regulado por procesos internos que ya no notamos.

En los estudios de autorregulación del aprendizaje hay creciente interés sobre la manera en que los estudiantes acaban convirtiéndose en los directores de su proceso de aprendizaje. La autorregulación no es una capacidad mental como la inteligencia, es un proceso psicológico autodirigido a través del cual los aprendices transforman sus capacidades mentales en habilidades académicas. El estudiante selecciona su propio camino para cumplir con el objetivo académico. Hay que ser estudiante estratégico, utilizando las estrategias de aprendizaje. Éste debe identificar perfectamente su motivación, planificar el uso de su tiempo, automonitorearse, autoinstruirse, autoevaluarse, tener voluntad, autoestimularse, organizar su ambiente físico y escolar (modelar los ruidos que interfieran con el estudio, poseer los materiales que utilizará en su escritorio, tener ubicación del espacio, identificar los factores que puedan interrumpir su actividad de estudio) ya que para esta actividad se necesita suma concentración. El estudiante debe relacionarse con personas e información (profesores, guías) que puedan ayudarle en su proceso. Cuando el proceso de autorregulación se realiza conscientemente, favorece a que se alcance exitosamente la meta.

Actualmente, algunos de los factores de los cuales se ocupa, son:

La autorregulación es una forma de controlar tu acción y en ello intervienen: la cognición, la metacognición, la motivación, la conducta y el contexto.

Las dimensiones del aprendizaje autorregulado. Uno de los ámbitos en los que más se ha estudiado la autorregulación, es el del aprendizaje, ya que por medio de su aplicación, las personas asumen el control de su preparación académica. En este ámbito, se dice que el (la) estudiante lleva a cabo un adecuado proceso de autorregulación cuando:

Así, en el aprendizaje en línea, la autorregulación le permite al estudiante tomar decisiones sobre el tipo de estrategias que demanda una tarea específica, valorar cuando está en camino de lograr una meta y cuando requiere hacer ajustes en el enfoque o tipo de procedimiento que emplea.

Autorregulación del aprendizaje

Algunos autores se han dado a la tarea de estudiar la autorregulación y para ello la han definido como el proceso que se refiere a los pensamientos, sentimientos y actos generados por un mismo y que están orientados sistemáticamente a la consecución de una meta. De este modo, la autorregulación exige que la gente se imponga metas propósitos, realice acciones dirigidas a las metas, supervise sus conductas y las modifique, si es necesario, para garantizar el éxito.

La tendencia a la autoorganización es una propiedad general de la materia que, en nuestro planeta, ha dado origen a una jerarquía de sistemas con distinto grado de complejidad, que se extiende desde el nivel subatómico hasta los ecosistemas y las sociedades humanas. Son muy importantes las implicaciones que el estudio de la autoorganización tiene para la Biología.

En la actualidad el estudio de la autoorganización se lleva a cabo, principalmente, desde un enfoque holístico, que trata de descubrir las características y leyes más generales que rigen el proceso. Mas, en el caso de los seres vivos, los conocimientos que tenemos sobre la autoorganización no se limitan a los así obtenidos. En particular, la Biología molecular, en una demostración de la gran eficacia de la utilización del método analítico, obtiene conocimientos complementarios de los conseguidos en el enfoque holístico, que permiten precisar algunos aspectos fundamentales. La Biología molecular está poniendo de manifiesto las características diferenciales de los seres vivos, respecto a los sistemas inorgánicos, de las que depende que la autoorganización llegue en ellos a niveles de complejidad muy superiores a los del mundo inorgánico.

Los organismos, directa o indirectamente, dependen de su acción. Su modo de actuar es una de las manifestaciones más fascinantes de la autoorganización. Las interacciones entre los aminoácidos que forman las cadenas proteicas, entre sí y con el medio donde se encuentran, especifican la forma de sus moléculas. Además, si cambian las condiciones externas o interaccionan con otras moléculas, proteicas o no, pueden presentar variaciones estructurales, importantes en la regulación del momento y lugar en que realizan sus funciones. Las proteínas regulan el funcionamiento interno del organismo y las relaciones que este establece con el ambiente externo, funcionando como enzimas, transmisores de señales, etc. Forman estructuras dinámicas complejas, verdaderas máquinas moleculares de gran precisión, que incluso regulan la replicación, la reparación y la expresión de los genes.

En un libro reciente Depew y Weber (1995) encuentran 7 nichos en el espacio de posibilidades que determina como pueden estar relacionadas la autoorganización y la selección natural.

Los principales modelos de Inteligencia emocional dan mucha importancia a la regulación de las propias emociones. De hecho, se trata de la piedra angular del concepto, ya que de nada sirve reconocer nuestras propias emociones si no podemos manejarlas de forma adaptativa.

La autorregulación emocional se englobaría dentro de lo que sería el proceso general de autorregulación psicológica, el cual es un mecanismo del ser humano que le permite mantener constante el balance psicológico. Para ello necesita de un sistema de feedback de control que le permita mantener el estatus en relación a una señal de control.

Bonano (2001) expone un modelo de autorregulación emocional que se centra en el control, anticipación y exploración de la homeostasis emocional. La homeostasis emocional se conceptualizaría en términos de metas de referencia pertenecientes a frecuencias, intensidades o duraciones ideales de canales experienciales, expresivos o fisiológicos de respuestas emocionales. En este sentido, Vallés y Vallés (2003) señalan que puesto que las emociones tienen tres niveles de expresión (conductual, cognitivo y psicofisiológico) la regulación del comportamiento emocional afectará a estos tres sistemas de respuesta. Por tanto, la autorregulación emocional no sería sino un sistema de control que supervisaría que nuestra experiencia emocional se ajustase a nuestras metas de referencia.

Este modelo propuesto por Bonano (2001) señala tres categorías generales de actividad autorregulatoria:

La idea principal de la que parten Higgins, Grant y Shah (1999) es que las personas prefieren algunos estados más que otros y que la autorregulación permite la ocurrencia de los estados preferidos más que de los no preferidos. Igualmente señalan que el tipo de placer y el tipo de malestar que la gente experimenta depende de qué tipo de autorregulación este funcionando. Estos autores señalan tres principios fundamentales implicados en la autorregulación emocional:

En el campo de la Psicología de la Educación, este objetivo tiene sus fundamentos en la concepción del estudiante como parte activa y fundamental del proceso de aprendizaje, centrada en la persona que aprende, y no solo en lo que aprende, sino y sobre todo en relación a cómo aprende (Cochram-Smith, 2003). Así, desde un punto de vista psicoeducativo, la autonomía remite a la capacidad de aprender a aprender (Martín, 2003; Pozo, 1990), o la capacidad de regular el propio proceso de construcción del aprendizaje (Schunk y Zimmerman, 2003; Zimmerman, 2002). Como señalan Pozo y Monereo (2002, p. 11)

De forma más particular, esta cualidad del aprendizaje queda recogida en una de las líneas de investigación principales en la Psicología de la Educación actual: la autorregulación del aprendizaje.

Se basa en tres aspectos:

La autorregulación puede ser enseñada, aprendida y controlada. Fases:

Algunas de las consideraciones generales que debemos tener presentes con respecto a la autorregulación son:

Un aspecto básico del proceso de autorregulación consiste en que el sujeto esté comprometido con el logro de las metas. La autorregulación es el proceso a partir del cual se genera la posibilidad de crear nuevas situaciones, es decir, un proceso creativo consustancial e inseparable al ser humano (Briggs y Peat, 1999).



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