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Avidya



La palabra Avidya [1]​ significa ‘ignorancia’.[2][3]​ Es lo opuesto de vidya ,[4]​ se usa mucho en textos de budismo e hinduismo y suele representarse por una anciana que camina a tientas, perdida, como a ciegas.[5]

La palabra se deriva de la raíz protoindoeuropea *weid-, que significa ‘ver’ o ‘conocer’. Esta palabra está emparentada con el verbo en latín videre (‘ver’) y el inglés wit.

Tanto a-vidia (sánscrito) como ma-rigpa (tibetano) son palabras compuestas de, un prefijo negativo (a en el caso del sánscrito y ma en el caso del tibetano) y la palabra ‘verdad’.

En ambos casos, estos términos denotan la percepción de la realidad de una manera ilusoria y errónea.

La función de la Avidya es suprimir la naturaleza real de las cosas y presentar algo distinto en su lugar. En esencia no es diferente del concepto de Maya (ilusión). La Avidya se relaciona con el alma individual [6]​ mientras que Maya es una energía de la divinidad; cuando la ignorancia se extiende a todo el universo, se llama Maya.[7]​ En ambos casos, la ignorancia provoca la sensación de diferenciación que rompe la unidad original (no dualidad) entre Dios y la persona, entre lo que es real y lo que es irreal, separándole todo en sujeto y objeto. Lo que mantiene al alma cautiva del samsara (ciclo de nacimiento, muerte y reencarnación) es esta Avidya.

La palabra Avidya puede significar: que no percibimos la unidad fundamental de todo y, por tanto, vemos la realidad como si de un sujeto («yo») se tratara, rodeado de objetos y de los «otros»; puede significar que no nos damos cuenta de que todo está estrechamente interrelacionado y que una circunstancia nos lleva a su opuesto (el placer y el dolor, lo bueno y lo malo, etc...); puede significar que, al enfocar la mente en los detalles perdemos la visión holística y omniabarcante, ignorando su unidad y centrándonos en cosas y objetos que, en realidad, no tienen existencia separada, según las enseñanzas budistas.[8]​ Esta ignorancia no se debe a falta de erudición o inteligencia; es ignorancia acerca de la naturaleza del ser (en sánscrito: sat, lo que no perece nunca, ni en el pasado, ni el presente, ni en el futuro[9]​). Es una limitación que es connatural a los sentidos humanos o a su aparato intelectual. Es la responsable de la miseria de la humanidad. La rama advaita del hinduismo, mantiene que la erradicación de la Avidya debería ser la única meta de la humanidad y que esta implicará automáticamente la realización del ser (en sánscrito atma).

Según Michael Talbot[10]​ nuestros sentidos no están separados de lo que hay «ahí fuera», sino que se interrelacionan con ello, creando de algún modo el mundo que nos rodea. La percepción implica una actividad cognitiva, y por lo tanto no es meramente pasiva[11]​ significando esto que «pensamos» lo que vemos. El mundo, como tal, existe a causa de la Avidya o es dependiente de esta.[12]

La Avidya juega un papel clave en la doctrina budista, que la considera la causa primaria del sufrimiento en el samsara.

La Avidya es una falta de conocimiento, y se puede asociar con la intención. Tiene tres aspectos que están asociados con los tres tipos de vedana (sensación), cuatro aspectos como asociada con el desconocimiento de las Cuatro nobles verdades, y cinco aspectos como asociada con el enmascaramiento de los cinco destinos (ver samsara, la reencarnación). La Avidya tiene seis aspectos como asociada con cualquiera de las «seis puertas», los seis sentidos.

El antídoto para la Avidya es la «sabiduría» [13]​ y se logra mediante la práctica de la conciencia plena o atención, la paciencia (kshanti) y la meditación budista (dhyana, zen, etc) las tres enseñanzas que se incorporan en las prácticas budistas del noble camino óctuple y las pāramitās (‘perfecciones’).



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