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Búmeran



El búmeran o bumerán (del inglés boomerang) es un arma que tras ser lanzada, si no impacta en el objetivo, regresa a su punto de origen debido a su perfil aerodinámico y forma de lanzamiento especiales. Perteneciente a la clase de los bastones arrojadizos se utiliza para aturdir y, en casos excepcionales, matar a pequeños animales u hostigar a la infantería enemiga durante la batalla. Existen muchos materiales válidos para construir un bumerán: madera, plástico, cartón, fibra de carbono, aluminio, etc.

Consiste en un palo de una longitud variable, pero raramente superior a 50 cm, ligeramente curvado en ángulo hacia su mitad (lo que le confiere el efecto necesario para describir vuelos circulares). Puede ser redondo o con los bordes afilados, aunque también existen modelos con forma de aspa.

Su capacidad de describir vuelos de ida y vuelta se debe a su curvatura y tallado; pero también en gran medida a la habilidad y la técnica del lanzador.

Lo mismo que otras armas de gran uso, como el arco o la jabalina, el búmeran es muy antiguo y conocido en prácticamente todos los continentes, no únicamente en Australia como erróneamente se cree. Existen bajorrelieves y dibujos de cazadores y soldados utilizando bastones arrojadizos en el Antiguo Egipto. Por su parte San Isidoro de Sevilla escribía en su enciclopedia la descripción de esta arma, su utilización para herir o atontar y su capacidad para volver hacia su lanzador cuando no encontraba blanco.[1]

No todos los artefactos denominados comúnmente bumerán retornan al lanzador. Los que eran utilizados para la caza por los aborígenes australianos no retornaban y su nombre no era bumerán, sino kylie. Los que no vuelven son denominados killing sticks, siendo su mejor descripción en castellano "garrotes equilibrados", susceptibles de ser utilizados en la caza y en la guerra. Tienen un metro de altura, y son curvados y de gran peso, hasta 6 o 7 kilos. El uso de los kylie cesó cuando se impusieron otras armas de caza al revelarse como más eficientes, por ejemplo arco y flechas.

Los búmeran no son exclusivos de Australia, sino que se han encontrados en los cinco continentes. El más antiguo que ha podido ser fechado hasta ahora, de 30 000 años de antigüedad, fue encontrado en Polonia en el año 1987,[2]​ Hay evidencia de su uso como arma de caza desde tiempos antiguos en el sur de la India, entre los nativos de California y Arizona[3]​ y en varios otros lugares de Europa, como Bélgica y Países Bajos.

Muchos de estos ejemplares no parecen haber sido concebidos para volver al lanzador, pero los que provienen del antiguo Egipto, incluyendo algunos encontrados en la tumba de Tutankamón, demostraron ser capaces de hacerlo cuando se sometieron a pruebas de laboratorio.[4]​ Como se menciona arriba, Isidoro narra también que los galos y teutones poseían una clava arrojadiza flexible, llamada cateia, que volaba girando y que volvía a las manos del lanzador si éste era lo bastante hábil.[5]​ No hay fechas exactas ni unanimidad del primer killing stick con la capacidad de retornar al punto de lanzamiento, siendo evidentemente mucho más reciente que los hallazgos de Atapuerca y Polonia.

La práctica deportiva se ha desarrollado en el siglo veinte, siendo un simple juego de habilidad entre jóvenes guerreros cuando no cazaban. A principios del siglo veinte el mayor vuelo rara vez superaba los 30 metros; en 1950 eran 50 metros y Herb Smith, el gran primer divulgador del bumerán, subió la distancia a los 100 metros, con pocos años de practica, en el 17 de junio de 1972.

El 18 de marzo de 2008, el astronauta japonés Takao Doi observó, en un experimento en la Estación Espacial Internacional, que los bumerán también volvían al lanzador en gravedad cero. Aunque este experimento no fue del todo válido a causa de su lanzamiento confinado, por lo cual el retorno se basó en el efecto aerodinámico del doblez de las alas de cartulina, y en el aire presente dentro de la nave. El primer astronauta que realizó dicho experimento fue a Jean-Francois Clervoy, en la estación MIR en 1997. Él fue mucho más preciso y técnico con la realidad en comparación con el astronauta japonés Takao Doi, al ser plenamente consciente de que el retorno era fruto de la aerodinámica; en ningún caso de la microgravedad creada por el bumerán en su rotación.

Puede adoptar casi cualquier forma y ha de ser lanzado de forma que gire sobre su propio eje. La sustentación en el aire se debe a la forma de las palas, que, con un perfil similar al de las alas de un avión, van “atacando” el aire mientras el bumerán gira sobre sí mismo y se desplaza. La trayectoria del desplazamiento es independiente de la velocidad lineal y la velocidad a la que gira sobre su propio eje, y es una constante en cada bumerán. Esto sucede porque mientras el bumerán gira sobre su propio eje y avanza, la pala que en ese momento gira en el sentido del desplazamiento del bumerán sustenta más respecto a la que en ese momento gira en sentido contrario al avance, por lo que se produce un torque o precesión giroscópica en ese sentido.

Los bumeranes pueden tener, por tanto, cualquier número de palas. Las palas no tienen por qué ser iguales ni el bumerán simétrico; existen bumeranes con forma de V, de W, con tres palas, palas distribuidas como las aspas de un helicóptero, con forma de canguro, de tortuga, de pez, etc.

Actualmente está muy extendido el uso deportivo del búmeran. Siempre la distancia mínima del vuelo debe ser de 20 metros. Existen campeonatos a nivel internacional en donde, por modalidades, se valora:




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