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Bahira



Bahira o Bouhayra (Baḥīrā), conocido en latín como Sergio (Sergius), fue un monje sirio nestoriano, del gnosticismo maniqueo o, según otros, nasoreano del siglo VII.

La historia de Mahoma y su encuentro con Bahira se encuentra en las obras de los primeros historiadores musulmanes al-Tabari, Ibn Ishaq, Ibn Hisham, cuyas versiones difieren en algunos detalles.

A la edad de 9 o 12 años Mahoma se reunió con Bahira en la ciudad de Bosra en Siria, durante su viaje con una caravana de La Meca acompañando a su tío Abu Talib. Cuando la caravana pasaba por su celda, el monje nestoriano invitó a la los comerciantes a una fiesta. Ellos aceptaron la invitación, dejando el niño a la guardia de los camellos. Bahira, sin embargo, insistió en que todos los miembros de la caravana participaran de la invitación. A continuación, una milagrosa aparición indicó al monje que Mahoma se convertiría en un profeta.

Según una versión, esta revelación fue patente según los estigmas que Bahira encontró en el joven Mahoma; otras variantes de la historia dicen que fue un milagroso movimiento de una nube o un comportamiento inusual del sol que mantiene en sombra a Mahoma independientemente de la hora del día.

El monje Bahira reveló a Abu Talib su visión de Mahoma en el futuro, advirtiéndole de que lo protegiera de los judíos (en la versión de Ibn Ishaq), o de los bizantinos (en la versión de al-Tabari).

Tanto Ibn Sa'd como al-Tabari, escribieron que Bahira encontró el anuncio de la venida de Mahoma en los evangelios primitivos u originales que poseía.

Este monje cristiano también habría adivinado la conversión al cristianismo de Waraqa, primo de su futura mujer, Jadiya.[1]

El siglo VII en el que vive Bahira está caracterizado por disputas cristológicas en torno a la naturaleza de Cristo. En este contexto surge el Islam que reconoce a Jesús, Isa en el Corán, como profeta de Dios. El nasoreanismo que profesaba Bahira, se basaba en considerar a Jesús solo como Mesías, negando su divinidad.

En la tradición cristiana, Bahira fue visto como un monje herético cuyos puntos de vista erróneos trasmitió a Mahoma. Ciertos autores arabistas sostienen que las obras de Bahira formaron la base de aquellas partes del Corán que se ajustan a los principios del cristianismo, mientras que el resto fue introducido por compiladores posteriores como Utman Ibn Affan o judíos o árabes contemporáneos a él. El nombre y afiliación religiosa del monje varían en diferentes fuentes cristianas. Por ejemplo, Juan de Damasco (muerto en 749), un escritor cristiano, afirma que Mahoma "habiendo encontrado el Antiguo y Nuevo Testamento por casualidad, al haber conversado con un monje arriano, ideó su propia herejía".[2]

Para Abd-al Masih al-Kindi, que lo llama Sergio y más tarde Nestorio, Bahira era un nasoreano, un grupo generalmente asociado al nestorianismo. Desde el siglo IX, los polemistas bizantinos se refieren a él como Baeira o Pakhyras, ambos derivados del nombre Bahira, y lo describen como un iconoclasta. A veces, Bahira es reconocido como jacobita o arriano. Las primeras polémicas biografías de Mahoma comparten la afirmación de que cualquier supuesto analfabetismo de Mahoma no implicaba que recibiera instrucción religiosa únicamente del ángel Gabriel, y con frecuencia identifican a Bahira con un maestro religioso secreto de Mahoma.[3]

El jesuita y teólogo de la liberación Hans Küng anima a los cristianos católicos a reconocer a Mahoma como profeta.[4]

Según Hans Küng:[5]

Como es bien sabido, hay muchas religiones que no conocen profetas en sentido estricto: los hindúes tienen sus gurúes y su saddhus, los chinos sus sabios, los budistas sus maestros; pero a diferencia de judíos, cristianos e incluso musulmanes, ninguno de ellos tiene sus profetas. Sin embargo, no cabe duda de que si alguien, en toda la historia de las religiones, es llamado sencillamente “el Profeta”- porque afirmaba ser tal y nada más que tal- ese no es otro que Muhámmad. También el cristiano (o el judío) ortodoxo debería tomar buena nota de determinados paralelismos: Al igual que los profetas de Israel, Muhámmad no ejercía su tarea profética en virtud de un cargo conferido por la comunidad (o sus autoridades), sino de una relación personal con Dios.

Sin embargo el hecho de que Hans Kung no tenga permiso de la Santa Sede para enseñar teología católica no es un dato menor en este contexto.



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