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Baile de los cuarenta y uno



El «baile de los cuarenta y uno» fue una redada policial realizada el 17 de noviembre de 1901, durante el régimen del Presidente Porfirio Díaz.[1][2][3]​ Ocurrió en la colonia Tabacalera en la Ciudad de México, contra un baile de hombres que se estaba realizando en calle La Paz, de los cuales 21 estaban vestidos de hombres y 21 de mujeres, participaron 42[4]​ hombres en aquel baile, pero solo fueron arrestados 41, de aquí proviene el nombre. La prensa mexicana convirtió en un escándalo el hecho, pese a que el gobierno de entonces se esforzó en ocultar el asunto, puesto que los detenidos pertenecían a la clase alta de la sociedad porfiriana, incluyendo a Ignacio de la Torre y Mier, yerno del entonces presidente, siendo uno de los escándalos más sonados de comienzos del siglo XX.

En noviembre del 2020 se estrenó una película sobre el evento, El baile de los 41.[5]

En el México de finales del siglo XIX y principios del XX, la realización de bailes donde concurrían solo hombres o solo mujeres se hacía con frecuencia, aunque de manera clandestina debido a la discriminación y la condena pública hacia la diversidad sexual privante en la época. Diversas fuentes citan la realización de fiestas y eventos públicos como desfiles con hombres y mujeres trasvestidas, aunque se justificaban como fiestas de disfraces. Igualmente era costumbre que los hijos de la clase alta de la ciudad pasearan por la calle de Plateros (hoy Madero) en su ropa a la última moda y fuesen conocidos como «pollos» o «lagartijos» (palabras despectivas para «dandi»), los cuales eran comúnmente asociados con el ocio, la vanidad o la holgazanería y eran hostigados por la policía por afeminados.[3]

Los presuntos organizadores de la fiesta habrían sido el yerno del entonces presidente Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre y Mier —apodado como El yerno de la nación por su matrimonio con Amada Díaz— y Antonio Adalid, apodado Toña la Mamonera[3]​, ahijado de Maximiliano I de México y Carlota de México[6]​; otras fuentes citan al periodista Jesús «Chucho» Rábago y al hacendado Alejandro Redo.[1]​ La fiesta comenzó la noche del 17 de noviembre de manera secreta en una casa alquilada para ese fin, en los que eran los límites de la ciudad por entonces, en la colonia Tabacalera. Las fuentes citan la cuarta calle de la Paz (actual Ezequiel Montes o Jesús Carranza) en la colonia Tabacalera, en donde se habían dado cita los invitados en diversos carruajes.[1]​ La fiesta incluía, entre otras cosas, la "rifa del Pepito" o el efebo, es decir, un concurso donde el premio sería estar con un trabajador sexual.

Hacia las tres de la madrugada del 18 de noviembre, la policía allanó la casa luego de que un trasvesti les abriera la puerta. Así lo consignó una nota periodística de la época:

Enseguida, se extendió el rumor de que en realidad serían 42 los detenidos, siendo el número 42 Ignacio de la Torre y Mier, al que se le habría permitido la fuga, la cual ocurrió por las azoteas de las casas colindantes. Los vestidos de hombre fueron conducidos al cuartel del batallón 24 de la policía, en tanto los de mujer fueron conducidos al cuartel de la policía montada.[3]​ El primer castigo arbitrario dado por la policía para todos los detenidos fue barrer la calle fuera de los cuarteles a donde fueron enviados, aún con los vestidos de la fiesta. Contrario a las costumbres de la época y debido al secretismo que requirió el caso al saberse la participación de De la Torre y el posible impacto en la familia presidencial y en las familias de clase alta asociados a ella, se ejerció censura periodística y los detenidos no fueron mostrados a la prensa, y solo se supieron los nombres, además de De la Torre y Adalid, de Jesús Solórzano, Jacinto Luna y Carlos Zozaya.[1]​ Personas homónimas, tanto de los nombres publicados, como de los que se conocieron por rumores, enviaron aclaraciones a los periódicos para no ser relacionados con la redada.[3]

Desde los días posteriores a la redada, esta fue señalada por ilegal y arbitraria,[2]​ violándose los derechos humanos y civiles de los agraviados[1][7]​. Se argumentó para el allanamiento que la fiesta no contaba con permiso para la realización de fiestas y reuniones privadas, pero las disposiciones de la época solo lo requerían para las celebraciones públicas. Asimismo, la homosexualidad en sí no estaba sancionada por las leyes[7]​, pero en este caso se usó una muy amplia interpretación del vigente Código Penal de 1871, en el cual se punían delitos contra la moral y las buenas costumbres. En ninguna disposición jurídica vigente se menciona como posible pena la que sería dada a los detenidos,[3]​ aunque era usual para los enemigos del régimen porfirista. A las cinco y media de la mañana, sin un proceso o juicio previo, partieron en trenes del ejército desde la estación de Buenavista hacia Veracruz, solo 19 —el periódico El País informó de 12[2]​— de los 41 detenidos a realizar trabajos forzados al puerto de Progreso, Yucatán.

La prensa de la época destacó que los detenidos trasladados a Yucatán fueron invitados de la fiesta, pero pobres y sin dinero para corromper la justicia y salir libres, como probablemente lo hizo el resto.[3]​ Según El Hijo del Ahuizote del 21 de noviembre de 1901:

Ahí serían forzados a alistarse al Ejército mexicano, medida ante la cual quisieron realizar juicio de amparo algunos de los detenidos sin éxito. Por esa razón, casi un siglo después fueron conocidos algunos nombres de los detenidos: Pascual Barrón, Felipe Martínez, Joaquín Moreno, Alejandro Pérez, Raúl Sevilla, Juan B. Sandoval y Jesús Solórzano.[7]​ Se desconoce el destino final de las personas castigadas y cuanto duró su cautiverio, aunque Salvador Novo comentó que probablemente fue Chetumal.[3]

Pese al impacto de los hechos, reportes periodísticos hablan de que las reuniones y fiestas incluso de algunos de los presentes en esta redada, siguieron ocurriendo en sitios como los baños públicos.[3]

El caso recibió un fuerte escarnio social en los medios de la comunicación de la época, incluso en aquellos que eran opositores al régimen.[2]​ A pesar de la censura ejercida desde el gobierno de este, medios satíricos, como El Hijo del Ahuizote, publicarían materiales que fueron del conocimiento popular, y el tema sería vigente en todas las clases sociales, a pesar de que las fiestas de este tipo eran relativamente comunes y bien conocidas.[3]​ No solo se criticó el hecho en sí, debido al conservadurismo público y a la homofobia prevaleciente en la época, sino el baile se usó para asociar con la «depravación» y el «vicio» con la aristocracia porfiriana, al estar involucrado De la Torre y Mier y personas allegadas. Este personaje falleció en 1918.

Diez años después, estallaría la Revolución mexicana y se depondría a Porfirio Díaz.[2]​ El antecedente del Baile de los 41 permitió además en lo sucesivo se hicieran redadas continuas, chantajes policíacos, torturas, palizas, envíos a la cárcel y al penal de las Islas Marías, con la simple mención de «ataque a la moral y las buenas costumbres» con anuencia y tolerancia social debido a los prejuicios de la homofobia en la sociedad mexicana.[1]

El número 41 o 42 pasó a formar parte de la cultura popular mexicana para referirse de manera velada a los homosexuales, en el caso del 42 a los homosexuales pasivos.[8]​ El hecho y los números se ampliaron a través de la prensa, pero también por medio de grabados, sátiras, obras de teatro, literatura, pintura e incluso hasta los días de la televisión, como es el caso de la telenovela histórica El vuelo del águila emitida por Televisa en 1994.

En 1906, bajo el seudónimo Fecundo, se publicó el libro Los cuarenta y uno. Novela crítico-social, que fue reeditada en 2010.[9]​ Esta novela, pese a su virulento tono homofóbico, trató por primera vez en la literatura mexicana de forma principal un asunto homosexual, por lo que está considerada un precedente de la literatura homosexual en México, ya que trató sobre un asunto considerado, hasta entonces, tabú.

También son famosos los grabados de José Guadalupe Posada, que se publicaron acompañados de varias rimas:

La homosexualidad llegó tan lejos con el número 41 que su mención pasó a ser tabú, como escribió el escritor militar Francisco L. Urquizo:

Carlos Monsiváis dijo sobre el hecho que «inventó la homosexualidad en México», al colocar en público por vez primera el tema en un ambiente fuertemente conservador.[6]

Algunos bares gay han usado el 41 como nombre para discotecas, bares y asociaciones como forma de lucha contra el estigma.[9]​ En 2001, la comunidad LGBTTI de la Ciudad de México colocó una placa como forma de desagravio al hecho en el Centro Cultural José Martí.[11]

El sábado 29 de junio de 2019, se llevó a cabo la edición número 41 de la marcha del orgullo LGBTTTI de la Ciudad de México con el tema "Orgullo 41: Ser es resistir" conmemorando el incidente de 1901.[12]



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