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Batalla de Aguas Sextias



La batalla de Aquae Sextiae se refiere a dos combates sucedidos durante tres días[3]​ del verano del año 102 a. C.,[1]​ entre las legiones romanas del cónsul Cayo Mario y las tribus germánicas de los teutones y sus aliados ambrones.

Después del desastre de Arausio, el general Cayo Mario es elegido cónsul y encargado de llevar a cabo importantes reformas en el ejército romano. Con ellas, las legiones pasaron de ser cuerpos temporales de conscriptos a fuerzas profesionales y permanentes.[9]​ Estos germanos han sido considerados «el mayor desafío a la supremacía romana en el oeste desde la invasión de Aníbal».[10]

Mientras tanto, los invasores germánicos cimbrios, teutones y ambrones, después de saquear Hispania volvieron a la Galia y decidieron invadir Italia.[11]​ Partieron de las tierras de los belóvacos.[12]​ Los primeros cruzarían los Alpes por el centro y los dos últimos por el oeste. Un tercer pueblo, los tigurinos, atacaría por el este.[13]​ Dejaron 3.000[14]​ a 6.000 guerreros en la unión del Mosa con el Sambre para cuidar los equipajes y botín que no podían llevar, estos fundarían la tribu de los aduáticos.[15]​ Según William Henry Hall, los germánicos no deseaban saquear, querían tierras donde establecerse, pero ya en el 109 a. C. Marco Junio Silano les había dejado claro que no podrían establecerse pacíficamente en territorio romano.[16]​ Los romanos no tenían tierras que darles en Italia, donde se habían producido recientemente varias hambrunas y de hecho deseaban exportar población al otro lado de los Alpes.[4]

Enterado, Mario decide salir a enfrentar a los teutones mientras su colega consular, Quinto Lutacio Cátulo, hacia lo propio con los cimbrios.[17]

La única cifra mencionada en la Antigüedad es sobre la retaguardia, formada por unos treinta mil guerreros ambrones,[18]​ pero debe tomarse con cuidado, pues las fuentes son romanas y tienden a exagerar.[19][20]​ Un historiador alemán, Joachim Herrmann, creía que los teutones debían contar con 50.000 a 70.000 guerreros (y sus aliados cimbrios con otro tanto).[21]​ El historiador y arquitecto alemán Walter Krüger los reduce a 40.000 guerreros de ambas tribus.[22]​ En cambio, el historiador soviético Sergej Ivánovich Kovaliov da el número más pequeño: 100.000 hombres, mujeres, niños y ancianos en total.[20]

Por último, su colega austriaco Karl Völkl estimaba en 7.000 a 10.000 los germanos que lucharon la primera batalla (ambrones) y 20.000 en la segunda (teutones).[6]​ Usando las estimaciones de Völkl, su colega y compatriota, Herbert Graßl, creía que la masa de migrantes bien podía alcanzar los 150.000 seres humanos y debían contar con alrededor de 9.000 carromatos para transportar a sus familias y pertenencias.[23]

El historiador estadounidense Tenney Frank cree que el Senado romano dividió sus fuerzas en dos ejércitos para enfrentar a teutones y cimbrios por separados. Según él, Mario recibió el mando de tres legiones para operar en la Galia Transalpina contra los teutones,[24]​ mientras que su colega Cátulo quedó a cargo de otras dos para hacer lo mismo en la Cisalpina contra los cimbrios.[25]​ En cambio, en su biografía sobre Lucio Cornelio Sila, Lynda Telford cree que Mario debía estar al mando de unas 6 legiones agrupando unos 37.000 romanos.[26]​ Por su parte, Adrian Goldsworthy estima que la fuerza de Mario equivalía a dos legiones romanas y un par de alae aportadas por los socii itálicos, si cada unidad sumaba 6.000 infantes, además de los numerosos auxiliares reclutados para la campaña, su ejército consular podía sumar 30.000 a 35.000 efectivos. En cuanto a Cátulo, habría quedado al mando de un ejército más pequeño, de alrededor de 20.000 plazas.[27]​ Estos números coinciden con las estimaciones de que un ejército antiguo rara vez pasaría los treinta o cuarenta mil hombres en el campo de batalla por resultar imposible controlar fuerzas mayores de forma eficiente, aunque eso dependía mucho del entrenamiento, que salvo contadas excepciones como la romana, era mediocre.[28]

En cambio, Phillip Kildahl cree que el cónsul contaba con un mínimo de 7 ú 8 legiones romanas, pero después de la batalla debió desprenderse de la mitad de la fuerza enviando dos o tres a Sicilia y una o dos a Macedonia. Kildahl considera que la «legión mariana» tenía en promedio 4.000 legionarios, por lo que Mario pudo tener un ejército de 30.000 hombres a sus órdenes, sin incluir a sus aliados ligures y galos.[29]​ En su Historia de Roma Sergej Kovaliov afirma que el cónsul no disponía de más de 30.000 a 40.000 romanos muy bien entrenados.[30]​ Krüger cree que eran 35.000 efectivos, de los que 20.000 eran legionarios.[22]​ Es bastante probable que el núcleo de esas tropas fueran veteranos de la guerra de Yugurta.[31]​ El resto eran reclutas entrenados personalmente por su general durante dos años.[32]

Los romanos acamparon en dos campamentos: el primero estaba en un lugar que pasaría a llamarse Fossa Mariana, actualmente Fos, en el lago este del delta del Ródano, en la Galia Narbonense; el principal estaba en Tarascón, en el extremo occidental de los Alpes pero muy cerca del primero, específicamente en el oppidum ligur de Glanum.[32]​ Desde esa posición podían defender el puerto del Pequeño San Bernardo y el camino de la costa, únicos caminos por donde podían atravesarse los Alpes en aquella zona.[14]

Mario estaba acampado con abundantes vituallas cuando llegaron los teutones pero se negó a luchar.[33]​ De hecho, castigaba a todo soldado u oficial que perdía los estribos e intentaba atacar,[34]​ pues los germánicos les provocaban constantemente.[35]​ Eran muy superiores en número y ocupaban con sus guerreros gran parte de la llanura cercana donde ofrecían batalla.[36]​ Más ocupado estaba el cónsul en construir un canal a través del cual llegaban los barcos desde el mar al campamento[37]​ de Fossa Mariana, de ahí su nombre, por el canal.[32]​ Sus soldados empezaron a quejarse de que no confiaba en ellos.[38]​ El cónsul les respondió que había escuchado los augurios de una sacerdotisa siria llamada Marta,[39]​ que su esposa, Julia, se la había enviado después que adivinara cuales gladiadores ganarían en un espectáculo. Por eso, él estaba haciendo los sacrificios que ella pedía.[40]​ Esta situación se habría prolongado por, al menos, tres días.[14]

Viendo que los romanos no salían a enfrentarlos, los teutones se acercaron al campamento pero recibieron proyectiles que les causaron algunas bajas.[41]​ No podían permanecer inmóviles pues agotaban los recursos de los lugares donde pasaban.[42]​ Entonces decidieron seguir a los Alpes pasando frente al campo fortificado de Mario durante seis días con sus familias y posesiones.[43][44]​ Insultaron constantemente a los romanos[4]​ y sus sacerdotisas, vestidas de blanco, hicieron sacrificios.[42]​ Probablemente su intención era cruzar los Alpes por la costa, en La Turbie.[45]

Las legiones empezaron a seguirlos lentamente pero de cerca, construyendo campamentos fortificados en posiciones ventajosas para descansar cada noche.[46]​ Los teutones iban al frente y los ambrones en retaguardia.[42]​ Según Hall, marchaban al norte del macizo de los Alpilles siguiendo el río Durance hasta donde actualmente se encuentra Orgon. Dos o tres días de marcha habrían bastado para llevarlos a las cercanías de la moderna Aix.[47]

Así, Mario llegó al pie de los Alpes, acampando en las cercanías de la villa de Aquae Sextiae, «Aguas Sextias»,[48]​ en una posición ventajosa que bloqueaba el valle del río Arc, «Arco»,[49]​ por entonces casi seco y con su lecho formando una depresión de orillas a veces empinadas y otras inclinadas.[2]​ Como su acceso al agua fue bloqueado por los germánicos, Mario utilizó la sed de sus hombres para animarlos a luchar:[50]​ «Si son hombres, allí están para ustedes»,[51]​ indicándoles que si querían beber debían vencer pero antes debían fortificar el campo.[2][52]​ Los soldados obedecieron de mala gana, pero los sirvientes no tenían agua para ellos ni las bestias, por lo que se aventuraron al río y se enfrentaron a los ambrones, que fueron tomados por sorpresa, pues muchos estaban bañándose o comiendo.[53][54]​ El griterío atrajo a más germánicos y Mario tuvo dificultades para contener a sus legionarios, que temían perder a sus sirvientes.[55]

Los ambrones atacaron en orden, bajo el cantar de su tribu, a pesar de que acababan de comer y beber vino.[56][57]​ Los ligures eran los más animados para luchar, pues sus tierras eran las amenazadas inmediatamente por los invasores, y empezaron a responder al enemigo con sus propios gritos.[58]​ Entonces, los ambrones cruzaron el río pero sus filas se desordenaron, lo que aprovecharon los ligures para atacarlos.[56][59]​ Los germánicos resistieron hasta que los legionarios se unieron a la lucha.[56]​ Allí murió la mayoría de los germánicos y el resto fue perseguido por los romanos en la otra orilla hasta llegar a su campamento de carromatos.[60]​ Fue entonces que las mujeres ambronas se abalanzaron sobre los fugitivos y perseguidores con espadas y hachas matándolos por igual, a los primeros por cobardes y a los segundos por enemigos, soportando las heridas hasta caer muertas. Plutarco resume los hechos en: «Así esta batalla del río, según las relaciones, más se verificó por casualidad que no por disposición del general».[18][61]

Al llegar la noche, los romanos se retiraron al campamento, donde no celebraron la victoria.[62]​ Estaban en problemas, pues no habían construido ninguna empalizada alrededor y temían un ataque sorpresa.[63]​ Pero no sucedió nada y al día siguiente, los invasores se dedicaron a congregar a sus guerreros.[64][65]​ Los romanos se movieron al este, más cerca de Pourrières, donde construyeron un nuevo campamento al que fortificaron adecuadamente.[64]​ Mario aprovechó de enviar al pretor Marco Claudio Marcelo con 3.000 soldados a los bosques y barrancos que rodeaban el valle donde estaban los teutones, se movieron por una depresión del terreno para no ser vistos; cuando estos atacaran debían atacar su retaguardia.[66][67]​ El cónsul hizo que el resto del ejército comiera bien y después durmiera, para al amanecer formar frente al campamento y la caballería se desplegaba en la llanura.[68]​ Probablemente fue en las laderas de la montaña Sainte-Victoire, sus barrancos impedían ser envueltos por los teutones en la llanura.[69]​ Esta montaña estaba al norte de la llanura, al sur había alturas boscosas y un terreno rocoso que acababa en una montaña llamada Olimpo. La caballería romana cargo contra los germánicos, animándolos a atacar.[70]

Los teutones, en lugar de esperar a que los romanos bajaran a la llanura, cargaron cuesta arriba en la colina donde estos estaban acampados y formados. Los legionarios lanzaron sus jabalinas (pilum) y después mantuvieron su línea hasta empezar a hacer retroceder al enemigo de vuelta a la llanura.[70][71]​ Los germánicos trataron de formar una nueva línea en la llanura abierta y resistieron mucho mejor, quedando los romanos en riesgo de ser vencidos, pero entonces Marcelo cayó sobre su retaguardia[72]​ y les provocó pánico.[73][74]​ Clave en esta victoria fue el calor del Mediterráneo, al que los germánicos no estaban acostumbrados y empezó a debilitar la sólida muralla de escudos que sus guerreros lograron formar.[75]

Después de esto, los romanos avanzaron al campamento enemigo, donde 300 mujeres casadas enviaron una delegación pidiendo ser convertidas en vírgenes vestales para los templos de Venus y Ceres y tomar votos de castidad, pero la petición fue rechazada, y sabiendo que solamente podían esperar la esclavitud y la deshonra empezaron a matar a los niños y durante la noche se suicidaron.[76]​ Así, la migración terminaba en un gran suicidio en masa.[77]

Según Tito Livio, los germanos tuvieron 200.000 muertos y 90.000 prisioneros;[78]Veleyo Patérculo 150.000 caídos;[79]Plutarco 100.000 muertos y esclavizados;[80]Flavio Eutropio y Paulo Orosio coinciden en que fueron 200.000 muertos y 80.000 capturados, aunque sólo el segundo dice que 3.000 sobrevivientes que lograron escapar.[81]

Los romanos apilaron las armas y escudos de los vencidos y los sacrificaron en una gran pira.[82]​ Los soldados la rodearon y su cónsul, con su túnica púrpura, la encendió.[83]​ Mario salió de inmediato a ayudar a Cátulo, ya que los cimbrios habían entrado en Italia,[84]​ derrotándolos en Vercelas.[85]​ Cálculos modernos concluyen que todos murieron, excepto diecisiete mil guerreros y algunos miles de familiares que fueron capturados.[26]​ El computo mínimo habla de diez mil germanos muertos o capturados.[8]​ Las bajas romanas fueron apenas de trescientos muertos.[7]

Según se dice, los cadáveres enterrados en esas tierras las nutrieron de tal manera que en los años siguientes los viñedos dieron excelente cosechas.[86][87]​ El rey teutón, Teutobod, descrito como un hombre inmenso, fue capturado en un bosque cercano[88]​ por los sécuanos[89]​ y exhibido en el desfile triunfal.[88]

Militarmente, Aquae Sextiae es comparable a las victorias de Cayo Julio César sobre los helvecios (Bibracte, 58 a. C.) y Cayo Suetonio Paulino sobre los icenos (Watling Street, 61). Un ejército romano profesional pero muy inferior en número se ubica en una posición alta rodeada de bosques que impiden ser envuelto por el enemigo. Los bárbaros se lanzan de frente sobre ellos marchando en falange o muro de escudos, pero no logran romper su línea y cuando los romanos empiezan a avanzar son arrollados.[90]​ También se le compara con la táctica usada por Aníbal Barca en Trebia (218 a. C.), pues Mario utilizó el engaño y desplegó una fuerza para atacar a los germanos por la retaguardia; sin embargo, la principal causa de su victoria fue la confianza en la disciplina de sus hombres.[91]




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