Unos 300 soldados de caballería
La batalla de Atoleiros fue una batalla acontecida en 1384 en el marco de la crisis de 1383-1385, donde Castilla quiso aprovechar la anarquía que sufría Portugal por la falta de herederos varones a la muerte del rey Fernando I para anexionarse el Reino de Portugal en la península ibérica.
Ante la decisión de la mujer del rey de escoger a Juan I de Castilla como marido para su hija, hecho que supondría una pérdida de independencia para Portugal frente a la vecina Corona de Castilla, muchos nobles que habían apoyado a otros pretendientes al trono portugués a la muerte de Fernando I de Portugal.
Estos nobles (en especial los que apoyaron a Juan, el gran maestre de Avís) comenzaron a hacer actos hostiles y comenzaron una guerra abierta contra lo que ellos entendían como una "usurpación del trono portugués" tomando algunas ciudades como Lisboa o Évora.
Ante esta situación, Juan I de Castilla dirigió un ejército hacia Portugal y tomó la corona al obligar a su suegra a abdicar de la regencia.
La resistencia armada portuguesa frente al reinado de Juan I de Castilla se encontró finalmente con un ejército castellano el 6 de abril del año 1384.
Cuando los dos ejércitos se encontraron, los generales de cada ejército decidieron el uso de tácticas muy distintas:
Nada más comenzar la batalla, la caballería castellana se lanzó a la carga, pero debido a las corrientes de agua y a la ligera inclinación del campo de batalla hacia las filas portuguesas, el ímpetu de la caballería se vio algo frenado y expuesto a los ballesteros portugueses.
Cuando la caballería castellana llegaba a las filas portuguesas se veía frenada en seco por los escudos de los hombres de armas que se encontraban a la altura del pecho de los caballos por lo que los jinetes se veían obligados a frenar en seco, solo para vérselas frente a las lanzas de la infantería portuguesa. Después de este primer contacto se sucedieron una tras una serie de cargas fallidas que solo provocaron el pánico en la infantería castellana que se dispuso a huir al ver como sus cabelleros fallaban en romper las filas a los portugueses, dando así la victoria a estos.
Esta derrota para las tropas de Juan I de Castilla no supuso en lo absoluto una victoria decisiva para las tropas portuguesas, ni tampoco una derrota moral para los castellanos. Pero sí supuso un gran avance moral para los portuguesas, que vieron que su lucha contra el monarca castellano tenía una posibilidad de victoria.
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