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Berengario II de Italia



Berengario II de Ivrea (c. 900 - 6 de julio, 966), también conocido como Berengario II de Italia, fue el margrave de Ivrea entre 928/930 y 950. En 950 se hizo reconocer rey de Italia, aunque ya gobernaba en nombre del rey Lotario de Arlés como summus consiliarius desde 945.

Fue el hijo de Adalberto I de Ivrea y Gisela de Friuli y nieto materno de Berengario I de Italia.

La fortuna de los Anscari, la familia gobernante de la marca de Ivrea, creció durante la primera mitad del siglo X hasta que casi todo el poder del reino de Italia se concentró en Berengario. Su matrimonio con Willa de Arlés (912-970), hija de Boso, conde de Arlés, Aviñón y margrave de Toscana, fue el detonante para que el rey Hugo de Arlés empezase a verle con recelo. Willa era sobrina del propio rey, por lo que este temía que Berengario estuviese preparando su ascensión al trono al casarse con alguien de la familia real. En 940 el rey intentó eliminarle, pero Berengario pudo huir a Alemania, donde consiguió el apoyo del rey de Alemania, Otón I.

Berengario regresó en 945 con un ejército que obligó a Hugo a retirarse a Provenza. Berengario fue acogido por las ciudades y barones del país como un libertador. Todo el poder real del Reino de Italia se concentraba en sus manos, el poder del rey era solamente nominal. Berengario se convirtió en el rey de Italia, en el momento en que Hugo de Arlés se retira a Provenza, dejando a su hijo Lotario como rey titular. El breve reinado de Lotario terminó con su muerte el 22 de noviembre de 950, probablemente envenenado por órdenes de Berengario.

La muerte de Lotario dio a Berengario la oportunidad de coronarse rey, asociando a su hijo Adalberto al trono y coronándole también el 15 de diciembre de 950. Intentó legitimar su mandato en Lombardía forzando a la viuda de Lotario, Adelaida de Italia, respectivamente hija, nuera y viuda de los últimos 3 reyes de Italia a casarse con su hijo Adalberto. Ella, encerrada en la torre del castillo de Garda, rehusó. Adelaida logró escapar con su hija Emma, pero fue apresada en Como el 20 de abril de 951. Desde entonces la esposa de Berengario se dedicó a maltratar a Adelaida para obligarla a casarse con su hijo Adalberto, pero ésta siempre se negó. El 20 de agosto logró escapar a Reggio, y de allí se acogió a la protección de Adalberto Atto de Canossa. Adalberto de Ivrea asedió el castillo de Canossa, pero Adelaida logró enviar un emisario pidiendo ayuda al emperador Otón I.

Cuando Lotario murió, un hijo de Otón I, Liudolfo, duque de Suabia, invadió Lombardía. Otón recibió la solicitud de ayuda de Adelaida y vio como caída del cielo la presencia del ejército de su hijo en Italia, así que se puso al mando de estas tropas, aplastando las ambiciones de Liudolfo sobre Italia. La movilización de las tropas del emperador obligó a Berengario a retirarse. Adelaida y Otón I se reunieron en Pavía y el 23 de septiembre el emperador se hizo coronar rey de los lombardos. Seguidamente, en octubre, se casó con Adelaida para fortalecer su legitimidad por desposar a la viuda del último rey legítimo. Ante esta maniobra Berengario no tuvo más remedio que rendir pleitesía a Otón, pero con la condición de que le mantuviese como rey de Italia. Otón aceptó y regresó con su esposa a Alemania, donde cimentó la existencia del Sacro Imperio derrotando la amenaza húngara.

Berengario y su hijo Adalberto se mantuvieron como reyes de Italia en 951 convirtiéndose en vasallos de Otón I. Otra parte de aquellas negociaciones fue que tuvieron que reconocer la segregación de la marca Arduínica que había hecho Hugo de Arlés en 941 aprovechando la ausencia de Berengario, que estaba huido en Alemania. Además Otón restaba poder a Berengario poniendo en la región dos familias germánicas afines a sus intereses, que gobernarían la marca Aleramica y la marca Obertenga. La Marca de Ivrea quedaba reducida a su mitad norte, de la que fue separada la parte del marquesado de Milán en 961 con la nueva intervención de Otón en Italia.

Berengario no veía con buenos ojos que hubiese algún poder dentro de Italia que no acatase su mandato, y continuamente intentaba interferir en los asuntos de la Iglesia y atacaba los derechos de los nobles. En 953 Liudolfo, resentido desde los sucesos de 951, se rebeló contra su padre con la ayuda de su cuñado Conrado el Rojo, duque de Lotaringia. Aunque Otón pudo aplastar la rebelión en 954, la revuelta dio alas a Berengario para hostigar mucho más a los terratenientes y la Iglesia con toda impunidad. Estos, descontentos, solicitaron la intervención del emperador, que en 957 envió a su hijo Liudolfo, con quien había hecho las paces, para que acabase con los abusos de Berengario. Liudolfo realizó una campaña brillante; en muy poco tiempo conquistó o se le unieron muchas ciudades, y Berengario tuvo que doblegarse después de que Liudolfo derrotase al gran ejército que Adalberto había reunido en Verona. Pero Liudolfo murió en Pombia, cerca de Novara, de unas extrañas fiebres el 6 de septiembre de ese año, y Berengario se vio libre otra vez para hostigar a todo el que suponía un obstáculo a sus deseos.

Esta situación de tiranteces continuas siguió hasta que explotó en 960, cuando Berengario rompió con su vasallaje al emperador y atacó al Papa Juan XII. Otón I volvió a entrar en Italia al año siguiente en defensa del papa. El ejército de Berengario se negó a luchar, y él y su hijo se refugiaron en la fortaleza de San Leo, cerca de Montefeltro. Como consecuencia de su triunfo, Otón fue coronado emperador en Roma por el Papa el 2 de febrero de 962. En la misma ceremonia Adelaida fue coronada emperatriz, algo muy poco común en la historia del Sacro Imperio.

Al entrar en Italia (961) Otón decidió ratificar la división que se había hecho de la marca de Ivrea para restar poder a Berengario, en favor de familias afines a los intereses de Otón. Además reducía aún más los feudos de la familia de Berengario.

En el momento en que Otón el Grande abandonó Roma, el Papa rompió todos los acuerdos con los que había llegado con este y buscó alianzas con los bizantinos, húngaros y príncipes italianos para oponerse a Otón. Así que el emperador regresó en noviembre de 963 y depuso al papa en un concilio en San Pedro, en el que le acusó de vida disoluta, incesto, perjurio y homicidio, acusaciones que fueron corroboradas por los cardenales, obispos, clérigos y laicos asistentes al mismo.[1]​ Ese mismo año terminó el asedio de San Leo y Berengario fue llevado a la ciudad alemana de Bamberg como prisionero. Su esposa, que se había refugiado en la fortaleza del Lago Orta, también fue capturada y conducida con él a Bamberg. Tras la muerte de Berengario Willa se trasladó a un monasterio.

Su consorte fue Willa, la hija de Bosón, conde de Arlés y Aviñón y margrave de Toscana. Con ella tuvo cinco hijos:



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