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Big Science



La megaciencia o ciencia mayor, llamada big science (‘gran ciencia’) en inglés, es un término usado por los científicos y particularmente empleado al tratar la Historia de la ciencia y de la tecnología. Con este concepto, con este neologismo, se describen y engloban una serie de cambios en la investigación científica ocurridos en los países industrializados durante y con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. En efecto, hacia el fin de la primera mitad del siglo XX, el progreso científico notoriamente se aceleró, y cada vez más vino de confiar en proyectos a gran escala, por lo general financiados por gobiernos nacionales o grupos de gobiernos.

Se enfatiza que a principios de los años cuarenta algo comenzó a cambiar en cuanto a investigación y desarrollo (I+D), ya que el progreso científico había madurado suficientemente en esa época, abriendo entonces paso a proyectos en gran escala (megaproyectos), usualmente dirigidos o al menos financiados por gobiernos nacionales o por asociaciones gubernamentales o internacionales (léase: Proyecto Manhattan, Proyecto Uranio, Batalla del agua pesada, Wunderwaffe, Programa atómico de Japón, Carrera espacial, Skylab, Proyecto Apolo-Soyuz, Energía nuclear en Japón, Telescopio espacial Hubble, Exploración de Marte, Tevatrón y Gran colisionador de hadrones y microagujero negro, Proyecto Genoma Humano, nanotecnología y nanofibras).[1]

Esfuerzos individuales o de pequeños grupos, lo que en el área de habla inglesa se llama Small Science, hoy día continúan siendo relevantes y tienen significativo impacto, especialmente en lo que concierne a resultados teóricos y a proyectos tecnológicos que pueden desarrollarse con recursos limitados. Pero con frecuencia, las verificaciones prácticas de esas elucubraciones científicas, o ciertas fases de los procedimientos, requieren de complejas y costosas instalaciones, y/o de elaborados procedimientos de fabricación. Como indicación de los megacostos de los megaproyectos, puede señalarse por ejemplo que el llamado gran colisionador de hadrones a la fecha ya ha tenido un costo valuado entre 5000 y 10 000 millones de dólares.

Mientras la ciencia y la tecnología siempre han sido importantes, e indirectamente en muchos casos han conducido a la guerra, el financiamiento de proyectos militares con perfil científico con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, sin duda fue en una escala totalmente sin precedentes. No por capricho, la Segunda Guerra Mundial a menudo fue llamada "the physicists' war"[2]​ ("la guerra de los físicos"), dado el rol que ciertos científicos de primera línea jugaron en el desarrollo de nuevas armas e instrumentos, como por ejemplo la espoleta de proximidad, el radar, y la bomba atómica.

Indudablemente, ciencia, tecnología, y guerra, en más de una ocasión se han desarrollado juntos. La Primera Guerra Mundial también fue llamada la guerra de los químicos, dado el rol jugado por las armas químicas en la misma, en tanto y como ya se dijo, la Segunda Guerra Mundial fue la guerra de los físicos, que pronto dio paso a la llamada guerra del espacio o guerra de las galaxias.[3][4]



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