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Billetes de banco



¿Dónde nació Billetes de banco?

Billetes de banco nació en o.


Se denomina papel moneda o billete al trozo de papel (o, en ocasiones, de fibra sintética similar) impreso que representa un valor fiduciario.[1]​ Sustituye a la moneda metálica, que, especialmente en grandes cantidades, resulta más incómoda de llevar siempre en la mano o bolsillo.

El término papel moneda hace referencia a cualquier documento con valor fiduciario reconocido y no solamente al dinero de curso legal. En España, se consideran papel moneda: al billete (de banco), al vale real, a la obligación al portador, al certificado provisional, al certificado de plata y a algunos documentos semejantes.[1]​ En México, el término papel moneda se usa más en el ámbito oficial, y billete más en el cotidiano.

El papel moneda más conocido y utilizado es el billete de banco, emitido generalmente por un banco central o una autoridad pública como moneda fiduciaria. En otro tiempo, era cambiable sin limitación de tiempo por moneda metálica y respaldado por su equivalente en metales preciosos. En la actualidad, solo circula como moneda de curso legal y no es cambiable por oro o plata. Formalmente, se trata de un papel impreso, con diversos diseños, marcas y firmas que garantizan su autenticidad.

Su origen está en China en el siglo VII, aunque su uso no fue oficial hasta el año 812 (siglo IX). La importancia de un medio de cambio que facilitase el comercio entre los habitantes de una población hizo nacer a la moneda como medio de cambio.[2]

En el siglo XIII, un ciudadano veneciano llamado Marco Polo emprendió un largo viaje a China, empresa asombrosa para la época. Las anotaciones que hizo durante el viaje contienen las primeras referencias que existen en Occidente acerca de la producción y el uso del papel moneda, forma de pago incomprensible para las condiciones imperantes en Europa por entonces. Para los contemporáneos de Marco Polo, esta información parecía fantasiosa e indigna de credibilidad. Las aseveraciones del famoso explorador solamente se pudieron verificar años más tarde, con los billetes emitidos durante el siglo XIV por la dinastía Ming.[3]​ Los chinos llamaron a los billetes dinero volante, debido al escaso peso de estos y a la facilidad con que circulaban en un área relativamente grande. Hacia el siglo X, ya tenían un sistema de circulación muy bien estructurado. Poco después de que el papel moneda comenzara a existir, aparecieron los inevitables falsificadores. Existen archivos que describen la lucha que libraron las autoridades chinas contra este problema. Las penas aplicadas no eran poca cosa y el delito de falsificación se castigaba con la sentencia a muerte del implicado.[3]

En Europa, los primeros billetes de los que hay constancia aparecen en Suecia en el año 1661 (siglo XVII) de la mano del cambista Johan Palmstruch, quien los entregaba como "recibo" para quien depositaba oro u otro metal precioso en el Banco de Estocolmo, fundado por él mismo. A España llegaron en 1780, durante el reinado de Carlos III, y su uso se popularizó rápidamente por ser mucho más cómodos de llevar. Así, no hacía falta cargar con la famosa bolsa llena de monedas, mucho más llamativa y pesada.[2]

Hasta no hace mucho, los billetes estaban respaldados por el patrón oro, es decir, cada emisión de dinero que hacían las autoridades de un país debía estar respaldada por una determinada cantidad de oro. Esto continuó hasta la década de 1970, aproximadamente, cuando se dejó de utilizar el oro como respaldo de la moneda en 1971.[2]

Si bien la falsificación de monedas de oro y plata era menos rentable porque el valor del metal constituía la parte esencial de su valor, los billetes no dejan de ser simplemente papel y, por lo tanto, resultan piezas atractivas para el fraude, por lo que los bancos los dotan de una serie de medidas de seguridad.[4]​ Los billetes actuales se elaboran con papel especial hecho de fibras alargadas de algodón y con técnicas de impresión complejas, como la marca al agua, los hologramas y la tinta invisible, para evitar la falsificación.

A menudo, la composición del papel incluye lino, algodón u otras fibras textiles. Algunos países, como Australia, México, Brasil, Paraguay, Chile, Guatemala, Nueva Zelanda y Hong Kong, producen billetes de polímero para aumentar su resistencia a lo largo de su uso y para permitir la inclusión de una ventanilla transparente de unos pocos milímetros. Incluso se han insertado diferentes clases de hologramas, medidas de seguridad muy difíciles de reproducir con técnicas normales de impresión.

Generalmente, además de la falsificación, también se pena la alteración o el marcado de los billetes.

Para evitar falsificaciones, se emplean distintas medidas de seguridad:



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