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Biopsicología



La psicobiología o biopsicología, es la aplicación de los principios de la biología al estudio del comportamiento de los animales, incluidos los humanos. Considera que los animales capaces de percibir y aprender son: a) los mamíferos (incluyendo el ser humano) y b) las aves. Se considera predominantemente una ciencia biológica y secundariamente una ciencia social, y se basa en el materialismo como filosofía (Bunge y Ardila, 2002;[1]​ Gadenne, 2006[2]​)

La psicobiología adopta íntegramente la visión científica del mundo, que sostiene que los procesos mentales son procesos cerebrales. Utiliza la matemática y la biología, en particular la neurociencia, y por lo tanto la química y la física. Dentro de los enfoques científicos de la psicología (el mentalismo, el Conductismo, el psicobiológico), se considera a la psicobiología como el enfoque más firmemente implantado en el sistema del conocimiento científico.[3]

La problemática de la psicobiología está formada por los hechos conductuales y mentales (procesos cerebrales).

La psicobiología incorpora a sus objetivos los objetivos del conductismo y va más allá. La psicobiología no se limita a describir la conducta, sino que intenta explicarla en términos neurobiológicos. El fin último de la psicobiología es la construcción de teorías, tanto generales como específicas, capaces de explicar y predecir hechos conductuales y mentales en términos biológicos.

La psicobiología utiliza los métodos de la neurociencia, el conductismo y la psicofisiología. Utiliza plenamente el método científico, debido a que vigila y altera los procesos mentales, ya que los considera procesos cerebrales. Utiliza por completo el método experimental, que emplea en la actualidad una enorme variedad de técnicas precisas y sofisticadas.

Las características estructurales, fisiológicas y conductuales de cualquier persona son consecuencia de dos factores: el filogenético y el ontogénico. El filogenético hace referencia a la historia evolutiva de nuestra especie. Este factor se recoge en nuestros genes, a través de los cuales se transmiten, de generación en generación, los logros adaptativos de nuestros ancestros que la selección natural ha hecho posibles y que configuran las características generales de nuestra especie. El otro factor, el ontogénico, se refiere a las circunstancias a través de las cuales el factor filogenético es modulado por el medio ambiente interno y externo (factores epigenéticos) desde el momento en que comienza nuestra vida; abarca, por tanto, el periodo que va desde la concepción hasta la muerte.

El factor filogenético determinará las características generales de nuestra especie, tales como el tipo de órganos sensoriales que poseemos, los sistemas de regulación del medio interno, los sistemas de locomoción etc., todos los cuales determinarán qué estímulos podemos captar y qué tipo de respuestas podemos emitir.

Es evidente que, aparte de estas características generales de nuestra especie, existen variaciones entre los individuos que la conformamos. Estas diferencias son causadas por la variabilidad genética que presenta cualquier población humana y por el segundo factor a que hacíamos referencia como determinante de la conducta de un individuo, es decir, la interacción entre el factor filogenético y el ambiental.

Si el factor filogenético es el causante de las diferencias entre especies distintas, la variabilidad genética y la interacción entre genes y ambiente, son las que hacen que los individuos de una misma especie no sean idénticos ni morfológica, fisiológica o conductualmente. De esta forma podemos concluir que la conducta de un individuo estará en función de su genotipo y de la interacción de este con el ambiente en que se desarrolle, pudiéndose hablar en términos generales de causas lejanas y próximas de la conducta.

En este contexto, no cabe duda de que, dentro del conjunto de sistemas que regulan la actividad biológica de los seres vivos, el sistema neuroendocrino, por la estrecha relación existente entre su actividad y la conducta, es el más importante de cara a la explicación del comportamiento. Por tanto, para comprender la conducta de un individuo, es preciso conocer, entre otras muchas cosas, las características biológicas del mismo, cómo dichas características son determinadas por los genes, qué mecanismos modifican la información genética a lo largo de la evolución y por último, cuáles son las características del sistema neuroendocrino que permiten a este regular la relación activa del individuo con su medio ambiente, es decir, emitir un comportamiento.

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