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Mario Bunge



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Mario Bunge nació el día 21 de septiembre de 1919.


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Mario Augusto Bunge (Florida Oeste, 21 de septiembre de 1919-Montreal, 24 de febrero de 2020)[2][3]​fue un epistemólogo, filósofo, físico, y crítico argentino nacionalizado canadiense, fue de los científicos hispanohablantes más citados de la historia.[4]​ Durante su larga trayectoria, Bunge se declaró como realista, cientificista, sistemista, materialista, defensor del realismo científico y promotor de la filosofía exacta.[5][6][7]

Fue conocido por expresar públicamente su postura contraria como filósofo de la ciencia a las pseudociencias,[8][9]​ entre las que incluyó al psicoanálisis, la praxeología, la homeopatía, la microeconomía neoclásica (u ortodoxa) entre otras, además de sus críticas contra corrientes filosóficas como el existencialismo[10][11][12]​ (especialmente la obra de Heidegger),[13][14][15][16][17]​ la fenomenología,[17]​ el posmodernismo,[18][17]​ la hermenéutica[19]​ y el feminismo filosófico.[20][21]

Tras el golpe de Estado de 1966, que derrocó al gobierno radical democrático de Arturo Umberto Illia, Mario fue detenido por la policía; después de eso, se radicó en Montreal, Canadá, donde vivió hasta su muerte.

En términos económicos y políticos, Bunge proponía una defensa del "socialismo como cooperativismo",[22]​ diferenciándose y haciendo fuertes críticas del socialismo de tipo soviético[22]​ y al populismo.[23]​ Ejerció docencia en filosofía en Argentina, Uruguay, México, EE. UU., Alemania, Dinamarca, Suiza y Australia. Ocupó también la Cátedra Frothingham de Lógica y Metafísica en la Universidad McGill, de Montreal, Canadá.

El padre de Bunge (Augusto Bunge) fue un médico y diputado socialista, y su madre (Maria Müser) una enfermera alemana que emigró a la Argentina antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial.[24]​ Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires y se doctoró en física y matemáticas en la Universidad Nacional de La Plata.[25]​ Fue profesor de física teórica y filosofía, 1956-1963, primero en la Universidad de La Plata y luego en la Universidad de Buenos Aires. Hasta el día de su muerte fue profesor de lógica y metafísica en la Universidad McGill (en Montreal), donde impartió clase desde 1966.[26][27][28]

Bunge tiene cuatro hijos: dos argentinos con su primera esposa, Carlos F. (físico, nacido en 1941) y Mario A. J. (matemático, nacido en 1943), y dos canadienses, Eric R. (arquitecto, nacido en 1967) y Silvia A. (profesora de neurociencia cognitiva en la Universidad de California en Berkeley, nacida en 1973),[29]​ concebidos estos últimos de su unión con la matemática Marta Irene Cavallo, nacida en 1938.[24]

Un repaso de la obra de Bunge permite identificar a una variedad de científicos y filósofos que, de uno u otro modo, han influido en el desarrollo de su pensamiento. De entre todos ellos, Bunge ha reconocido de manera explícita la influencia directa de su padre, el médico argentino Augusto Bunge; del físico checo Guido Beck, del matemático argentino Alberto González Domínguez; del también argentino, matemático, físico e informático, Manuel Sadosky; del sociólogo y psicólogo italiano Gino Germani; del sociólogo estadounidense Robert King Merton, y del filósofo franco-polaco Émile Meyerson.[30]

Mario Bunge fue distinguido con 21 doctorados honoris causa y cuatro profesorados honorarios por universidades de las Américas y Europa. Bunge fue miembro de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia desde 1984 y de la Royal Society of Canada desde 1992. En 1982 fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias; en 1986 con el Premio Konex en la disciplina "Lógica y Teoría de la Ciencia"; en 2009 el Guggenheim Fellowship;[27][31]​ en 2014 fue galardonado con el premio Ludwig von Bertalanffy en Complexity Thinking;[32]​ y en 2016 recibió su segundo Premio Konex, esta vez en el campo de "Lógica y Filosofía de la Ciencia".[33]

Falleció el 24 de febrero de 2020 a los 100 años de edad en el hospital de Montreal, ciudad donde vivía desde 1966.[34]

Sus intereses abarcaron la filosofía general (semántica, ontología, gnoseología, metodología de la investigación, praxiología y ética) así como biología,[35]​ psicología[36]​ y ciencias sociales,[12]​ sin eludir consideraciones sobre la filosofía de la lógica y la matemática como fundamento no solo del quehacer científico sino también filosófico. Considera a la matemática solo como ciencia deductiva, sin destacar la fase de la producción [investigación] matemática, que usa la experimentación, la intuición, casos finitos y analogía, tal como lo considera el matemático húngaro George Polya (1887-1985). También declararon al respecto setenta matemáticos que trabajaban en Estados Unidos, entre ellos el matemático finlandés Lars Ahlfors (1907-1996). En relación con ello, es fundador de la Sociedad para la Filosofía Exacta,[37]​ que procura emplear solamente conceptos exactos, definidos mediante la lógica o la matemática a fin de evitar la ambigüedad y la imprecisión características de otros estilos filosóficos, entre ellos el fenomenológico, el postmoderno (especialmente el hermenéutico) y provoca (a la vez que estimula) el tratamiento de problemas no triviales como contraste con la gigantesca producción filosófica libresca que interpreta recursivamente las opiniones de otros filósofos o que juega con objetos ideales o mundos posibles.

Su posición crítica estaba equilibrada por sus aportes originales y por el planteamiento de caminos de reconstrucción filosófica.[38]

La ciencia, su método y su filosofía (1960), obra en la que introduce de manera sintética las bases del método científico, ha llegado a ser un clásico en su género. Pero si se desea obtener una perspectiva profunda de su concepción filosófica sin pasar por el extenso Treatise, posiblemente la opción más recomendable sea su manual La investigación científica, publicado por primera vez en inglés en 1967, cuya traducción ha sido reimpresa con correcciones por Siglo XXI Editores (México, 2000).

Sin duda la obra por la cual Bunge se ha distinguido especialmente en el ámbito de la filosofía profesional es el extenso Treatise on Basic Philosophy (Tratado de filosofía básica). Se trata de un esfuerzo por construir un sistema que abarque todos los campos de la filosofía contemporánea, enfocados especialmente en los problemas que suscita el conocimiento científico.

La semántica (de la ciencia) está tratada en los primeros dos tomos (Semantics 1. Sense and Reference y Semantics 2. Interpretation and Truth) y la ontología en los siguientes dos (Ontology 1. The Furniture of the World y Ontology 2. A World of Systems).

La gnoseología ocupa los tres volúmenes posteriores (Epistemology and Methodology 1. Exploring the World, Epistemology and Methodology 2. Explaining the World y Epistemology and Methodology 3. Philosophy of Science and Technology).

Finalmente, el volumen 8 del Tratado se ocupa de la ética (Ethics. The Good and the Right).

Su hincapié en el rigor metodológico ―buscado con el uso de herramientas formales (lógico-matemáticas) y de conocimiento fundado científicamente―, su amplitud temática, su originalidad y su mencionado carácter sistémico hacen del Treatise uno de los empresas filosóficas más ambiciosas de los últimos siglos.[cita requerida]

La concepción filosófica de Bunge puede describirse, tal como él mismo lo ha hecho en varias ocasiones, recurriendo a una conjunción de varios «ismos», de los cuales los principales son el realismo, el cientificismo, el materialismo y el sistemismo.[39][40][28]

El realismo científico de Bunge abarca los aspectos ontológicos (las cosas tienen existencia independientemente de que un sujeto las conozca), gnoseológicos (la realidad es inteligible) y éticos (hay hechos morales y verdades morales objetivas) de su pensamiento. El cientificismo es la concepción que afirma que el mejor conocimiento sobre la realidad es el que se obtiene a través de la aplicación del método de investigación científica. El materialismo, que sostiene que todo lo que existe es material (por ejemplo, para Bunge la energía es una propiedad de la materia).[41]​ El sistemismo, finalmente, es la perspectiva de que todo lo que existe es un sistema o parte de un sistema.

A este cuarteto hay que añadir dos ismos más. El emergentismo, que está asociado al sistemismo, y se caracteriza por la tesis de que los sistemas poseen propiedades globales, sistémicas o emergentes que sus partes componentes no poseen y son, por tanto, irreducibles a propiedades de niveles de organización inferiores. Y el agatonismo, la concepción bungeana de la ética, que se guía por la máxima «Disfruta de la vida y ayuda a otros a vivir una digna de ser disfrutada» y supone que a cada derecho le corresponde una obligación y viceversa.[42]

Como otros autores, Bunge distingue tres matices de realismo, uno ingenuo, otro crítico y uno científico. El realismo bungeano es de este último tipo y se caracteriza por ser una conjunción de siete tesis realistas que abarcan prácticamente todo su pensamiento filosófico, de allí que también le valga el nombre de realismo integral. Más importante aún es que estos diferentes aspectos del realismo bungeano se encuentran enlazados entre sí por diversas relaciones, de tal modo que constituyen un sistema. De allí que Bunge llame también hilorrealismo (o hylerrealismo, del griego hyle, ‘material’, ‘materia’) a su especial versión del realismo científico, porque siempre va de la mano de la tesis ontológica materialista. Además, y como veremos más adelante, el hilorrealismo bungeano también es sistemista (tanto en lo ontológico como en lo gnoseológico) y emergentista.

Hay, sin embargo, algunos ámbitos en los que Bunge defiende posiciones diferentes al realismo. En filosofía de la matemática, por ejemplo, opta por un ficcionismo moderado,[43]​ en la estética lo considera solo una corriente más o, incluso, una perspectiva conservadora, y en política («realpolitik») lo rechaza de plano por considerarlo otro nombre para el cinismo político.[44]

Los aspectos en que Bunge profesa el hilorrealismo científico, uno de los ejes principales de su vasta obra, son: (i) ontológico (ii) gnoseológico (iii) semántico (iv) metodológico (v) axiológico (vi) moral y (vii) praxiológico.[45]

La concepción sistemista de Mario Bunge tiene dos aspectos principales, uno ontológico y otro gnoseológico. El sistemismo ontológico que Bunge defiende postula que el mundo es un sistema de sistemas, es decir que toda cosa concreta es un sistema o un componente de algún sistema. Un sistema es, en efecto, un objeto complejo estructurado, cuyas partes están relacionadas entre sí por medio de vínculos (estructura) pertenecientes a un nivel determinado.[46]​ Además, puesto que un sistema se caracteriza por poseer propiedades que sus componentes no poseen (vale decir, propiedades globales o emergentes), el sistemismo de Bunge es también emergentista. En otras palabras, la ontología bungeana es monista con respecto a la sustancia y pluralista respecto de las propiedades.

La caracterización bungeana de la ciencia concibe a la misma como «un objeto demasiado complejo como para poder ser caracterizado mediante un único rasgo» y la identifica como un campo cognitivo, el cual ―a su vez― es caracterizado como un «sector de la actividad humana cuyo objetivo es obtener, difundir y utilizar alguna clase de conocimiento, sea verdadero o falso».[47]​ Una ciencia, por su parte, satisfaría además condiciones específicas como contar con un dominio compuesto únicamente por entidades reales, un trasfondo filosófico con una ontología según la cual el mundo está compuesto por cosas concretas mudables que cambian según leyes, un trasfondo formal con una colección de teoría lógicas o matemáticas actualizadas o un trasfondo específico con una colección de datos, hipótesis y teorías actualizados y razonablemente confirmados.

Bunge considera al discurso ético como sujeto digno del análisis lingüístico (sintáctico, semántico y pragmático) y del metodológico. Presenta como precursores del panorama actual de la ética a las reflexiones sobre la pluralidad de sistemas éticos reflejado en el carácter no universal del código moral de las antiguas tribus semíticas y en el carácter histórico social de lo moral mostrados en la adopción de nuevos códigos morales (como el puritanismo o el utilitarismo).[48]

En particular, Bunge expresa que un acto puede ser moral o amoral, pero nunca inmoral en un sentido absoluto, será inmoral relativamente a determinada clase de códigos morales.[49][48]

Bunge identifica cinco tipos básicos de nacionalismo defensivo y otros cinco de nacionalismo agresivo (territorial, biológico o étnico, económico, político y cultural) que pueden combinarse y formar diez pares, diez tripletes, cinco cuartetos y un quinteto; dando una totalidad de 62 nacionalismos.[12]

Física

Para cuestiones como la naturaleza del espacio y el tiempo, Bunge indica que estos son una propiedad de los objetos materiales ―solo hay objetos simultáneos (espacio) y sucesivos (tiempo)―;[51][52][53][54][55]​ en cuanto a su implicación en la expansión del universo, expresa que tal movimiento del universo podría darse si este fuese finito y si el espacio y el tiempo fuesen el escenario inmutable en que se desarrolla, pero si espacio y tiempo existen como relaciones entre cosas y sucesos, el universo no tendría adonde ir. Por lo que se debe hablar de «recesión mutua de las galaxias» antes que de expansión del universo.[38]

Con respecto a la naturaleza de la energía, Bunge considera importante enfatizar ―ya que «algunas personas sostienen que la energía es una sustancia de la misma categoría que la materia»― que esta es una «propiedad de las cosas» y señala como una correcta interpretación de la fórmula E=mc2: «la cantidad de energía de una cosa es igual a la cantidad de su masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz».[35][56]

Mecánica cuántica

Bunge indica que la doctrina de Copenhague es científica y filosóficamente insostenible, al ser incoherente y no ser estrictamente física.[57]

Es por esto que afirma que no se puede obtener una teoría plenamente física si ha de satisfacer «requisitos no físicos tales como el postulado de que no hay entes autónomos, es decir, independientes del sujeto». Afirma además que la escuela de Copenhague confunde la comprobación de una teoría con su referente (identifica un problema metodológico con un asunto semántico).

Teoría de cuerdas

Para Bunge, la teoría de cuerdas es sospechosa (de pseudociencia). Afirma que parece científica porque aborda un problema abierto que es a la vez importante y difícil, el de construir una teoría cuántica de la gravitación, pero que la teoría postula que el espacio físico tiene seis o siete dimensiones, en lugar de tres, simplemente para asegurarse consistencia matemática. Puesto que estas dimensiones extra son inobservables, y puesto que la teoría se ha resistido a la confirmación experimental durante más de tres décadas, concluye que parece "ciencia ficción", o al menos, "ciencia fallida".[58]

Biología

De acuerdo a Bunge los entes vivos, aunque compuestos por elementos físicos y químicos, poseen propiedades emergentes propias; por lo que la biología no es completamente reducible a la física y la química.[36]

Medicina

Bunge expone que la medicina científica es sistémica, en tanto que admite que las partes del organismo humano, aunque distintas, están conectadas entre sí; y que es analítica, en cuanto distingue órganos con funciones específicas. Postula además que el «buen médico» pone en práctica un sistema filosófico constituido por una ontología materialista y sistémica; una gnoseología realista, escéptica y cientificista; y una praxiología científica y una ética humanista. Asimismo expresa que la medicina moderna se ha «desarrollado junto con la ciencia básica», pero que ha tenido que luchar contra la religión y contra las filosofías dominantes (como en los conflictos sobre el uso de células madre provenientes de abortos, o sobre la prohibición de la contracepción y del aborto).[8]

Para Bunge, los estudios sociales siempre corrieron el riesgo de la contaminación ideológica, pero si un estudio de ciencia neutral básica es auténticamente científico, será ideológicamente neutral aun cuando se lo pueda utilizar para justificar o enjuiciar políticas sociales.[12]

Por otro lado, indica, que los hechos sociales son multidimensionales con aspectos ambientales (A), biopsicológicos (B), económicos (E), políticos (P) y culturales (C);[59]​ sugiriendo que «la mejor manera de estudiar los hechos sociales no es intentar reducirlos a un hecho de un solo tipo, sino integrar las diferentes disciplinas sociales y biosociales».[60]

Historia

Bunge advierte que la historia siempre ha sido sospechosa de inclinación patriótica, debido a que cada comunidad nacional de historiadores «parecía preponderantemente consagrada a cantar las glorias de su respectiva nación y a echar tierra sobre sus iniquidades».[12]

Psicología

Para Bunge, todo psicólogo no solo es un científico o un terapeuta, sino un filósofo aficionado; asimismo, los filósofos "consumen" productos psicológicos "rara vez frescos", como en el caso del The concept of the mind de Ryle o la filosofía de la mente de Strawson.[36]

Respecto al conductismo, Bunge critica que, al igual que el mentalismo, no presta atención al sistema nervioso y, en consecuencia, solo consigue describir la conducta, mas no explicarla; mientras que la psicobiología, junto con el materialismo emergentista, goza de un fuerte sostén experimental. De otro lado, considera que la escuela humanista ha obstaculizado el estudio de los seres humanos, debido a la barrera (importada de la teología cristiana) erigida entre estos y la naturaleza,[61]​ por su parte, opina que la psicología filosófica (y su continuación, la llamada «psicología humanista») trata de problemas de la conducta y de la mente en el contexto del conocimiento común con el auxilio de herramientas exclusivamente filosóficas por lo que es ajena a la psicología experimental.[62][36][38]

Naturaleza de la mente

Particularmente, critica el dualismo psicofísico (la tesis de que hay mentes además de cuerpos) por su imprecisión al no ofrecer ni una teoría ni una definición del concepto de mente, por separar estados y sucesos mentales de cualquier cosa que pueda hallarse en tales estados o sufrir tales cambios, por ser compatible con el creacionismo, pero no con la biología evolutiva; y, en especial, por obstaculizar la investigación. Y se decanta por el materialismo emergentista, el cual «mantiene a la psicología dentro del campo de la ciencia en vez de alentarla a regresar a la filosofía o a la teología» y admite la especificidad de lo mental junto a la necesidad de investigarlo mediante el uso de métodos de psicología agregados a los de la neurofisiología.[36][38]

Educación

Bunge considera al pedagogo que asegura que el modo de enseñar es más importante que lo que se enseña como uno de los peores enemigos de la educación, argumentando que «quien desconoce algo no puede enseñarlo, y quien lo sabe a medias solo puede enseñarlo mal». Además clasifica a los estudiantes en cinco especies, según el método de estudio que emplean:[10]

Bunge indica que pueden presentarse una serie de «candidatos» plausibles al estatus de generalización sobre el desarrollo tecnológico:[12]

Bunge considera que una cosmología puede ser «tosca o refinada, esquemática o detallada, confusa o clara», así como «mágica o naturalista, religiosa o secular, espiritualista, materialista o dualista» además de «ordinaria u orientada científicamente, estéril o fértil».[38]

Con respecto al holismo, critica la adopción de la tesis de que «el todo determina la parte» a pesar de que son las interacciones entre las partes las que determinan el todo el cual a su vez condiciona el comportamiento de la parte. Considera además que a pesar de tener pocos defensores contemporáneos puede hallárselo entre científicos sociales.[65]​ De esta cosmología rescata las tesis de la interconexión universal de las cosas, la emergencia de nuevas propiedades a medida que los sistemas correspondientes se van constituyendo y la sumersión de algunas propiedades a medida que son analizadas. En cuanto al jerarquismo critica su postura del dominio de los seres «superiores» sobre los «inferiores» en lugar de reconocer que los primeros evolucionaron a partir de los segundos. Sobre el tychismo expone que «no es verdad que pueda asignársele una probabilidad a todo suceso posible», afirmando que la única manera de saber si un proceso es aleatorio es «construir un modelo probabilista de él y ponerlo a prueba». Del dinamismo sugiere que «alabar el cambio» está bien, pero que es importante percatarse de que hay «algo constante» como en el caso de una propiedad permanente o un patrón invariable. En el caso específico de la dialéctica manifiesta que no se salva de contraejemplos como el que para que algo sea internamente «contradictorio» debe ser un ente complejo, por lo que no contendría partículas elementales como quarks, gluones, electrones y fotones; o que, «aunque el conflicto es bastante real en todos los niveles, también lo es la cooperación».[66]

Con respecto al atomismo expresa que es limitado y que cada entidad individual es un componente de algún sistema por lo que considera como «idealizaciones» o «ficciones» al electrón o fotón libres o la célula, la persona o la nación aisladas. En cuanto al mecanicismo afirma que «tuvo su día de gloria», reconociendo que «estimuló una prodigiosa creatividad científica y tecnológica desde su inicio hasta mediados del siglo XIX», pero que declinó con el nacimiento de la física de campos y la termodinámica. Sobre el sacralismo expresa que es una cosmología «ingenua y anacrónica» que «nos ciega y a la vez ata nuestras manos». Mientras que define al textualismo como «probablemente, la más absurda, dogmática, estéril y engañosa de todas las versiones del idealismo».[8][38]

Bunge sostiene que el positivismo lógico no posee una semántica defendible ni una ontología que trascienda el fenomenalismo, además de no poseer una ética más allá del emotivismo de Hume.[9]

En cuanto al popperianismo considera que rechaza la idea de hacer semántica y su ontología no trasciende el individualismo, además de no poseer ninguna ética más allá de las premisas de Buda, Epicuro e Hipócrates de no producir ningún daño.[9]

Sobre el internalismo indica que si bien destaca correctamente la creatividad individual, subestima los estímulos y coacciones sociales; por su parte, el externalismo, debido a la vaguedad de sus expresiones, puede interpretarse de varias maneras:
a) externalismo moderado o débil y
b) externalismo radical o fuerte, que a su vez pueden ser de carácter «local» y «global».[12]

Es así que para Bunge, el relativismo y el pragmatismo, consecuencias lógicas del constructivismo social, implicado a su vez por el externalismo radical, forman una cadena «lógicamente impecable», pero cuyos eslabones «son falsos»; siendo estos gruesas equivocaciones teóricas (al no concordar con la práctica de la investigación científica) y prácticas (porque «alientan la superstición y el charlatanismo», y socavan «cualquier esfuerzo por elevar el nivel cultural y aumentar el bienestar social»).[12]

Mientras que acerca del marxismo resalta su carácter estrechamente economicista que infravalora el papel de la política y la cultura, el hecho de confundir lógica con ontología y la adopción del utilitarismo como ética.[9]

Sobre el existencialismo afirmó que es una «doctrina sombría» que «no sirve para pensar ni para hacer otra cosa que no sea deprimirse, destruir o destruirse», considerando a ciertos escritos de Heidegger como «disparates»;[67]​ criticando sus opiniones que lo hicieron utilizable por el nazismo: su concepción del hombre como un ser angustiado y por tanto paralizado ante la nada y su afirmación de que la razón y la ciencia son despreciables y que lo único que importa es «la existencia desnuda»; argumentando que su metafísica fue una mezcla de «afirmaciones carentes de sentido [...], de perogrulladas y de falsedades»; y que no propuso una filosofía propiamente dicha.[10]

La caracterización bungeana de la ciencia es la respuesta del epistemólogo Mario Bunge al «fracaso» de «tentativas simplistas» ante la complejidad de la ciencia. Parte con la caracterización general de «campo cognitivo» y finaliza en la caracterización particular de «ciencia».[68]

Para Bunge, la ciencia es un objeto demasiado complejo como para poder ser caracterizado mediante un único rasgo. Bunge identifica a la ciencia como un campo cognitivo: un sector de la actividad humana cuyo objetivo es obtener, difundir y utilizar alguna clase de conocimiento, sea verdadero o falso.[69]​ La ciencia satisfaría en particular condiciones específicas como contar con un dominio compuesto únicamente por entidades reales, un trasfondo filosófico con una ontología según la cual el mundo está compuesto por cosas concretas mudables que cambian según leyes, un trasfondo formal con una colección de teorías lógicas o matemáticas actualizadas o un trasfondo específico y con una colección de datos, hipótesis y teorías actualizados y razonablemente confirmados.[68]

Por contraste la pseudociencia es todo campo de conocimiento que no es científico, pero se publicita como tal. Las pseudociencias son más populares que las ciencias porque «la credulidad está más difundida que el espíritu crítico, el que no se adquiere recopilando y memorizando informaciones, sino repensando lo aprendido y sometiéndolo a prueba» y que inclusive no debe sorprender que, ocasionalmente, «incluso los científicos, tecnólogos y eruditos consuman y hasta produzcan ideas y prácticas pseudocientíficas».[68][70]

Bunge expone que el creacionismo (tanto laico como religioso) no tiene asidero empírico y contradice todas las leyes de conservación conocidas al afirmar que el universo se creó a sí mismo o por la divinidad.[9][71]

Respecto a la hipótesis formulada por Richard Dawkins, Bunge critica su tendencia a inferir que el genoma es lo único que importa en el desarrollo y la evolución, argumentando que los animales con mayores posibilidades son aquellos que «además de estar bien dotados genéticamente, poseen cerebros maleables que les permiten aprender pautas de conducta adaptativas».[9]

Bunge critica también a Daniel Dennett y lo sitúa junto a Steven Pinker y Richard Dawkins como difusores de versiones propias de ellos de la teoría de la evolución de Darwin. De acuerdo a Bunge, Dennett y esos otros autores comparten muchas ideas y son difusores de pseudociencia, a la que hacen pasar por ciencia biológica darwiniana. En su libro Matter and Mind. A Philosophical Inquiry (2010), Bunge comenta: [74]

Bunge es también un crítico de la psicología evolucionista representada por David Buss, Steven Pinker y otros autores, a la que cataloga como pseudociencia, y critica a Dennett por ser un promotor de la misma.

De acuerdo a Bunge, Dennett y demás partidarios de la psicología evolucionista son innatistas de manera dogmática y niegan o no comprenden que la “naturaleza” humana es intrínsecamente sociocultural, y que lo sociocultural está más allá de la biología.[74]​ También critica a Dennett y a otros autores por defender la metáfora del cerebro como computador. Bunge señala que aunque los defensores de tal metáfora suelen auto-considerarse naturalistas, no se dan cuenta de que los computadores no son naturales sino artificiales, de que están limitados a realizar operaciones algorítmicas, de que carecen de emociones, y otras muchas características que los diferencian de los cerebros.

Adicionalmente Bunge (2010, p. 209) menciona a Dennett como uno de los autores que sostienen que la consciencia es una ilusión, y le critica por esto.[74]

Bunge considera a aplicaciones de la teoría de juegos (como a la estrategia de la disuasión nuclear, a los conflictos sociales, a la aparición de las normas sociales y morales o a la historia militar) pseudocientíficas porque simplifica las situaciones reales de manera excesiva, reduciéndolas a la confrontación de dos agentes aislados, como si no hubiera terceros y como si los dos agentes no tuvieran un futuro en común; porque los beneficios o utilidades que aparecen en la teoría general, así como en sus aplicaciones, no son objetivos ni mensurables, sino subjetivos y difíciles o imposibles de comprobar; y porque siempre es posible manipular esos números de modo tal que la solución óptima a un problema del tipo del DP sea la cooperación o la confrontación, como se prefiera.[9]

Bunge considera que al estar formulada en términos matemáticos y rigurosos la teoría de enfoque neoclásico posee una «brillante apariencia científica». Sin embargo no estudia sistemas económicos reales, ignora la historia y todas las restricciones macrosociales y no se preocupa por el medio ambiente o las generaciones por venir. Asimismo no da cuenta de la formación de los precios o el dinero, no explica la inflación o la estanflación, no predice de manera exacta las expansiones y contracciones económicas e ignora fuerzas como sindicatos, monopolios, empresas multinacionales, el Estado omnipresente y la clase dirigente militar.[9]

Bunge, califica a la teoría del valor subjetivo como pseudocientífica y a la economía como "semi-ciencia". El valor subjetivo en cualquiera de sus formas, ya sean utilidad, preferencias, satisfacción etc., no pueden ser medidas de manera objetiva. El hecho de que no pueden ser medidas objetivamente impide cualquier estudio empírico. Además criticó otros supuestos, métodos y conceptos relacionados con esta teoría como la racionalidad y conocimiento de los consumidores, la naturaleza competitiva y agresiva del ser humano, el principio de no saciabilidad, el individualismo metodológico, etc. Además de las inconsistencias con los supuestos y axiomas de las escuelas económicas que adoptan esta teoría, de no ser medible y de la ausencia de estudios empíricos usa lenguaje oscuro, tiene una historia de reelaboraciones ad hoc y no es combinada con otras disciplinas lo que, según Bunge, convierte la teoría en pseudocientífica.[75][76][77]

Bunge critica el intento de la sociobiología de reducir la sociología a la biología (y en particular a la genética) argumentando que los sistemas sociales tienen componentes (como las redes de transporte) y propiedades (como la organización política) que no son biológicos.[9]​ Expone además que «si toda porción de comportamiento social fuese solo un mecanismo de supervivencia, todas las instituciones deberían estar presentes en todas las culturas y no habría prácticas sociales que constituyesen una amenaza para la vida, tales como la contaminación del ambiente, la reproducción sin límites y el militarismo».[38]

La crítica a la parapsicología se centra en la carencia de pruebas empíricas genuinas sobre la existencia de individuos dotados de habilidades como la telepatía, la precognición, la clarividencia o la telequinesis. Bunge argumenta además que los parapsicólogos no buscan leyes ni explicaciones físicas de lo paranormal (exponiendo una actitud semejante en los creyentes religiosos); que los fenómenos paranormales son incongruentes con algunos de los principios básicos de la ciencia o con algunos de los principios filosóficos generales que subyacen en la investigación científica; que, a diferencia de toda disciplina científica, la parapsicología no es un componente del sistema de las ciencias; y que, en el caso específico de las ondas psi, no se conoce qué ecuaciones satisfacen o no se podrían diseñar dispositivos con el fin de detectarlas.[9]

Bunge ha atacado vigorosamente al psicoanálisis en numerosas oportunidades. Las razones que ha ofrecido pueden agruparse en dos tipos: razones metodológicas y pruebas empíricas. Las primeras constituyen una crítica al modo de proceder de los investigadores que han desarrollado el psicoanálisis, desde Freud hasta nuestros días. Ese modo de proceder, afirma Bunge, está reñido con los requisitos mínimos aceptados por la comunidad científica internacional para considerar que una investigación es científica. En otras palabras, los psicoanalistas no utilizan la estrategia general de indagación conocida como método científico. Las razones del segundo tipo muestran que los datos no apoyan las ideas psicoanalíticas.[78][79][36][80]

De acuerdo a Bunge, las medicinas tradicionales no distinguían el síntoma subjetivo del signo o indicador objetivo, no medían ninguna variable y no hacían ensayos clínicos ni disponían de estadística; además que, con excepción de ciertos consejos profilácticos y dietéticos, la medicina contemporánea no usa casi ninguno de los conocimientos de las medicinas tradicionales. En el caso de la acupuntura, centro de la terapia china tradicional, expresa que «es inútil excepto como placebo analgésico»; de la medicina hinduista, que a pesar de inventar algunos procedimientos quirúrgicos notables, los aplicó sin asepsia ni anestesia, y que la farmacopea aiurvédica fue masivamente fantasiosa.[8]

Para Bunge las medicinas alternativas manejan productos de naturaleza desconocida, aplicadas a personas no estudiadas y con efectos de tipo e intensidad desconocidos, asimismo considera que la terapias son eficaces en alguna medida debido a dos factores: el retorno espontáneo a la salud (vis medicatrix naturae) y el conjunto de efectos placebo y que las terapias alternativas son tan infundadas e ineficaces como las tradicionales.[8]

A diferencia de la medicina contemporánea que es sistémica y analítica, para Bunge, al pretender tratar la totalidad, al holista «se le escapan las peculiaridades de todas las partes».[8]

La crítica a la homeopatía se centra en la carencia de estudios farmacológicos que muestren la efectividad de los remedios homeopáticos y de ensayos clínicos que prueben la mejoría de los pacientes que los toman.[8]

Entendida como componente del naturismo, que es considerado por Bunge como esencialmente un juicio de valor («Lo natural es mejor que lo artificial»), la crítica se centra en la desregulación de la venta de productos naturales por considerarse inofensivos, teniendo como consecuencia el desconocimiento en detalle de la composición de cada producto y de los mecanismos bioquímicos que desata, acelera o retarda al ingerirse.[8]




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