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Buen Pastor



El Buen Pastor es una advocación aplicada en el Antiguo Testamento a Dios (Yahvéh) como alegoría y en el Nuevo Testamento a Jesucristo como parábola (ver la parábola de la oveja perdida).

La exégesis interpreta que la función de Dios o Jesucristo como Buen Pastor es la salvación de la «oveja descarriada» (el hombre como pecador).

El tema aparece en el Antiguo Testamento, referido siempre a Yahveh:

En el Salmo 23:

En el Libro de Ezequiel (34, 12):

En el Libro de Isaías (40,11)

Según los autores de los evangelios, Jesucristo se apropia de la alegoría bíblica para aplicársela a sí mismo como Hijo de Dios:

Aparece también en el Evangelio de Juan:

Desde el comienzo del cristianismo, el «buen pastor» es la imagen de Jesús de Nazaret que, en su calidad de pastor, cuida y salva a su rebaño.

Desde los tiempos del cristianismo primitivo se asoció la imagen del pastor que sale en busca de la oveja perdida con la de Cristo como Buen Pastor.[1]​ La profusión de representaciones escultóricas y pictóricas del tema del pastor y la oveja en el arte paleocristiano es notable:[2]​ se identificaron hasta 892 representaciones.[3]​ Pueden identificarse imágenes datadas del siglo II; en su mayoría pertenecen a los siglos III y IV. La representación del Buen Pastor comenzó a menguar en su frecuencia hacia fines del siglo IV y prácticamente desapareció en el siglo V.[4]​ La representación del «buen pastor» desaparece completamente en la Edad Media, hasta que se recupera entre el siglo XV y el XVI, para volver a quedar relegada en el siglo XIX. En el siglo XVII y XVIII reaparece a veces con la versión de la «divina pastora». La inspiración de las primeras representaciones se toma de la imagen de Orfeo —al que se le atribuía el don de encantar a los animales mientras tocaba la lira—, y de las representación de las obras romanas en las que el cordero entre los brazos era un símbolo de filantropía. En el primer tema el «buen pastor» guarda su rebaño, de pie o sentado. La otra representación con el cordero extraviado en los brazos o sobre los hombros está mucho más extendida y procede directamente de los modelos paganos del moscóforo o el Hermes (Crióforo) que lleva la oveja del sacrificio.

La variedad de representaciones es numerosa. Las características comunes de las obras suelen presentar a un niño que porta un báculo, cayado o flauta, con túnica, y que tiene en su regazo o lleva sobre los hombros un cordero. También se ha representado con Jesucristo adulto.

En pintura se encontraba ya en la catacumbas de San Calixto o de Domitila. Una de las representaciones del «buen pastor» más conocidas es la de Bartolomé Esteban Murillo. En la escultura ha sido también una imagen común, que empezó siendo esculpida en los flancos de los sarcófagos y recurrente en la música religiosa, como la pieza para órgano, El tríptico del buen pastor, de Jesús Guridi.



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