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Bugambilia (película de 1945)



Bugambilia es una película mexicana de 1945 dirigida por Emilio Fernández y protagonizada por Dolores del Río y Pedro Armendáriz, basada en una historia de Rodolfo Usigli.

En la ciudad de Guanajuato, en el Siglo XIX, vive la joven, bella y pérfida Amalia de los Robles (Dolores del Río) que es el objeto del deseo de todos los muchachos de la ciudad pese a los celos de su padre viudo, Don Fernando (Julio Villarreal), quien ve en su hija, el retrato de su esposa muerta, y siente por ella una extraña devoción. Sin embargo, el único hombre que despierta el interés de Amalia es Ricardo Rojas (Pedro Armendáriz), aun así, su amor es imposible debido a la diferencia de clases sociales y principalmente por los celos de Don Fernando.

Amalia de los Robles (Dolores del Río) es la muchacha soltera más codiciada de Guanajuato. Por su belleza y la fortuna de su padre Don Fernando de los Robles (Julio Villarreal). Amalia es una coqueta que no hace caso de ninguno de sus pretendientes, espera conocer aún al hombre de que en sus sueños la domina. Su principal pretendiente se llama Luis Felipe (Alberto Galán) y es abogado. Don Fernando a instancias del señor cura (Arturo Soto Rangel) quiere que Amalia siente cabeza y piensa que Luis Felipe es el mejor partido posible.

Un buen día sucede una explosión en la mina de don Fernando y hay muchos muertos. La gente del pueblo culpa a don Fernando del desastre e insulta a Amalia que cuando escucha la explosión va a buscar a su padre a la mina. Ricardo Rojas (Pedro Armendáriz) que es el capataz de la mina la salva de ser agredida. Después de ese encuentro, Ricardo, queda perdidamente enamorado de Amalia. Amor que le confiesa a la Zarca (Stella Inda), una chica muy bella del pueblo que está enamorada de él y que le advierte que tenga cuidado pues ha retado a un duelo mortal a un hombre que ha insultado a Amalia sin conocerla.

Esa fiesta es una de las muchas veladas de la alta sociedad de Guanajuato y esa noche Alberto (Roberto Cañedo), que es poeta le dedica un poema comparándola a una buganvilia, la cual es la flor favorita de Amalia, como regalo de despedida porque sabiendo imposible que su amor sea correspondido se va de la ciudad. El cura, aprovecha un momento de la velada para advertir a Amalia que en el pueblo se dice que dos hombres están dispuestos a matarse por ella esa noche. Esa noche también, el pueblo pasea sus muertos de la mina enfrente de la casa de don Fernando, para exhibir su dolor frente a la frivolidad del hacendado que está dando una fiesta para la aristocracia local y consiguen que la fiesta termine.

Ricardo se bate en duelo esa noche en un callejón. Al momento del duelo se aparece a Amalia y distrae a Ricardo lo que provoca que le den un rozón de bala en la mano, pero aun así mata a su oponente. Amalia se disculpa por haberlo distraído y le ofrece su pañuelo para vendarle la herida, pero aparece la Zarca y se lo lleva de ahí. Amalia días después le pide a Luis Felipe que busque a Ricardo para que recupere su pañuelo puesto que quiere evitar que la gente murmure. Ricardo se niega a devolverle el pañuelo a Luis Felipe y va a casa de Amalia para entregárselo personalmente. Amalia se lo regala e inmediatamente congenia con él. Ricardo la vuelve a visitar para regalarle un gallo y en esa entrevista descubren que se están enamorando. Amalia lo invita al baile de la Lonja pero Ricardo le dice que no puede entrar a un baile tan elegante y ella promete asomarse al balcón en medio de la noche si el va a visitarla. En eso llega don Fernando a la casa y se indigna de que un hombre de clase tan baja ande pretendiendo a su hija y lo corre de una manera humillante.

Don Fernando consigue que el alcalde de la ciudad corra a Ricardo que acepta irse para no ser preso y poder buscar fortuna para regresar a casarse con Amalia. La noche del baile Amalia se escapa por los callejones a encontrar a Ricardo y despedirse de él, pero los soldados los siguen muy de cerca y lo echan a correr a punta de pistola. Toda esta situación provoca un disgusto muy serio y un distanciamiento entre Amalia y don Fernando. Poco a poco se van reconciliando y don Fernando cree que Amalia ha olvidado a Ricardo y arregla la boda de esta con Luis Felipe. Amalia le escribe a Ricardo advirtiéndole y éste regresa al pueblo para llevársela. Don Fernando los sorprende y trata de detenerlos, pero Amalia se va con Ricardo de todas maneras. El día de la boda don Fernando se presenta pistola en mano y mata a Ricardo.

Don Fernando es procesado por asesinato y Luis Felipe se hace cargo de la defensa. Su estrategia es alegar que el homicidio fue en defensa del honor de Amalia ya que don Fernando descubrió que Ricardo la había mancillado. Amalia que al principio se rehúsa a manchar la memoria de Ricardo finalmente se presenta en el juicio y acepta confirmar el argumento de la defensa, pero don Fernando se pega un tiro en la sala de jurado enfrente de todo el mundo al rehusar ser defendido con una mentira tan vil que daña el honor de su hija. Tiempo después Luis Felipe busca a Amalia que vive recluida en su casa para pedirle que se case con el, pero ella lo vuelve a rechazar diciéndole que no esta sola que siempre la acompañará la memoria de su amado Ricardo.


La repentina muerte del productor Agustín J. Fink precipitó, entre otras cosas, la fusión de Films Mundiales con la también productora CLASA Films. Hipólito Signoret, accionista de ambas empresas, consideró necesario consolidar los recursos económicos y materiales de las dos firmas ante la eventualidad de una escasez del celuloide, materia prima que, hasta el momento, se conseguía con relativa facilidad gracias al apoyo que México había brindado a los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. La fusión también se hacía necesaria debido a la precaria situación financiera de Films Mundiales. Dos de las últimas producciones de Fink -La guerra de los pasteles de Emilio Gómez Muriel y La corte de Faraón de Julio Bracho- habían sido costosas pero poco redituables. Por si esto no fuera suficiente, los presupuestos que había destinado a Emilio Fernández y su equipo sobrepasaban con creces el millón de pesos. Con Bugambilia, Fernández parecía estar dispuesto a enfrentar las cada vez más frecuentes e irónicas comparaciones que los periodistas y críticos hacían entre su trabajo y el de Julio Bracho. Como las espectaculares cintas del director de ¡Ay qué tiempos señor don Simón! la nueva película del “Indio” no escatimaba recursos de producción: gran parte del rodaje se llevaría a cabo en los románticos callejones de la ciudad de Guanajuato, mientras que la detallada construcción de interiores había sido confiada a las minuciosas manos del escenógrafo catalán Manuel Fontanals. El vestuario de Dolores sería diseñado, una vez más, por el modisto hollywoodense Royer, responsable de los elegantes modelos lucidos por la estrella en Las abandonadas (1944) .

Si María Candelaria (1943) había sido el regalo de un director enamorado a su estrella, Bugambilia era el tributo fílmico que el hombre rendía a la belleza de la mujer amada. Ninguno de sus filmes anteriores -ni el único que filmarían juntos después de éste- evidencian de manera tan explícita al cineasta extasiado ante la belleza de su protagonista como Bugambilia. Con todo y el exagerado amor que le profesaba, Fernández sostenía una relación cada vez más tormentosa y violenta con Dolores. El rodaje de Bugambilia se convirtió en una tortura para ambos y para el resto del equipo, quienes tuvieron que soportar los repentinos cambios de humor del realizador y las constantes amenazas de la estrella de abandonar el filme. Cuando la película fue terminada, en enero de 1945, Dolores anunció que jamás volvería a trabajar con el “Indio” Fernández.

Al director lo esperaba un descalabro aún mayor. Tras completar la primera copia de Bugambilia, el equipo se presentó en las oficinas de CLASA Films Mundiales para exhibirla ante el sucesor de Fink. Éste, sin brindarles mayores explicaciones, los corrió al grito de “¡No quiero genios!” En un instante, Fernández, Figueroa, Magdaleno y Armendáriz se habían quedado sin trabajo.[1]

Fue nominada a 2 premios Ariel de los cuales ganó el Ariel otorgado en 1946 al vestuario (Royer)



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