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Cántaro (recipiente)



Cántaro es un recipiente o vasija hecho de barro o de algún metal u otro material impermeable, que sirve para guardar, conservar y transportar líquidos.[1]​ De forma ovoidal, con la boca y la base de apoyo más estrechas, puede disponer de una o más asas.[nota 1]​ Se fabrica en diferentes tamaños, sirviendo el mayor —de unos diez litros— como medida. Por extensión, también se ha llamado cántaro al contenido del recipiente: un cántaro de leche, un cántaro de vino, etc.[2]

Cántaro es término de origen griego, «κάνθαρος», vertido al latín como «cantharus», jarro.[3]​ Ha sido un objeto tradicional y en cierto modo emblemático de la cultura y la alfarería del agua,[4]​ con abundantísima documentación arqueológica. Hay noticia de su existencia desde los primitivos textos hebreos,[5]​ del Antiguo Testamento (pasajes dedicados a Gedeón,[6]Moisés o Rebeca y Eliezer); presencia que se continua en el Nuevo Testamento, en historias como la de la mujer samaritana que da de beber a Cristo o en las bodas de Caná.[nota 2]​ Continúa luego apareciendo en la literatura romana, así como en los textos filosóficos y místicos de Al-Ándalus,[nota 3]​ en especial en la poesía árabe en los reinos de taifas.[7]​ Su utilidad y uso en los países de la sociedad de consumo casi han desaparecido, convirtiéndose el cántaro en un objeto de interés etnográfico y en pieza de coleccionismo.[nota 4]

El modelo etimológico de referencia, el kantharos griego, era una gran copa con asas y base estilizada, de uso comunal en comidas, fiestas y rituales.[nota 5]​ Otro claro precedente prerromano del cántaro fue la vasija casi esférica de pasado neolítico (con ejemplos mediterráneos en la cerámica cardial y americanos en el aríbalo incaico); y un tercer modelo serían las vasijas bitroncocónicas (como una central térmica a la inversa) rastreables hasta el primer Milenio a.C. De estas formas primitivas evolucionó el cántaro aguador, manteniendo o mezclando los tres modelos básicos: el ovoide (como un huevo con asas embocado por uno de sus extremos), el globular (más redondo), y el fusiforme (más estilizado, como un pez).[8]

La forma más extendida es el huevo invertido con altos hombros donde apoyan las asas: los modelos más 'anchos de caderas' son habituales en la Meseta ibérica, el Valle del Ebro, Extremadura, Andalucía Occidental y el sur de Portugal. Y los cántaros ovoides más esbeltos, en todo el Levante español, desde Cataluña a Jaén y Granada, incluido Baleares.[9]

De la forma globular, quizá la más primitiva, quedan ejemplos entre las olas gallegas, los toneles asturianos y las tallas y bernegales canarios.[10]

Por su parte, los mejores ejemplos de cántaros fusiformes hay que buscarlos en Aragón (Sestrica, Jarque, Daroca), y piezas derivadas de los alfares desaparecidos de Guadalajara y de algunos focos conquenses.

Piezas alfareras de la familia de los cántaros: cántara, cantarilla y cantarillo, cantarica y cantarico, cantarellet (versión infantil -juguete de barro- del cántaro fragatino)...

Llorens Artigas, en sus estudios sobre cerámica popular española, enumera una relación geográfica de los más distinguidos: Alaejos, Albox, Arroyo de la Luz, Calanda, Cantalapiedra, Cespedosa de Tormes, Daroca, Figueras, Fraga, Guadix, Jiménez de Jamuz, Mota del Cuervo, Magallón, Mallorca, Miravet, Moveros, Nijar, Niñodaguía (Orense), Ocaña, Olivenza, Priego, Tamames, Tamarite de Litera, Totana, Traiguera, Trigueros, Úbeda, Vera y Villafranca de los Caballeros.[11]

A su vez, las variedades regionales son muy numerosas. Sirva de ejemplo la lista de los distintos tipos de cántaros fabricados en Aragón: Alforjero, de aguador, de arrope, blanco -o cántara de reja-, de boca ancha (o de vino), grande de Jarque, de raya, de chorro y boca (Ateca), y el de Sestrica, urdido a mano.[12]

En la vasta cultura alfarera de los pueblos nativos americanos (norte, meso y sudamericanos), existe una rica variedad de modelos de cántaros:

Distintos estudios de las tradiciones folclóricas españolas registran la costumbre, en fiestas, de hacer carreras con el cántaro en la cabeza.[21]

En el País Vasco, se conserva documentación gráfica de ellas en Amorebieta (Zornotza),[22]​ en Ibarra (Orozco) y en Rentería. Del otro lado de los Pirineos, Roland Coquerel recoge esta costumbre en Pouyastruc.

También en Aragón se practican o practicaron carreras o "paseadas de cántaros", así, por ejemplo en: La Litera,[23]Almudévar, Almonacid de la Cuba y Paracuellos de la Ribera.

Otras localidades españolas con carreras de equilibrio: Borobia,,[24]​ en Soria; Añora,,[25]Los Pedroches y Dos Torres, en Córdoba; Montejaque,[26]​ en Málaga; Las Casiñas,[27]​ en Extremadura...

Las seductoras formas de esta vasija la hicieron habitual en el Siglo de Oro de la pintura española. Sugerida en los bodegones de Zurbarán y Luis Eugenio Meléndez, se muestra con precisión en joyas del barroco como El aguador de Sevilla y otras obras tempranas de Velázquez, y a lo largo de la producción pictórica de Murillo.

Goya lo trata en varias ocasiones: Las mozas del cántaro, del Museo del Prado, La aguadora, en Budapest o el inquietante grabado El cántaro roto.[nota 9]

Ya en el siglo XX, lo vemos tanto en los figurativos, desde Romero de Torres a Pichot,[29]​ como en Picasso que lo pintó obsesivamente en sus bodegones y lo decoró en su etapa ceramista.

Asociado al agua, el cántaro ha sido un recurso habitual en los conjuntos escultóricos de las fuentes ornamentales de las ciudades. Su protagonismo resulta más evidente en ejemplos como: la Ninfa del Cántaro de Málaga, la Fuente de la Samaritana, en Zaragoza, o La Rebeca de Bogotá.

Como instrumento musical de percusión (golpeando su boca con la palma de la mano ahuecada), el cántaro sigue utilizándose en Hispanoamérica. En el folclore musical español, su uso en rondallas, pasacalles y grupos de baile prácticamente ha desparecido.

Samaritana (1920), óleo sobre lienzo, por Julio Romero de Torres

La Fuensanta (1929), óleo sobre lienzo

Las hermanas de Santa Marina (1925), óleo sobre lienzo

Cordobesas (1922), óleo sobre lienzo

En la fuente (h.1925), óleo sobre lienzo

Muxidora (1922), óleo sobre lienzo



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