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Cadena (objeto)



Una cadena es un conjunto de eslabones o anillos enlazados entre sí, que sirven para sujetar, estirar y para la transmisión de movimiento en las máquinas. Es un objeto construido mediante eslabones, generalmente metálicos, que se entrelazan unos a otros. Han sido utilizadas desde la antigüedad debido a su fortaleza combinada con flexibilidad.

Sus usos van desde seguridad para mantener algo sujeto, para esto se necesita un Candado que una ambos extremos y para sostener objetos de gran peso.

Los romanos no iban jamás a la guerra sin llevar cadenas de prevención para los prisioneros y las tenían de hierro, de plata y aun de oro, para ponerlas según la clase o rango de los prisioneros o vencidos. Los soldados romanos que se habían distinguido en la guerra recibían en recompensa de sus capitanes algunas cadenas con las que se adornaban como un testimonio de sus buenos servicios o hazañas.

Algunos pueblos antiguos, entre ellos los israelitas, tenían una especie de cadenas de las que habla Jeremías, en cuyo remate había una especie de argolla de figura triangular, en la que hacían meter la cabeza a los prisioneros o esclavos, atando después sus manos con la misma cadena, en los dos ángulos de la base del triángulo o argolla.

Entre los romanos cuando se ponía preso a un hombre se le ataba una cadena en su brazo derecho y la otra extremidad de ella estaba asegurada en el brazo izquierdo del soldado encargado de custodiarle. En ciertas ocasiones, se ponía al preso una cadena en el brazo derecho y otra en el izquierdo, cada una de las cuales estaba asegurada por el otro extremo en el brazo izquierdo de los dos soldados destinados para guardarle.

Cuando un juez quería interrogar en secreto a un preso custodiado de este modo, hacía desatar al soldado y el mismo juez tenía entonces el extremo de la cadena. Este modo de guardar un preso hacía inútil muchas veces la precaución de encerrarlo en una prisión y podía habitar con su guarda una casa particular. No siempre fueron simples soldados los que se ataban con los presos: se vieron algunas veces varios tribunos y centuriones destinados a desempeñar este penoso encargo.

Flavio Josefo cuenta que era costumbre entre los romanos romper las cadenas y no desatarlas cuando un acusado era absuelto de su supuesto delito. Tito mandó traer una segur para romper la de este mismo historiador a fin de que nadie dudase de su inocencia. Los libertos consagraban a los dioses lares las cadenas que habían llevado durante su esclavitud. Horacio hace mención en sus Sátiras de este uso.

Las cadenas de metales preciosos formaban parte de los adornos de los romanos y se hallaron muchas de ellas en las excavaciones que se han hecho en diversas épocas. Además, el mismo Horacio habla de ellas en sus Epístolas.[1]

El simbolismo de las cadenas es variado e incluso opuesta. Con ellas unos se duelen de su esclavitud y de su desgracia, mientras que otros se envanecen de su prosapia y de su poder.

Los romanos nos presentan una prueba de esta antítesis: sus emperadores condecoraban con cadenas a los soldados que se habían distinguido en la guerra por sus hazañas y su valor, al propio tiempo que las imponían a los enemigos que hacían prisioneros en señal de cautiverio y humillación. Pudieran citarse ejemplos semejantes de otros pueblos y de otras épocas. Las cadenas que muchas veces se han aplicado al encarcelado, al cautivo , al esclavo, al deudor insolvente fueron frecuentemente el carácter distintivo de los reyes, de los señores de vasallos, de los nobles y de personas constituidas en dignidad. Entre los Galos pasaba por uno de los principales atributos de los que ejercían poder y entre los ingleses la cadena representaba la dignidad del lord-corregidor de Londres ya durante sus funciones, ya como recuerdo de haberlas desempeñado.

Y en España, podemos observar las opuestas ideas simbolizadas en la cadena. Las armas de uno de los reinos más poderosos y florecientes de la antigua España cristiana representan cadenas de oro cruzadas en campo de gules o sea de sangre y en su centro una esmeralda. Traen su origen de la celebrada batalla de las Navas de Tolosa ganada contra los moros al comenzar el siglo XIII. En ella el rey Don Sancho de Navarra fue quien rompió las cadenas del palenque en que se hiciera fuerte el Miramamolin y entonces adoptó aquel blasón para su monarquía. Otros nobles, por haberse distinguido en este mismo hecho de armas escogieron también el mismo símbolo para perpetuar su gloria como fueron los Mendozas, Peraltas, Estúñigas y otros.

Si en esta ocasión se tomó la cadena como timbre de honor, en otras épocas de la historia hubo de emplearse para castigo de rebeliones o para precaver las que en adelante se temieran. Se sabe que vencida la resistencia de los catalanes a reconocer por rey a Felipe V hubo cierta orden para que no se pudiera usar de cuchillos sino despuntados y colgando de las mesas o paredes por medio de una cadena. Algunas casas particulares que había honrado el rey con su presencia ostentaban cadenas en sus puertas principales como si se quisiera dar a entender que aquel paraje hollado con la planta real quedaba cerrado para toda otra persona, en alusión sin duda a que en la etiqueta antigua de palacio, las puertas y cerraduras se llamaban cadena, de donde viene el oficio de porteros de cadena. Estos signos desaparecieron con la caída del régimen absoluto, juzgándose incompatibles con el que se inauguraba.[2]

Algunos significados figurados de cadena merecen conocerse:



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