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Esmeralda



La esmeralda[1]​ es la variedad verde del berilo, un mineral ciclosilicato de berilio y aluminio de fórmula química Be3Al2(SiO3)6, que contiene además pequeñas cantidades de cromo y, en algunos casos, vanadio, que le proporcionan su característico color verde.[2]​ El peso específico oscila entre 2,65 y 2,90 y posee una dureza de 7,5 a 8 en la escala de Mohs.[2]​ La mayoría de las esmeraldas son altamente incluidas,[3]​ por lo que su tenacidad (resistencia a la rotura) se clasifica como generalmente pobre.

Es una piedra preciosa muy valorada. Ya en la antigüedad las piedras de color verde, como la malaquita, y la variscita fueron muy apreciadas. La esmeralda une a su color verde especialmente intenso la propiedad de ser transparente o al menos traslúcida, y su mayor brillo al ser pulida. Su nombre, posiblemente persa, significa piedra verde y su tonalidad ha dado nombre al color verde esmeralda.

Técnicamente, la esmeralda es una variedad de berilo cuyo color se debe a la presencia de cromo y/o vanadio. Su valor como gema depende críticamente de su grado de transparencia. La esmeralda casi opaca es relativamente común y se encuentra en muchos países, pero su valor es actualmente muy limitado. La esmeralda de calidad gema debe ser transparente, aunque casi nunca está libre de inclusiones e imperfecciones internas, el llamado "jardín de la esmeralda", y es mucho más rara.

La esmeralda de calidad gema se encuentra en gran cantidad en Colombia, ya que es el principal productor mundial de esmeraldas de calidad gema. Mención especial merece la esmeralda trapiche, que se encuentra en algunas minas de Colombia, por su extraña forma de estrella debido al crecimiento del cristal en varias direcciones. Su nombre procede del cilindro dentado utilizado en los trapiches para extraer el azúcar de la caña.

Otros yacimientos están situados en Brasil, especialmente en el estado de Bahía. En este país se obtienen muchas esmeraldas de baja calidad, utilizadas sin tallar, asociadas a la roca encajante, como material de decoración o para coleccionismo. Pequeños yacimientos en los que aparece ocasionalmente material gema, pero de interés especialmente para los coleccionistas, se encuentran en Estados Unidos (especialmente en Carolina del Norte).

En la región de Sikait-Zabara, en Egipto, existen unas minas de esmeraldas que posiblemente fueron explotadas hace 3500 años. Con los criterios modernos, a la vista de los yacimientos conocidos actualmente, la calidad del material es muy baja, pero durante siglos fue el principal yacimiento del Viejo Mundo. Muchos años después del descubrimiento de las esmeraldas, Cleopatra llegó a poseer esas minas, pues sentía una especial fascinación por estas piedras. [cita requerida] En África se encuentran esmeraldas de calidad gema en Zambia, especialmente en el distrito de Ndola, así como en Mozambique y Zimbabue.

En Europa, las minas más importantes fueron las situadas en Rusia, en la zona de Ekaterinburgo, región de los Urales. Generalmente su transparencia no es muy grande. En algunos yacimientos aparecen asociadas al crisoberilo de la variedad conocida como alejandrita. Yacimientos del mismo tipo se encuentran en Austria, en la región de Salzburgo, y en España, en Pontevedra.[4]

En Asia, los yacimientos más importantes están en Afganistán, en la provincia de Nuristán y en el Valle de Panjshir. Los de la India, en Tamil Nadu y en Rajastán, se conocen desde antiguo, aunque la calidad del material es mediocre. También se han encontrado esmeraldas, aunque muy raramente de calidad gema, en diversas localidades australianas.

En la Edad Media, fue símbolo de Juan el Apóstol. Para los alquimistas, es la piedra de Venus.

La superstición, desde tiempos muy remotos, ha atribuido a esta piedra virtudes milagrosas, tales entre otras como las de impedir los síntomas de la epilepsia y de romperse cuando el mal había llegado a tal estado de violencia que no podía ella vencerle; de acelerar el parto cuando la ataban al muslo de la mujer que se hallaba en el trance de dar a luz. Finalmente, el polvo de la esmeralda curaba la disentería y las mordeduras de los animales venenosos.

Los pueblos del valle de Manta, en Ecuador, adoraban una esmeralda del tamaño de un huevo de avestruz; la enseñaban en los días de las fiestas mayores, y los indios corrían de todas partes para ver a su diosa y ofrecerle otras esmeraldas. Los sacerdotes y caciques hacían entender a los creyentes que la esmeralda madre estaba muy contenta, porque le presentaban a sus hijas, logrando con esta estratagema reunir una gran cantidad de piedras preciosas. Cuando los expedicionarios españoles conquistaron la región, según se dice, encontraron todas las hijas de la diosa pero los indios supieron ocultar tan bien a la madre que aún no ha podido averiguarse su paradero.[5]



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