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Californio (México)



Californio es un término utilizado para identificar durante la época de la Monarquía Hispánica y los primeros 38 años de México como país independiente a los pobladores de la Alta California así como a los habitantes de la península de Baja California (llamada originariamente California y después Vieja y Baja California), territorio desde 1848 bajo dominio estadounidense tras su victoria en la Guerra de Intervención Estadounidense. Tras esta guerra de ocupación el término sigue empleándose como gentilicio de los habitantes de la península de Baja California, que siguió siendo mexicana.

Entre los californios estaban los descendientes de colonos agrícolas y sus acompañantes en México. La mayoría eran de orígenes mixtos, por lo general mestizos (europeos y nativos americanos), en contra de representaciones de los medios populares en los libros y las películas en los Estados Unidos, como el Zorro. Pocos eran de españoles “puros”, ya fueran peninsulares o criollos. Los españoles, y más tarde, los funcionarios mexicanos animaron a la gente de las provincias del norte y oeste de México, así como personas de otras partes de Hispanoamérica, en particular Perú y Chile, para establecerse en California, prometiéndoles más adelante otorgarles la ciudadanía mexicana.

Gran parte de la sociedad californiana vivía en ranchos o asentamientos agrícolas cerca de las muchas misiones religiosas españolas de la zona, que fueron estableciéndose entre los siglos XVIII y XIX. A principios del siglo XIX existían ya 21 misiones católicas a lo largo del Camino Real. California producía la mayor cantidad de cuero de vaca y sebo en América del Norte, lo que propulsó las exportaciones a través de buques mercantes de Boston. Los buques puestos en San Diego, San Juan de Capistrano, San Pedro, Los Ángeles, San Buenaventura, Monterrey y San Diego, en la actual (San Francisco).

En el período virreinal tardío (finales del siglo XVII y XVIII), la población de México se estima que estaba cerca de un millón de indios y cien mil españoles. Los colonos agrícolas y familiares que fundaron las ciudades históricas de San José de Guadalupe y La Reina de Los Ángeles eran principalmente mestizos y de la entonces provincia de Sonora y Sinaloa. Los reclutadores en México de la Expedición Fernando Rivera y Moncada, que fueron encargados de fundar una comunidad agrícola en Alta California, tuvieron dificultades persuadiendo a la gente a emigrar a un aislado puesto de avanzada. La mayoría de los colonos fueron reclutados en zonas del noroeste de México.

La población inicial que fundó el Pueblo de Los Ángeles en 1781 fueron once familias, es decir, las familias de los colonos agrícolas, y 64 soldados que los escoltaban. Sólo la mitad eran criollos y el resto eran mestizos, indios.

En una sociedad de frontera, el origen étnico-racial era menos relevante que en otras zonas de México. El criterio importante era si se trataba de ‘’gente de razón’’, término utilizado para distinguir a los pueblos que eran culturalmente hispanos (no vivían en las comunidades indígenas tradicionales y habían adoptado el catolicismo). También servía para diferenciar a los colonos mexicanos y a los californios de origen indio de los indígenas californios, que se consideraban pueblos bárbaros. El gobernador Pío Pico era descendiente de colonos mestizos y criollos.

En el período comprendido entre 1850 y 1900, los descendientes de los colonos originales alimentaron el mito de que eran exclusivamente de origen español, lo que se debe en parte a su lucha contra las actitudes racistas de los inmigrantes anglo-americanos que llegarían durante y después de la fiebre del oro de California. Esto puede ser visto además como los inicios de la lucha por un mayor reconocimiento en la nueva situación en que se encontraban. Al reclamar un sustrato totalmente europeo, los californios, trataron de evitar la discriminación.

El gobernador mexicano de California, Pío Pico, se vio obligado a abandonar a los californios al comienzo de la invasión de EE. UU., por lo que estos se vieron en la necesidad de organizar una milicia para su defensa. Al principio obtuvieron bastantes victorias como la del sitio de Los Ángeles el 30 de septiembre de 1846. Finalmente los californios fueron derrotados en enero de 1847 después de que EE. UU. mandase refuerzos por tierra desde Santa Fe. Los californios del sur firmaron el Tratado de Cahuenga, poniendo fin a las hostilidades en la región. Al año siguiente México firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo, que aceptaba la soberanía estadounidense sobre California el 2 de febrero de 1848.

Durante la década de 1840 los inmigrantes europeos y angloamericanos en la Alta California, la mayoría de ellos ilegales, ya se habían levantado contra el dominio mexicano. Entre ellos destacaba John Sutter, un terrateniente originario de Suiza y fundador de Nueva Helvetia, conocido actualmente como Sacramento. La revuelta contra el gobierno mexicano, que pretendió establecer la llamada República de California, fue dirigida por John Frémont, en un principio de forma independiente. Sacramento se hizo famosa en 1848 tras encontrarse oro en las orillas del río Americano, desatándose la llamada Fiebre del oro de California.

Cuando miles de inmigrantes angloamericanos llegaron a las tierras conquistadas, aumentaron las tensiones entre los nuevos ocupantes y los californios, produciéndose quemas de ganado y cosechas, así como usurpaciones ilegales de tierras en las que incluso se permitían construir casas. Teóricamente las autoridades de EE. UU. reconocían a los californios todas sus propiedades, sin embargo para ello la prueba de carga recaía por un período de tiempo limitado en ellos, no en los intrusos, por lo que se promovía efectivamente la ocupación ilegal de tierras.

Ya en la época de 1830 los californios se diferenciaban de los inmigrantes mexicanos del interior promulgando leyes excluyentes para otorgar concesiones de tierras tras la disolución de las órdenes religiosas que llevaban las misiones en 1834. Estas leyes favorecieron la parcelación de tierras de misión, que habían sido otorgadas a mexicanos e indios durante muchos años. Muchos mexicanos y los indios eran capaces de hacer valer sus derechos a las tierras de misión, pero no les dieron los papeles oficiales para documentar las reclamaciones.

Tras el descubrimiento de oro en 1848, el Congreso de los Estados Unidos creó una Junta de Comisionados de tierras para determinar la validez de los títulos de propiedad de tierras españolas y mexicanas en California. El senador de California, William M. Gwin presentó un proyecto aprobado por el Senado y la Cámara de Representantes que se convirtió en la Ley de 3 de marzo de 1851. Según esto a menos que los propietarios presentasen pruebas que apoyen su propiedad en dos años esta podía pasar automáticamente al dominio público.

Esta disposición era contraria a los artículos VIII y X del Tratado de Guadalupe Hidalgo, que garantizaban la plena protección de todos los derechos de propiedad a los ciudadanos mexicanos. La Comisión confirmó el tiempo de las 604 813 reivindicaciones menores que recibieron, pero el costo de litigio, las encuestas y los permisos obligado a la mayoría de los grandes propietarios de tierras y ranchos californios a perder su propiedad. Esta tierra fue repartida a los colonos estadounidenses bajo la Ley Homestead de 1862. El Tratado protegía asimismo el derecho a la educación de los californios y sus descendientes.

La huella de los californios no ha desaparecido. Mucha gente en la zona conserva todavía una fuerte identificación con este grupo. Su historia como pueblo ha animado la lucha del movimiento chicano La Raza en EE. UU., que veía a la población california-mexicana como la originaria de este territorio obviando los reclamos de comunidades indígenas como miwok de la costa, ohlone, wintun, yokut, así como otras tribus nativas americanas que habitaron la región miles de años antes de la colonización europea.

Otros descendientes arguyen que bajo el periodo californio existió una sociedad sin tensiones étnicas entre mexicanos, indios, mestizos e inmigrantes de EE. UU. que se desarrolló durante más de 150 años comenzando por la fundación de Nuestra Señora de Loreto Conchó en 1697. Desde este punto de vista se consideran una agresión a su tierra, sus negocios y su sociedad, alumbrada bajo los ideales norteamericanos del Destino Manifiesto.

La novela Ramona (1884), escrita por Helen Hunt Jackson ofrece también un buen retrato de la cultura california.

El personaje de ficción de El Zorro llegó a ser el "californio" más destacado gracias a historietas, películas y la serie de televisión de la década de 1950 si bien los hechos históricos de aquella época a veces se pierden en la trama. Aunque en la realidad , Diego de la Vega era un imnigrante originario de Sinaloa que llegó al estado debido a la crisis económica de México de 1808.

Alexander V. King estimó que en EE. UU. existían entre 320 000 y 500 000 descendientes de californios en 2004.



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