Caonabo ( ?- 1496) fue un cacique caribe de la isla La Española, en la región Cibao (actual República Dominicana), a la llegada de Cristóbal Colón. Caonabo era el jefe del cacicazgo taíno de Maguana, aunque según Hernando Colón, Caonabo era oriundo de las tribus caribes, algo que contribuyó a que fuera especialmente temido por los otros caciques. Era muy conocido por sus habilidades de combate y por su ferocidad. Estaba casado con Anacaona, que era hermana de otro cacique de llamado Bohechío.
El 13 de enero de 1493, tratando de desembarcar en la costa norte de La Española para abastecerse, Colón sufrió un ataque de flechas por parte de Caonabo y su tribu, en un lugar llamado Punta Flecha (en la península de Samaná).
Algo después del ataque de Punta Flecha, recibió la visita de algunos españoles del fuerte La Navidad. Incitado por su mujer Anacaona, Caonabo mató a Rodrigo de Escobedo, Pedro Gutiérrez y varios de sus hombres; poco después atacó por la noche La Navidad destruyéndolo y asesinando a los españoles que al mando de Diego de Arana, habían quedado para su guardia.
Cuando Colón regresó de España a finales de noviembre de 1493, no encontró superviviente alguno de los 39 hombres que había dejado y halló el fuerte La Navidad completamente destruido. Inmediatamente supo por el cacique Guacanagarix que el culpable había sido Caonabo.
En marzo de 1495, Caonabo también intentó atacar la fortaleza de Santo Tomás, pero fue derrotado por Alonso de Ojeda. Su hermano Manicatex trató de rescatarlo en un ataque frontal que los españoles convirtieron en una masacre. Caonabo maldijo a Ojeda y le dijo que, cuando muriera, sería pisoteado por su pueblo.
Según fray Bartolomé de Las Casas, el cacique Caonabo fue apresado por medio de un ardid urdido por Alonso de Ojeda. Cuenta Bartolomé de Las Casas en Historia general de las Indias, libro I, capítulo CII: "El ardid fue aqueste: que como los indios llamasen al latón nuestro turey, e a los otros metales que habíamos traído de Castilla, por la grande estima que dello tenían como cosa venida del cielo, porque llamaban turey al cielo, y así hacían joyas dellos, en especial de latón; llevó el dicho Alonso de Ojeda unos grillos y unas esposas muy bien hechas, sutiles y delgadas, y muy bruñidas y acicaladas, en lugar de presente que le enviaba el Almirante, diciéndole que era turey de Vizcaya, como si dijera cosa muy preciosa venida del cielo, que se llamaba turey de Vizcaya. Llegado Ojeda a la tierra y pueblo del rey Caonabo, que se decía la Maguana (...) dijeron a Caonabo que eran venido allí cristianos que enviaba el Almirante y que le traían un presente de su parte, que llamaban turey de Vizcaya (...) y dícese que Ojeda se hincó de rodillas y le besó las manos, y dijo a los compañeros: «haced todos como yo». Hízole entender que le traía turey de Vizcaya, y mostrole los grillos y esposas muy lucidas y como plateadas y, por señas y algunas palabras que ya el Ojeda entendía, hízole entender que aquel turey venía del cielo y tenía gran virtud secreta, y que los guamiquinas o reyes de Castilla se ponían aquello por gran joya (...) y suplicole que fuese al río a holgarse y a lavarse, que era cosa que mucho usaban, y que allí se los pondría donde los había de traer, y que después vendría caballero en el caballo, y parecería ante sus vasallos como los reyes o guamiquinas de Castilla. (...) Después de haberse lavado y refrescado, quiso, de muy codicioso, ver su presente de turey de Vizcaya, y probar su virtud, y así Ojeda hace que se aparten, los que con él habían venido, un poco, y sube sobre su caballo, y al rey pónenle sobre las ancas, y allí échanle los grillos y las esposas, los cristianos, con gran placer y alegría, y da una o dos vueltas cerca de donde estaban por disimular, y da la vuelta, los nueve cristianos junto con él, al camino de la Isabela, como que se paseaban para volver, y poco a poco, alejándose hasta que los indios que lo miraban de lejos, porque siempre huían de estar cerca del caballo, lo perdieron de vista".
Tras ser capturado y entregado a Cristóbal Colón, su cautiverio fue con grilletes en una sala de la casa de Colón en La Isabela. Fue presentado a Colón y se le dijo que él era el jefe de "los blancos", pero Caonabo se negó a reconocer como jefe a Colón por considerar que el jefe tenía que ser Alonso de Ojeda, que era el que le había capturado.
Colón determinó que no podía condenarlo a muerte, siendo uno de los cinco caciques principales de la isla, y resolvió llevarlo a España para que se presentara ante los Reyes Católicos. Fray Bartolomé de las Casas explica que se mandó a Caonabo en una flota que partió del puerto de La Isabela en 1496, conjuntamente con un cargamento de indios esclavos, produciéndose entonces un huracán en el mismo puerto que hundió el barco donde viajaba, provocando que Caonabo muriese ahogado. Hernando Colón afirma que la muerte se debió al propio indómito carácter de Caonabo, que le llevó a morir de tristeza en su cautiverio en el propio barco.
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