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Carbonato de plomo



El término albayalde (del árabe al-bayūd, ‘blancura’) designa al carbonato básico de plomo (II), un pigmento empleado tradicionalmente en pintura artística, y, por extensión, también al color de ese pigmento. Son sinónimos de albayalde: blanco de plomo, cerusa, blanco de cerusa, cerusita, blanco de cerusita, blanquíbolo y orín de plomo..[1]​ Cerusa proviene etimológicamente del antiguo griego keros (cera) que pasó al latín "cera", "cerussa". [2]

Ha sido un error, en algunas regiones, atribuir su composición química como óxido de plomo.

Químicamente se trata de un sólido blanco de fórmula 2 PbCO3·Pb(OH)2, composición determinada por el químico y naturalista sueco Torbern Olof Bergman[cita requerida] en 1774. El color del albayalde es blanco, con un tinte rojo amarillento casi imperceptible.[3]

El uso del albayalde en pintura presenta dos inconvenientes importantes:

Curiosamente, el envejecimiento del blanco de plomo de una pintura basada en un medio acuoso no consiste en que aquel se oscurece, sino en que se torna amarillento, mientras que en una al óleo el albayalde puede volverse transparente (al saponificarse en contacto con el aceite de linaza).[4]​ El ennegrecimiento puede observarse en otro tipo de trabajos, como manuscritos iluminados.[3]​ También se ha observado que la pintura de blanco de plomo se decolora al mezclarla con pigmentos que contengan azufre, y ante la acción de los ácidos y de los álcalis.[4]

Aunque el mineral hidrocerusita es idéntico en composición al blanco de plomo, no fue utilizado como pigmento; el albayalde siempre fue de elaboración humana, considerándoselo en consecuencia un pigmento artificial.[5]

Fue utilizado como pigmento desde la antigüedad hasta principios del siglo XIX. Durante siglos fue el único color blanco de calidad empleado en la pintura al óleo. En esta disciplina era muy valorado, ya que confería a los óleos una mayor rapidez de secado y mejoraba la elasticidad, la adherencia, la resistencia y la durabilidad de los colores.[4]

La primera mención escrita sobre la fabricación y el uso del blanco de plomo aparece en el tratado Sobre las piedras de Teofrasto (372–287 a. C.), alumno de Aristóteles. También lo mencionan Marco Vitruvio —en su obra De architectura (c. 15 a. C.)— y Plinio el Viejo —en su Naturalis Historia (c. 77 d. C.)—.[4]

Las hetairas griegas empleaban el albayalde, mezclado con miel, como mascarilla para el rostro. La mantenían toda la noche y al levantarse se lavaban el rostro con agua fría, aplicándose posteriormente otra capa de la misma mezcla pero más diluida, que le confería a su tez un color blanquecino.

Los escritos de la antigüedad clásica y de la Edad Media indican el uso de plomo metálico y vinagre como punto de partida para la elaboración de blanco de plomo. Más adelante se utilizaron procedimientos que también se basaban en someter el plomo a un entorno ácido, como exponerlo a ácido acético, orujo de uva, vapores ácidos y sustancias fermentadas. Esto provocaba la formación de una costra blanca sobre el plomo metálico, la cual era raspada y pulverizada, obteniéndose así el blanco de plomo.[4]​ Para poder pintar con esta sustancia se la mezclaba con aceites.

Hasta el siglo XIX el albayalde era el único pigmento blanco usado en pintura artística, pero a partir de entonces comenzó a ser sustituido por el blanco de cinc (sulfuro de cinc) y el blanco de titanio (dióxido de titanio), y su comercialización declinó.[6]

El albayalde también fue muy usado en el pasado para pintar paredes,[4]​ mientras que el llamado «ungüento de albayalde» era una pomada que se usaba para tratar las infecciones.

Las pinturas basadas en plomo tienen muchas aplicaciones, aunque las preocupaciones relacionadas con su toxicidad se han enfocado principalmente en las que se usan en pintura de caballete, en juguetes infantiles y para pintar viviendas. Desde 1978 EE. UU. ha prohibido la venta de pinturas que contuviesen más de 90 partes por millón de plomo, y restricciones similares rigen en varios otros países.[4]

Se ha señalado, sin embargo, que tomando ciertas precauciones (no comer, beber ni fumar durante su uso, y lavarse las manos a conciencia después de usarlo) el blanco de plomo en forma de pintura o pasta puede utilizarse de manera segura en pintura artística, pero se desaconseja el uso del pigmento en polvo, que es fácil de inhalar.[4]

En España se prohibió en 1908 el trabajo de mujeres y niños en industrias peligrosas, incluida la de producción de cerusa. En 1924 España se adhirió al acuerdo adoptado en 1921 por la III Conferencia Internacional del Trabajo de prohibir el uso de la cerusa en la pintura, aunque su aplicación efectiva se retrasó hasta mayo de 1931 y con numerosas excepciones, de tal modo que tuvo un alcance limitado.[7]

En la actualidad, el sulfuro de cinc y el dióxido de titanio ofrecen un color blanco excelente sin ser tóxicos ni oscurecer con el tiempo. Además, el precio de mercado de las tres sustancias es parecido.



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