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Carlos Martel



Carlos Martel (en latín, Carolus Martellus; en alemán, Karl Martell) (Herstal, Bélgica, 23 de agosto de 686[1]​- Quierzy-sur-Oise, Francia,[2]22 de octubre de 741[3]​) fue Mayordomo del Palacio del reino de Austrasia desde el año 715 hasta su muerte. Uno de sus hijos, y de su primera mujer, Rotrudis de Tréveris, fue Pipino el Breve (llamado el Breve o Pipino III). Según el manuscrito medieval "Crónica de Saint Denis", Carlos Martel debe su sobrenombre a que «como el martillo (martel) quiebra y machaca el hierro, el acero y los demás metales, así quebró él y machacó a sus enemigos».

A la muerte de su padre Pipino de Heristal (714), Carlos, que ya tenía 28 años, pasó a ocupar la plaza de mayordomo de palacio. Pero como era bastardo, Plectruda, esposa de Pipino, instigó para echarle del poder a fin de que lo ocupara su hijo Thiaud, que contaba entonces 6 años y era el heredero legítimo. Carlos fue encarcelado.

Sin embargo, diversas provincias del reino no aceptaban que una mujer las gobernara, y las revueltas empezaron a estallar, primero en Neustria en 715, cuando Rainfroi —mayordomo del palacio de Neustria— venció a Thiaud en el bosque de Cuise y condujo a sus tropas hasta las orillas del Mosa. El norte de Italia se sublevó después y se adhirió a Neustria; le siguieron Sajonia y Austrasia.

En ese momento Carlos se evade de la cárcel (715) y se pone al frente de las revueltas de Austrasia. En primer lugar tiene que enfrentarse a los neustrianos y saldrá victorioso en dos batallas: Amblève (716) y Vichy (21 de marzo de 717). Entonces se dirige a Colonia, donde reside Plectruda con su hijo, a quien no le queda más remedio que reconocer la derrota y dejar el poder de Austrasia en manos de Carlos.

En 732, Carlos Martel derrotó a las fuerzas árabes del califato omeya en la Batalla de Poitiers.

Una vez en el poder, Carlos instala en el trono a Clotario IV, destronando a Chilperico II, y repudia al obispo de Reims, Rigoberto, favorable a Plectruda. Poco a poco recupera el control de todo el reino franco, venciendo primero a Rainfroi, el mayordomo de palacio de Neustria, después a Eudes, duque de Aquitania. Para reunificar el reino franco deberá combatir de nuevo con Neustria hasta someterla definitivamente tras la derrota en la batalla de Soissons. Quiere, asimismo, reconquistar la frontera este del reino; de 720 a 738 conquista Austria y el sur de Alemania. De esta manera quedará restablecido el reino franco como lo estaba bajo el reinado de Pipino de Heristal.

Tras la muerte de Clotario IV, se verá obligado a reponer en el trono a Chilperico II. Cuando este fallece en 721, Carlos va a buscar, entonces, al monasterio de Chilles al hijo de Dagoberto III, Teodorico IV, con quien tenía una relación extremadamente afectiva, y le instala en el trono.

En 732 Martel tiene que hacer frente a los ejércitos musulmanes del gobernador de al-Ándalus, Abderramán. La península ibérica estaba ocupada por los árabes y sus aliados los bereberes desde el 711, que continuaron su avance hacia el norte cruzando los Pirineos. En 725 habían conquistado ya el Languedoc y gran parte de la Borgoña actual e intentaban llegar al centro del territorio franco. La intervención del duque de Aquitania, Eudes, pudo detener en 721 el primer embate en Toulouse y, aliándose con el gobernador bereber de Septimania, Munuza, consiguió que los musulmanes se retiraran a la península. Eudes le ofrece su hija en matrimonio a Munuza, pero este muere en un enfrentamiento con el gobernador de al-Ándalus, Abderramán, que, enfurecido, lanza una expedición punitiva contra Aquitania. En 732 comienza una importante ofensiva a través de la frontera, con el fin, entre otros, de tomar el santuario de San Martín de Tours.

El duque Eudes no puede hacer frente él solo a esta acometida y solicita la ayuda de Martel. El 19 de octubre de 732 ambas fuerzas se reúnen en Moussais (actual departamento de Vienne), entre Tours y Poitiers. El ejército franco comandado por Carlos Martel contaba con una infantería veterana de 15 000 a 75 000 hombres. En respuesta a la invasión musulmana, los francos habían evitado las antiguas vías romanas, esperando coger desprevenidos a los invasores. Según las crónicas musulmanas de la batalla, los árabes fueron sorprendidos al encontrarse con unas fuerzas tan importantes que se oponían al saqueo previsto de Tours y esperaron seis días mientras vigilaban al enemigo. El séptimo día, el ejército musulmán de 60 000 a 400 000 hombres, a cuyo frente iba Abderramán, se lanzó al ataque. Los francos derrotaron al ejército islámico y el emir murió.

Tras la muerte de Abderramán, surgieron los conflictos entre los generales supervivientes y los musulmanes abandonaron el campo de batalla al día siguiente, emprendiendo el camino de retorno. Según algunos autores, Carlos fue apodado Carlos Martillo tras esta victoria, dado que había machacado a las tropas mahometanas cual un martillo (el martillo era un arma de combate). Según otros autores, aprovechando la debilidad del duque Eudes, se amparó en los obispados del Loira y descendió hasta el Midi, saqueándolo concienzudamente y matando a todos los jefes musulmanes que residían allí desde hacía tiempo. Se supone que es entonces cuando le dan el sobrenombre de Martillo. En todo caso, es un apelativo que le da prestigio y atempera a posibles enemigos, y que contribuyó, en gran medida, a la creación del mito de Carlos Martel.

Las tropas musulmanas no son vencidas en todos los frentes. Toman Aviñón y Arlés y en 735 atacan la Borgoña. Muchos señores borgoñones pactan con los árabes. Carlos Martel les obliga a retirarse al valle del Ródano en 736, conquista Aviñón en 737 con su hermano Childebrando, pero no consigue Narbona. Se alía con los lombardos para reconquistar la Provenza. Todos los señores que habían colaborado con los árabes son castigados y sus bienes repartidos entre los guerreros francos. A los árabes ya sólo les queda Narbona. Estas batallas contribuyeron a unificar el reino franco en torno a Carlos Martel.

Para ganarse al apoyo y afecto de los aristócratas francos que le habían ayudado y ayudaban, Carlos Martel entregaba grandes sumas de dinero y tierras, unas provenientes de los territorios recién anexionados, de confiscaciones y también aquellas sin dueño, pero cuando no bastaban ordenaba a la secularización de una buena parte del patrimonio de la Iglesia, que era la mayor terrateniente del reino franco. Además comenzó a intervenir en el nombramiento de obispos y abades a favor de personas que carecían de las mínimas condiciones morales para ejercer cargos.

A raíz de ello, la Iglesia fomentó la imagen de Carlos como un expoliador del patrimonio eclesiástico y vulnerador de las prerrogativas y libertades al designar cargos que, en teoría, no atañían a su persona. Huelga decir que el acicate fue que era hijo bastardo, a pesar de que hubiese sido el "salvador de la cristiandad" tras la Batalla de Poitiers.

Carlos Martel no cayó muy bien en los Estados Pontificios, pero el papa Gregorio III nada hizo al respecto por no querer romper las relaciones con el reino franco ya que el advenimiento lombardo representaba una seria amenaza. El rey lombardo Liutprando, aliado de Carlos Martel, atacó Roma en venganza del apoyo papal al Ducado de Spoleto. El papa Gregorio III pidió ayuda a Carlos Martel con una embajada que llegó ante el mayordomo de Austrasia, por lo que Carlos apenas mandó una legación a Roma para que garantizase un pacto de no agresión a los Estados Pontificios a cambio de que el rey lombardo pudiera ocupar Rávena; así quedó saldada una empresa que hacía peligrar la integridad del papado.

Lo único que quedaba para Carlos era mitigar las hostilidades de gran parte del clero franco.

A la muerte de Teodorico IV (737), Carlos, afianzado en su gran poder, decide no escoger sucesor alguno, asume todo el poder del reino franco y reina, ilegalmente, hasta su muerte.

A su muerte, su poder es repartido entre sus dos hijos:

Carlos Martel murió el 22 de octubre de 741 en Quierzy. Fue enterrado en la Basílica de Saint-Denis a petición suya: de hecho, había mandado educar allí a su hijo Carlomán.[4]

Aunque no obtuvo jamás el título de rey, pese a tener más poder que los soberanos francos de la época, la dinastía merovingia estaba en ese momento en plena decadencia. Su poder marcó las primeras bases de la línea carolingia, confirmada por la consagración de Pipino el Breve el 28 de julio de 754. Hasta entonces, se denomina línea pipíada.



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