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Castidad



Castidad es la virtud que excluye o modera el apetito y los actos sexuales. Es una forma de la virtud de la templanza, que controla de acuerdo con la recta razón el deseo y el uso de aquellas cosas que aportan los mayores placeres sensuales. La castidad, empero, se alía con la abstinencia y la sobriedad; pues, así como por esta última los placeres de la función nutritiva se ven rectamente regulados, por la castidad el apetito procreativo es restringido adecuadamente.[1]

En las religiones de la antigüedad, principalmente en los cultos ctónicos, las motivaciones de la fecundidad no eran la atracción sexual o el placer erótico de tal manera que para esa religiosidad, la fecundidad era expresión de algo sagrado, una expresión de la transmisión de vida, todo ello en relación con la Madre Tierra y la fertilidad agraria. Desde ese punto de vista se prestaba poca atención a la castidad. Romper con la maldición de la esterilidad o sacrificar la virginidad son dos modos, para este tipo de religión, de comunión y de salvación.[2]​ Sin embargo, aunque no fuese universal, era tenida en cuenta a veces, por ejemplo por el hierofante de Eleusis o diferentes tipos de sacerdotisas, que debían guardar la castidad según escribió el geógrafo Pausanias o el filósofo Epicteto. La costumbre más frecuente era practicar la castidad solo durante el tiempo en que ejercían sus funciones sacerdotales.[3]

La palabra castidad deriva de castigarcastigare, castum agere — si bien el concepto es diferente al significado en castellano que viene a ser una acción punitiva, sino que el significado en Teología moral es que la castidad limpia, regula y corrige los defectos de la concupiscencia de la misma forma que un maestro o educador conduce los impulsos y las tendencias de un niño para orientarle hacia un camino correcto y adecuado.[4]

Sin embargo hay que tener en cuenta una cuestión fundamental: «No hay virtud posible sin caridad que es la forma, la raíz, el fundamento y la madre de las demás virtudes»[5]​ Por esto, todas las virtudes morales son, en el fondo, distintas formas de la caridad; distintas formas del amor a Dios que es el vínculo de la perfección.[6]

La castidad es la integración de la sexualidad en la persona y, por tanto, la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. El Cristianismo considera la castidad como virtud que ayuda a cumplir con las funciones sexuales con las que los humanos nacen. Sostiene que ayuda a la procreación junto a la razón. Considera que por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad, todo ello para ser feliz. Para el cristianismo no es una negación de la sexualidad sino un fruto del Espíritu Santo y consiste en el dominio de sí mismo, en la capacidad de orientar el instinto sexual hacia causas que han definido como morales ligadas al crecimiento espiritual y corporal de las personas según sus enseñanzas.[7]

La persona que es casta conserva la integridad de las fuerzas de amor y de vida que se han depositado en ella y es precisamente esta integridad la que asegura la unidad de la persona, la que no tolera la doble vida ni el doble lenguaje.(cf. Mt 5,37) La castidad es una pedagogía de la libertad humana, es un aprendizaje del dominio de sí mismo por lo que la conclusión es clara: o la persona controla sus pasiones y se convierte en dueño de sí, o se deja dominar por ellas y es desgraciado.[8]​ La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a poner racionalidad ante los apetitos y las pasiones de la sensibilidad humana. Este dominio de sí es obra de toda la vida, es un esfuerzo reiterado en todas las edades, la castidad tiene unas leyes de crecimiento, es una tarea personal pero también es un esfuerzo cultural ya que ambos crecimientos, el de la sociedad y de la persona están mutuamente condicionados.[9]

Las principales ofensas contra la castidad son:

La castidad ofrece en el cristianismo una preparación espiritual para el sacerdocio, el matrimonio, la vida religiosa o el celibato. Los ministros consagrados (sacerdotes, obispos) se comprometen a vivir en celibato. El voto de castidad es obligatorio para los miembros de órdenes religiosas tanto masculinas como femeninas. Sin embargo este voto absoluto no es requerido en otras confesiones cristianas, tales como las protestantes.

Según la moral cristiana la castidad eleva el amor en la vida consagrada a Dios. Aunque en el matrimonio, se estima el amor corporal porque contribuye a fortalecerlo en los esposos.

Para la fe cristiana la castidad como virtud verdadera no es posible para el hombre con sus solas fuerzas o determinaciones. Es decir, el hombre y la mujer necesitan de la gracia de Dios para poder realizar esta virtud, obtenida por medio de los sacramentos y la oración. Es así como lo expresa San Agustín en sus confesiones.

Todo cristiano es llamado a la castidad. El cristiano se ha "revestido de Cristo" (Ga 3, 27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad.

La castidad no se vive de la misma forma por todas las personas; la virtud de la castidad «debe calificar a las personas según sus diferentes estados de vida»: unas viven el «celibato consagrado» o la virginidad la cual es una manera evidente de dedicarse más fácilmente a Dios con un corazón indiviso —indiviso corde—; a otras, según la forma que, para ellas, determina la ley moral, ya sean casadas o celibatarias: las casadas están llamadas a vivir la «castidad conyugal»; las otras practican la castidad de la continencia.

En el cristianismo las parejas de novios deben practicar la castidad, y en este caso, la abstinencia sexual hasta el matrimonio. En esta prueba los novios han de ver la esperanza de un recibimiento el uno y el otro de Dios, también deben descubrir el sentido del mutuo respeto y, también, un aprendizaje de la fidelidad.[12]​ En estos términos, las relaciones sexuales son castas sólo dentro del matrimonio, pero solamente si cumplen los fines del matrimonio cristiano, esto es, evitar los usos pecaminosos con la propia esposa y el sexo extramarital, "Castidad y continencia no es lo mismo, un hombre casado es incontinente, pero se mantiene casto si hace el amor marital con virtud".[13]​ Las dos últimas formas de castidad (viudez y virginidad) contemplan una completa abstinencia de placeres eróticos.

El Primer Concilio Lateranense se celebró en Roma, con la Basílica de San Juan de Letrán como sede, y desarrolló sus sesiones entre el 18 de marzo de 1123 y el 11 de abril del mismo año y fue convocado por el papa Calixto II en diciembre de 1122.

En el Canon 3 decía de forma expresa y clara que:

Un importante número de personas no eligen sus condiciones homosexuales; esta constituye una auténtica prueba para la mayoría de ellos. La postura de la Iglesia católica respecto a los homosexuales es que estos deben vivir en castidad, exactamente igual que otra persona soltera, debiéndose apoyar para ello en la oración, la comunidad y los sacramentos. También indica la Iglesia católica que deben ser acogidos con respeto y delicadeza por lo que deberá evitarse cualquier tipo de discriminación injusta contra ellos. Como cualquier otra persona, están llamados a realizar la voluntad de Dios en su vida; y si son cristianos, a unir las dificultades que puedan encontrar a causa de su condición al sacrificio de la cruz de Cristo.[15]

Las personas homosexuales también están llamadas a la castidad mediante virtudes de dominio de sí mismo, al igual que las que tienen la condición de heterosexualidad. La Iglesia católica propone, que, a veces, para hacer más fácil la consecuación de estas virtudes, el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental puedan y deban acercarse gradualmente a la perfección cristiana.[16]

Muchas escuelas relacionadas con el tantra o la magia sexual han condenado la castidad en su sentido moral. En la Enseñanza Secreta del Octavo Grado, la castidad se describe "como una corrupción y castración de la humanidad... culpa de esa tiranía y superstición que se llama cristianismo".[17]

Los valores del Islam son semejantes al cristianismo en muchos puntos, pero también existen diferencias. Para los musulmanes la virginidad masculina y femenina antes del matrimonio es importante. Una mujer u hombre que no es casto (ya sea por prostitución, sexo prematrimonial o infidelidad) degrada generalmente su estatus social. La homosexualidad para el islam es un acto contra natura. Por ello en muchos países aún existe la pena capital para quienes no lleven a cabo las reglas propias de la castidad musulmana.

Para la mayoría del pueblo hindú, el hinduismo es una filosofía total, que comprende la religión y el estilo de vida. Este antiguo sistema de pensamiento indica a los hindúes cómo deben orar, lavarse, comer, incinerar a sus muertos, vestirse, hacer negocios y comportarse sexualmente..

Todas aquellas prácticas sexuales que hayan sido consensuadas y aceptadas por los hombres nunca pueden ser consideradas negativas, en cualquiera de sus aspectos, como pueden ser la homosexualidad, la prostitución.

El término castidad y los límites de esta son muy variables entre las diferentes sociedades, existen factores que influyen en la visión de la castidad y la sexualidad: religión, tradiciones, educación sexual.

Los romanos habían divinizado la castidad y la representaban vestida como una matrona romana, teniendo un cetro en la mano y a sus pies dos palomas blancas. De este modo se ve representada en el reverso de una medalla de la joven Faustina.

En otras partes, está vestida de blanco y velada apoyándose en una columna y con un ramo de cinamomo en la mano. Tiene además una criba o cernero lleno de agua aludiendo a aquella vestal romana que se dice que hizo esta experiencia en justificación de su castidad. Cochin añade algunas monedas a sus pies, una serpiente cuya cabeza aplasta y carbones encendidos sobre los cuales camina.

Otros iconologistas la han dado por símbolo el armiño, con un cinturón sobre el cual se leían estas palabras: Me castigo: yo me reprimo. Al pie de la figura suele ponerse un Amor con el arco roto y los ojos vendados.[18]



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