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Virtud



Una virtud es una disposición de la persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como el bien, la verdad, la justicia y la belleza.[1]​ La virtud se opone al vicio, y tiene una gran importancia para la vida ética.

El mundo griego daba una gran importancia a la virtud, que veía como la excelencia o la plenitud que puede alcanzar una realidad y, de modo especial, el hombre. El término usado, que puede traducirse de diversas maneras, es areté. Con esta palabra, que va más allá de lo que hoy se conoce como virtud, se alude a "la perfección y plenitud de las potencias constitutivas de una naturaleza".[2]

Sócrates opinaba que la virtud es aquello que nos ayuda a conseguir el bien mediante razonamientos y la filosofía.

Platón plantea que el ser humano dispone de tres poderosas herramientas: el intelecto, la voluntad y la emoción. Para cada una de estas existe una virtud: la sabiduría, la valentía y el autocontrol. La sabiduría permite identificar las acciones correctas, saber cuándo realizarlas y cómo realizarlas. El valor permite tomar estas acciones a pesar de las amenazas, y defender los ideales propios. El auto-control permite interactuar con las demás personas y ante las situaciones más adversas cuando se está realizando lo que se debe hacer para lograr los fines propios.

A estas tres virtudes se añade una cuarta, la justicia, que permite convivir en derecho responsablemente y con seguridad ya que sin seguridad podrías salir de tu casa y ser asaltado (por falta de justicia).

Aristóteles elabora, en sus éticas (por ejemplo en la Ética nicomáquea) amplias reflexiones sobre la virtud, que divide en dos grandes grupos:Éticas y diaforéticas.

Los estoicos sostenían que la virtud consistía en actuar siempre de acuerdo con la naturaleza, que, para el caso del ser humano, concebido como ser racional, se identifica con actuar siempre de acuerdo con la razón, evitando en todo momento dejarse llevar por los afectos o pasiones, esto es, todo lo irracional que hay en nosotros, que no puede controlarse y por tanto debe evitarse. Los estoicos consideraban que la virtud, como facultad activa, era el bien supremo.

La Edad media recoge diversas definiciones de virtud. Una está presente en santo Tomás de Aquino, que ve la virtud como cierta perfección de una potencia o facultad. [3]

Las virtudes cardinales son cuatro virtudes morales de conducta enunciadas por Platón en el contexto de la tradición filosófica clásica y que ejercieron gran influencia sobre el pensamiento posterior del cristianismo. Sobre ellas gira y descansa toda la moral humana,[4]​ y son principios de otras virtudes derivadas o en ellas contenidas.[5]​ Estas son:

El término virtud deriva del vocablo latino vir, varón, el cual a su vez viene de vis, fuerza. De esta manera la virtud, en un sentido originario, sería la fuerza propia del hombre. Y desde esta significación física el término fue adquiriendo una significación analógica más espiritual y finalmente moral. La virtud es un: "hábito operativo bueno". Es una disposición permanente que inclina, de un modo fuerte y firme, a una potencia para actuar conforme a la recta razón. Por eso constituye una cierta perfección o complemento de la potencia. “El nombre de virtud denota una cierta perfección de la potencia. Ahora bien, la perfección de cada ser se considera principalmente por orden a su fin. Pero el fin de la potencia es el acto. Por consiguiente, se dice que una potencia es perfecta cuando está determinada a su acto”.

La teología cristiana, a partir del estudio de las escrituras, en comparación a las virtudes filosóficas, a determinado los conceptos de:

Las virtudes teologales:

Las virtudes cardinales:



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