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Caza de ballenas



La caza de ballenas consiste en la obtención de recursos a partir de cetáceos, principalmente misticetos. El término "ballena" en sentido estricto se reserva a los integrantes de la familia Balaenidae.

Los primeros registros de esta actividad se remontan al menos al 3000a.C.[1]​ Concretamente, el más antiguo del que se tiene constancia es el yacimiento de los Petroglifos de Bangudae. Varias comunidades costeras desde hace mucho tiempo han cazado y recolectado ballenas varadas para su subsistencia. La caza industrial de las ballenas comenzó en el siglo XVII. A principios del siglo XX, el uso de la tecnología y el aumento en la demanda de recursos superaron el límite sostenible por las ballenas, causando el descenso en las poblaciones de éstas. Durante la década de 1930, más de 50000 ballenas fueron sacrificadas cada año.

En 1986 la Comisión Ballenera Internacional (CBI) prohibió la caza comercial, con el fin de permitir que las poblaciones de cetáceos puedan recuperarse. Sin embargo, se les permite a ciertas comunidades continuar con la cacería de subsistencia, como parte de su cultura. Además, el artículo VIII de la convención que reglamenta la caza de la ballena permite la cacería con fines científicos.[2]

La caza de ballenas se realiza desde tiempos prehistóricos. En un inicio se limitaba a la captura de animales en la costa. Al pasar los siglos, la técnica de caza comenzó a mejorar, usando pequeñas embarcaciones en mar abierto para asustar a los cetáceos con ruido y llevarlos a la costa. Esta forma de cacería era usada con especies pequeñas, como ballenas piloto, belugas, narvales y marsopas[3]

En la Edad Media, desde las atalayas de los pueblos de la costa del mar Cantábrico los vigías daban la alarma cuando las ballenas, escapando de las aguas frías del mar del Norte, se acercaban a estas costas. Entonces se preparaban pinazas con 10 o 15 remeros y un arponero que clavaba el arpón en la cabeza del animal, comenzando una dura lucha hasta que el animal era vencido y se lo remolcaba hasta la costa.[4]

El desarrollo de las técnicas de caza de ballenas modernas fue estimulado en el siglo XIX por el aumento de la demanda de aceite de ballena.[5]​ La práctica de esta caza conoció un gran auge con la aplicación de medios industriales a partir del siglo XIX, sobre todo en Europa y Rusia.

La guerra ruso-japonesa, ocurrida entre el siglo XIX y el XX, tenía como motivo central el acceso a los recursos balleneros del mar de Japón (mar del Este) y del Pacífico Norte.[6]

Durante el siglo XX, la población global de cetáceos descendió drásticamente.[7]

En los datos presentados en el libro ''Leviatán, o la ballena'' se puede apreciar el incremento de la caza de ballenas en este siglo y lo urgente que resultan las acciones políticas contundentes para evitar que estos seres desaparezcan muy pronto.

Incluso después de la Segunda Guerra Mundial, conflicto durante el cual la mayoría de botes balleneros fueron readecuados para utilizarlos con fines bélicos, la caza continuó siendo indiscriminada; en 1948, el ballenero Balaena capturó más de tres mil ballenas.[8]​ Para una nación hambrienta, la labor de buques como este fue una contribución importante a la reconstrucción: "4.500 toneladas de carne, 163.000 barriles de aceite comestible (destinado a fabricar margarina), 10.000 barriles de esperma, 170 toneladas de extracto de carne y otras 3.000 toneladas de carne para convertir en forraje para ganado".

Solamente en 1956, en una fábrica rusa, fueron procesadas más de 980 toneladas de piel de ballena para ser convertidas en suelas de zapatos.

Debido a la falta de control y regulación en la caza de ballenas se estima que durante el siglo XX trescientas sesenta mil ballenas azules murieron presa de buques balleneros. Para 1960, la población de estos seres se estimó en mil individuos.[8]

Con el fin de proporcionar una adecuada conservación y así hacer posible el desarrollo controlado de la industria ballenera, en 1946 se crea la Comisión Ballenera Internacional. En el año 1986 se dictamina una moratoria que terminó con la cacería comercial de cetáceos, pero que permite la llamada cacería científica, además de la cacería de subsistencia para ciertas comunidades en las que esta actividad forma parte de su cultura.[2]

Actualmente, los países miembros del CBI no pueden cazar ballenas por razones comerciales, pero está permitido cazar con fines científicos. Debe considerarse que esta regulación fue redactada cuando no existían otras alternativas prácticas para la obtención de información que no fuera la muerte del animal.[20]

La información obtenida por el Centro de Estudios Cetológicos de Japón ha sido catalogada por el comité científico de la CBI como pobre e innecesaria. Estos estudios dan como resultado miles de toneladas de carne que es comercializada en Japón.[21]​ Algunas de estas publicaciones (que se llevan a cabo desde 1977) se refieren al contenido estomacal rorcual Sei, sin embargo, este tipo de estudio no proporciona por lo general nada más que una instantánea de las presas consumidas recientemente y no necesariamente la dieta del animal. Otras especies dentro del programa de caza (científica) de Japón incluyen al rorcual aliblanco, rorcual tropical y cachalote, con el fin de estudiar su papel en el ecosistema. Hoy en día para la recolección de información como el sexo, edad, niveles hormonales, etc., no es necesaria la muerte del cetáceo, pues se puede obtener mediante exámenes de sangre y biopsias.

El sitio wikileaks publicó que existen negociaciones entre Japón, Australia y Nueva Zelanda para permitir la caza comercial de cetáceos en aguas territoriales niponas a cambio de disminuir la supuesta caza científica en aguas antárticas.[22]

El 16 de febrero de 2011 Japón informó la suspensión temporal de la supuesta caza científica en la Antártida debido a las constantes presiones de activistas, sobre todo de Sea Shepherd.[23]



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