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Ceca



Una ceca es un lugar donde se fabrica o emite moneda. También se conoce como casa de moneda o casa de la moneda.

El famoso numismático Basilio Sebastián Castellanos de Losada ofrece la siguiente definición:

La palabra ceca proviene de la voz árabe sikka (en árabe سكّة), que significa moneda y troquel. La voz árabe forma parte también de la frase dar al-sikka (en árabe دار السكّة) cuyo significado es literalmente «casa de la moneda». Un troquel es una pieza frecuentemente cilíndrica hecha de metal duro con los mismos detalles y forma que aparecerán en la moneda, pero en el troquel están incisos o en negativo. El troquel se emplea en la acuñación de la moneda siendo golpeado por un martillo y golpeando, a su vez, al cospel, que es la pieza metálica, generalmente cilíndrica, que tiene dos caras y ambas son diferentes. Acuñar significa batir, troquelar, imprimir por medio de cuño o troquel, es decir, darle forma y relieve, por medio de un golpe o de presión, al trozo de metal que se pone entre la sufridera y el troquel.

La fabricación de moneda, desde los inicios de su aparición como medio de pago, fue un proceso artesanal, en medios apropiados en cada momento y lugar. Con los griegos y romanos evolucionó en alguna forma, pero hasta el siglo XVI, la llamada acuñación se vino haciendo sin cambios más destacables que los de anteriores épocas.

La acuñación de moneda durante toda la Edad Media era facultad especial del monarca en funciones. La Casa Real poseía su propia ceca, que consistía en pequeños talleres de herreros y grabadores, talleres ambulantes, que viajaban con la corte.

Los musulmanes de la península ibérica estaban más adelantados que los reinos hispanos en cuestiones de sistema monetario y de cecas, por lo tanto estos monarcas aprendieron de ellos y supieron ponerse al día en una cuestión tan importante.

El monarca español Alfonso VI dio el primer paso en la modernización del proceso de acuñación pues fue el primero en acuñar moneda propia y crear dos casas de moneda estables en las ciudades españolas de Toledo y León. Las monedas que salían de estos establecimientos se llamaban moneda regis o denarios regis y se fabricaron con una aleación de plata y cobre, denominada vellón, que es una palabra del idioma francés billon que significa, lingote. Con los años, la plata fue sustituida por acero o latón.

Las cecas eran pocas y, aunque estables, seguían pareciéndose más a un pequeño taller artesanal que a una fábrica importante de hacer dinero. Hasta que en 1553, un ingeniero alemán llamado Brücher diseñó dos máquinas que vinieron a revolucionar el proceso de acuñación. Una de ellas era el Laminador, máquina accionada por un molino que conseguía láminas de metal de un espesor constante cuando hacía pasar el lingote repetidas veces entre dos cilindros o rodillos de metal duro. La otra era la Prensa de volante que conseguía la fuerza necesaria para la estampación gracias a la inercia de un gran volante.

Estas máquinas, de dimensiones considerables, debieron ser instaladas en locales mayores en tamaño a los tradicionales talleres. A partir de estos inventos, comenzaron a sucederse las mejoras en el proceso. En 1830, el ingeniero suizo Jean Pierre Droz inventó el sistema de virola partida, con lo cual se conseguía acuñar las dos caras de la moneda a la vez y también el canto o borde de la moneda.

La acuñación del canto era de gran importancia. Las monedas antiguas llevaban el cuño por ambas caras, con el cual el rey garantizaba el peso en metal de la moneda, pero quedaban unos rebordes más o menos grandes e irregulares. Una manera de robo era recortar moneda, de modo que con varios recortes se tenía metal para hacer otra.

La expresión De la ceca a la meca es un dicho muy común entre los hispanohablantes, y significa ir de acá para allá, algo alocadamente.[2]​ Hay que tener en cuenta que ni ceca quiere decir en este caso “casa de moneda”, ni meca hace referencia tampoco a La Meca, la ciudad sagrada de los musulmanes. Es más, es un dicho que ha venido reflejándose siempre sin el artículo “la”, que es algo añadido recientemente. Se decía “andar de ceca en meca”. En El Quijote, Miguel de Cervantes pone en boca de Sancho Panza:

Se trata simplemente de dos palabras empleadas como adverbio de lugar, palabras que suenan bien y que se emplean para enfatizar como tantas otras, por ejemplo, oxte ni moxte, el oro y el moro, tiquis-miquis, teje-maneje o troche y moche. Los lingüistas hacen la observación de que casi siempre la segunda palabra empieza con la letra m.

Hay quien sostiene que el dicho sí tiene que ver con sus significados puesto que con él se quiere indicar que se anda de lo mundano y de lo apegado a lo material (casa de moneda) hacia lo espiritual y a lo religioso (la ciudad sagrada para los musulmanes).[3]​ Por lo tanto, tiene un sentido de crítica a quienes quieren hacer ver a los demás que tienen valores morales, sin tenerlos, pues su única moral es amontonar dinero y propiedades.



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