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Club de Señoras



El Club de Señoras fue una institución social y cultural fundada en Santiago, la capital de Chile, en 1915. Creado por damas de alta sociedad de la época, el Club incentivó el rol de la mujer en la sociedad.[1]

Todos estos factores propiciaron el espíritu de reunión de las mujeres chilenas, que en otras latitudes ya había dado lugar a varias organizaciones femeninas, entre ellas, Les Dames de France en París, el Consejo Nacional de Mujeres en Buenos Aires y Entre nous en Uruguay.[2]

El Club de Señoras se originó en julio de 1915, cuando, a raíz de algunas diferencias con el Círculo de Lectura de Señoras,[3]​ un grupo de damas aristocráticas, entre ellas, Delia Matte Pérez, Luisa Lynch, Inés Echeverría y Manuela Herboso de Vicuña, se reunieron con la idea de fundar un «Club de Señoras»,[4]​ aunque este no comenzó a funcionar sino hasta el año siguiente, en unas dependencias de calle Huérfanos, cerca del Cerro Santa Lucía.[5]​ Posteriormente, el Club se trasladó al Palacio Ovalle Vicuña.[6][7]​ Así, su primera presidenta fue Delia Matte Pérez, quien se mantuvo en dicho cargo hasta su muerte en 1941.

Sobre la idea de fundar un club femenino, se ha estimado que el Club surgió como una forma de imitar los clubes masculinos de la época, particularmente el Club de la Unión,[8]​ lo que Luisa Lynch califica como una «insensatez», rechazando las opiniones de aquellos que consideraban que el Club de Señoras constituía un intento de hacer un «Club de la Unión con faldas».[9]​ Acerca de la motivación que impulsó sucreación, Inés Echeverría señaló que:[10]

Por ello, Kirkwood no dudó en afirmar que el Club «nace como defensa de una clase y de una condición».[11]​ Echeverría apuntó también, como factor que propició la fundación del Club, a la necesidad que sentían las mujeres de reunirse en torno a sus «ideales de progreso».[12]

En su inicio, el Club no tenía lineamientos fijos.[4]​ Lynch propugnó por un fin más bien benéfico y «altruista».[13]​ Sin embargo, al ser dictados los estatutos del Club, se comenzó a perfilar su ideario. Así, el documento da cuenta de una temprana intención de desmarcarse del feminismo,[14]​ —movimiento con el cual fueron posteriormente vinculadas—[15]​ y su finalidad declarada era, en términos generales, «proteger todo aquello que pueda propender al cultivo de lo bueno y bello en el alma de la mujer»,[16]​ teniendo para ello un amplio radio de acción: en el arte, la ciencia, la música, la literatura, los idiomas, las flores, la beneficencia y, «en fin, en el bien y en la belleza en todas sus formas».[14]​ Esta orientación que tomó el Club lo hizo finalmente distinguirse de otras instituciones de la época, como la Liga de Damas Chilenas y la Asociación de Señoras contra la Tuberculosis, que eran organizaciones eminentemente benéficas,[17]​ lo que no obstó a que el Club realizara actividades de corte benéfico.[18]

Las mujeres participantes del Club pertenecían a la clase alta de la sociedad.[19]​ No obstante, y a pesar de ser caracterizadas como «devotas católicas»,[19]​ el Club no nació bajo el alero clerical,[20]​ y sus lideresas no seguían las directrices de la Iglesia católica[21]​ ni de ninguna otra religión en particular.[22]​ Con todo, las dirigentes del Club mantuvieron una relación cordial con el clero,[23]​ e incluso, altos dignatarios de la Iglesia concurrieron al Club y algunos miembros de la misma dictaron conferencias en él.[24]​ También han sido caracterizadas como simpatizantes del liberalismo[19]​ y progresistas.[7]

Sin embargo, la existencia del Club —y otras instituciones, como el citado Círculo de Lectura— no fue pacífica: aun antes de su formación, el periódico La Unión despotricó contra él,[25]​ y durante su vigencia, fue fuertemente resistida por los sectores conservadores de la época, en el ámbito civil y religioso,[26]​ y tanto por hombres como por mujeres, que veían en esta un peligro para el «orden familiar»,[27]​ y el papel de la mujer en este,[28]​ arguyendo que el Club podía alentar a las mujeres a apartarse del «santo recinto del hogar».[9]

El Club distinguía cuatro categorías de socias,[29]​ a saber:

Por su parte, las cuotas de incorporación variaban según de quien se tratara: para señoras, $200, y para las hijas de familia, $100, mientras que la cuota anual para señoras era de $100, y para las hijas de familia, $100 cada una.[30]

El Club se organizaba en una junta directiva, una secretaria, una tesorera, una junta calificadora y una comisión revisora de cuentas. Solo las socias fundadoras tenían derecho a ser elegidas como directora, secretaria o tesorera.[30]​ La administración estaba a cargo de la junta directiva, compuesta por tres socias fundadoras, que se renovaba anualmente en una Asamblea General Ordinaria, pudiendo ser reelegidas indefinidamente.[31]​ La secretaria y tesorera debían ser socias fundadoras que no formaran parte de la junta directiva, y eran elegidas por esta en su primera reunión como tal.[32]​ La junta calificadora tenía por misión pronunciarse sobre la admisión de nuevas socias,[33]​ y a la comisión revisora de cuentas le correspondía revisar el balance general.[34]

Una de las principales actividades del Club eran las conferencias que se dictaban en sus dependencias sobre temas de interés social y de «positiva utilidad práctica».[35]​ Estas conferencias, dictadas tanto por hombres como por mujeres prominentes de la época, versaban sobre distintos tópicos. Martina Barros Borgoño dictó varias conferencias, entre ellas, sobre la necesidad de contar con el sufragio femenino,[n 1][36]Felipe II y el Monasterio de El Escorial,[37]​ la autoría de las obras de Shakespeare,[38]​ y sobre diversas mujeres distinguidas de la época.[39]

Ernestina Pérez, la segunda mujer en Chile en obtener el grado de Doctora, realizó también conferencias sobre los microbios,[40]puericultura [41]​ y alcoholismo, el último para demostrar lo perjudicial del consumo cotidiano de alcohol y apoyar la «campaña anti-alcohólica» del Presidente Arturo Alessandri,[40][42]​ haciendo además un llamado a la aprobación del «Proyecto de Represion del Alcoholismo y enfermedades de trascendencia social» presentado por el Diputado Vicente Adrián.[43]

Dictaron también conferencias en el Club el mismo Presidente Alessandri, sobre la situación legal de la mujer;[44]Alberto Mackenna Subercaseaux, sobre el Club y su formación;[45]Elvira Santa Cruz Ossa, sobre el feminismo;[46]Ismael Valdés Valdés, sobre el «anticuado régimen de elección presidencial»;[47]Misael Correa Pastene, sobre François-René de Chateaubriand;[48]Luigi Stefano Giarda, sobre Giacomo Puccini;[49]María Mercedes Vial, sobre la aristocracia;[50]Emilio Vaisse, sobre la obra Knock de Jules Romains;[51]​ el director de Pacífico Magazine Armando Donoso, el diplomático Emilio Rodríguez Mendoza;[52]​ el escritor argentino Manuel Baldomero Ugarte,[5]​ el diplomático colombiano Laureano García, el poeta español Francisco Villaespesa,[48]​ entre otros.

Otros tipos de actividades consistían en bailes, recepciones a príncipes, intelectuales, jefes de Estado y militares,[53]​ exhibiciones cinematográficas, conciertos,[54]​ notas artísticas,[35]​ declamación de poesía —Samuel Lillo recitó varios poemas inéditos en el Club—,[45]​ clases sobre diversos temas,[55]​ entre ellos, historia literaria, literatura francesa, arte decorativo, idiomas, baile y música, e higiene.[4]

Si bien a las actividades podían asistir tanto mujeres como varones,[56]​ estas estában destinadas principalmente a las primeras.[57]

Además, en sus dependencias se ponía a disposición de las socias del Club los principales periódicos y revistas de Santiago y el extranjero, así como la biblioteca del Club.[55]

Otra iniciativa fue la Tienda «Protección al trabajo femenino», fundada 1 de abril de 1925 por Dorila Pizarro de Torrealba y auspiciada por el Club de Señoras,[58]​ y cuyo objetivo era «estimular a la mujer al trabajo, en todas sus formas. Ayudar a ésta en la lucha por la vida. Levantar, idealizar y ennoblecer el trabajo de la señora y de la señorita de sociedad».[59]

El Club y sus actividades tuvieron un impacto social, político, cultural y hasta sanitario. Su incidencia en la arena política[60]​ puede ilustrarse en el hecho de que, en 1917, influido por el Club de Señoras, el Partido Conservador presentó un proyecto de ley para conceder derechos cívicos a las mujeres,[28][27]​ iniciando así el «diálogo entre las mujeres organizadas y los partidos politicos».[27]​ Su rol como institución precursora del feminismo en Chile también ha sido realzada;[61]​ representante de un «feminismo refinado», marcando una transición entre el pasado y el futuro,[62]​ se ha estimado que fue, junto a otras instituciones de la época, el «germen» que daría lugar a los partidos políticos feministas que se fundarían en la década de 1920[19]​ y la «primera piedra» en la construcción del proyecto de independencia moral y material de la mujer.[53]​ En sus memorias, Martina Barros lo grafica de la siguiente manera:

Se ha destacado además la influencia que tuvo esta institución en el desarrollo intelectual y artístico de las mujeres.[4][63][64]​ También se le ha dado crédito por iniciar la práctica, por parte de centros culturales, de ofrecer conferencias a las cuales podían asistir toda clase de personas, sin distinción de algún tipo.[65]

En el ámbito sanitario, particularmente importante fue la conferencia dictada en 1917 por Ernestina Pérez sobre los microbios, pues el Presidente de la República Arturo Alessandri, en ese entonces Senador, asistió a la conferencia e, influenciado por ella, gestionó en el Congreso Nacional la aprobación del Código Sanitario, lo que ocurrió mes y medio después.[40]



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