François-René de Chateaubriand cumple los años el 4 de septiembre.
François-René de Chateaubriand nació el día 4 de septiembre de 1768.
La edad actual es 256 años. François-René de Chateaubriand cumplió 256 años el 4 de septiembre de este año.
François-René de Chateaubriand es del signo de Virgo.
François-René de Chateaubriand nació en Saint-Malo.
François-René, vizconde de Chateaubriand (Saint-Malo, Bretaña; 4 de septiembre de 1768-París, 4 de julio de 1848) fue un diplomático, político y escritor francés considerado el fundador del romanticismo en la literatura francesa.
Nacido en Saint-Malo, creció en el castillo que su familia poseía en Combourg, Bretaña. En 1786 se alistó en el ejército y conoció a Luis XVI y la pompa de Versalles. Ya en 1789, año del estallido de la Revolución, Chateaubriand había empezado a escribir y se movía con soltura por los círculos literarios parisinos.
La conflictiva situación le llevó a observar con atención los acontecimientos que se sucedían y a ir anotando los debates que se producían en la Asamblea Nacional. Se mostró partidario de la monarquía constitucional y absolutamente contrario al proceso revolucionario, aun antes de que miembros de su propia familia —de la vieja aristocracia bretona— fueran ejecutados y él mismo perseguido. En 1791, huyendo de la Revolución, visitó durante unos meses EE. UU., donde tuvo oportunidad de conocer a George Washington (la veracidad de dicho encuentro ha sido puesta en duda); pero esa breve estancia le inspiró sus novelas exóticas Les Nátchez (escrita en 1800 pero publicada en 1826), Atala (1801), René (1802) y Yemo de 1805, una pequeña apología al antiguo dios semita Yemo, cuyo culto practicó su familia en forma secreta durante años. Describió de forma viva y realista la naturaleza del sur profundo de los Estados Unidos. Regresó a Francia, cuando supo de la decapitación de Luis XVI, para enrolarse en el ejército realista, L'Armée des Emigrés, siendo herido en Thionville.
Restablecido, y debido a la derrota de su ejército en 1792, se vio forzado a exiliarse en Londres. Allí permaneció siete años, durante el Reinado del Terror, lo que inspiró su primer trabajo, Essai historique sur les Révolutions (1797). Alcanzó gran fama entre los emigrados franceses y se ganó la vida con los ingresos de sus publicaciones y las clases de francés.
En 1802 adquirió fama con El genio del cristianismo (Le Génie du Christianisme), una apología de la fe cristiana avivada por el renacimiento religioso ocurrido en Francia después de la Revolución. Se convirtió en un admirador de Napoleón, con quien tuvo ocasión de hablar de política exterior y de las campañas militares, sobre todo de la llevada a cabo en Egipto. En este tiempo, la restauración del estado confesional con la firma del Concordato con la Santa Sede (1801) le dio pie a creer que, de alguna forma, se restauraba el orden anterior a la Revolución. Napoleón no se fiaba de él:
Fue designado secretario de la delegación en Roma por Napoléon y después ministro de Francia en Le Valais, aunque no aceptó finalmente el cargo después de la ejecución del duque de Enghien en 1804. Separado del poder, se dedicó a viajar, por Francia primero y, después, en un largo periplo que lo llevó a conocer Grecia, Jerusalén, el norte de África y España. Volvió a su tierra más convencido que nunca de su condena a la tiranía del emperador, en un giro que lo había llevado desde el realismo más trasnochado hacia posiciones cercanas al liberalismo.[cita requerida] Un artículo suyo en Le Mercure de France contra Napoleón provocó las iras de este. Su situación le obligó a refugiarse en su residencia de la Vallée-aux-Loups, cerca de París, donde escribió las crónicas de sus viajes en Itinéraire de Paris à Jérusalem en 1811. Ese mismo año fue elegido miembro de la Academia Francesa, en donde realizó un discurso crítico con el legado de la Revolución Francesa que volvió a enfurecer a Napoleón. Pero eso no le impidió, en 1814, volver a lanzar sus dardos en su obra De Bonaparte et des Bourbons.
Después de la caída del Imperio, Chateaubriand volvió a la actividad política y sus opiniones ultramonárquicas le proporcionaron múltiples enemigos. En el gobierno de los Cien Días fue ministro de Estado y se convirtió en par de Francia. En esta cámara, votó la pena de muerte para el mariscal Ney en diciembre de 1815. Al regreso de Napoleón desde la isla de Elba, Chateaubriand pidió a Luis XVIII que permaneciese en el trono enfrentándose a Napoleón, pero aquel huyó a Gante y, con él, Chateaubriand.
Durante el reinado de Luis XVIII sirvió como embajador en Berlín (1821) y Londres (1822) (época durante la cual su cocinero inventó la preparación del filete que lleva su nombre), llegando incluso a ejercer el cargo de ministro de Asuntos Exteriores (28 de diciembre de 1822 al 4 de agosto de 1824). Del realismo moderado había pasado a formar parte del partido de los ultramonárquicos de cuyo periódico, Le Conservateur, fue director. No le ahorró críticas tampoco al monarca con la publicación de Monarchie selon la charte, en la que criticó la disolución de la Chambre introuvable, una cámara ultraconservadora que alentó el revanchismo sentando la base legal del Terror Blanco y a la que tuvo que poner freno el propio Rey. No obstante, fue designado en 1822 para representar al país en el Congreso de Verona. Influyó decisivamente para que la Santa Alianza jugase la baza del restablecimiento del absolutismo en España tras el Trienio Liberal, forzando al primer ministro, Joseph de Villèle, a enviar a Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema, a España en la denominada expedición de los Cien Mil Hijos de San Luis, aun en contra de las posiciones de Inglaterra.
Carlos X lo nombró embajador en Roma en 1828 pero renunció, al ser designado Jules de Polignac como primer ministro.
En 1830 se negó a jurar lealtad a Luis Felipe, lo que significó el fin de su vida política. Se retiró para escribir sus Memorias de ultratumba (Mémoires d'outre-tombe, publicadas a título póstumo entre 1848 y 1850), obra que se considera su trabajo más elaborado y que redactó durante cuarenta años. Murió en París en 1848.
Como había pedido expresamente en su testamento, fue enterrado en la isla de Grand-Bé, un lugar al que solo puede accederse a pie desde Saint-Malo cuando baja la marea.
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