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Colectividad (España)



La colectividad en España era cada una de las instituciones económico-sociales inspiradas en los principios anarcosindicalistas. Se formaron durante la situación revolucionaria que acompañó a la guerra civil en diversos puntos de la geografía española. Cuatro de los casos más conocidos fueron las empresas colectivizadas en la ciudad de Barcelona, las colectividades agrarias de Aragón, las de la Comunidad Valenciana y las de la Región de Murcia.

En Barcelona las colectividades ejercieron un papel de gestión similar a las cooperativas, sin patronos, al ser controlado todo por sus propios trabajadores. Servicios de la ciudad como los transportes urbanos fueron gestionados por colectividades. En el campo de Aragón, la Comunidad Valenciana, Región de Murcia y otros puntos de la geografía española, las colectividades agrarias ejercieron de comunas; al papel empresarial, se le unió el de institución que sustituía a los poderes locales de los municipios en los que se creaban, llegando en muchos casos a abolir el dinero y la propiedad privada (unos de los principios de la sociedad anarquista socialista). Algunas de las colectividades aragonesas más significativas fueron las de Alcañiz, Alcorisa, Barbastro, Calanda, Fraga, Monzón o Valderrobres. A mediados de febrero de 1937, se realizó en Caspe un congreso cuyo propósito era crear una federación de colectividades al que acudieron 500 delegados en representación de 80 000 colectivistas aragoneses. A lo largo del frente de Aragón el Consejo de Aragón de influencia anarquista y presidido por Joaquín Ascaso había asumido el control de la zona. Tanto el Consejo de Aragón como estas colectividades no estaban bien vistas desde el gobierno de la República, por lo que el 4 de agosto el Ministro de Defensa Nacional, Indalecio Prieto, cursó órdenes al Ejército y la 11.ª División del comandante Enrique Líster fue enviada de "maniobras" a Aragón, disolviendo el Consejo de Aragón el 11 de agosto. .

En la Comunidad Valenciana se creó por iniciativa libertaria el CLUEA (Consejo Levantino Unificado de Exportación de Agrios) que comerciaba con diversos países de Europa, también de tipo campesino numerosas localidades y en la ciudad de Elche llegando a una total socialización de sus industrias y comercios.

La Confederación Nacional del Trabajo prefiere utilizar el término colectividad o socialización sobre cooperativa como quedó reflejado en el acta de su V Congreso celebrado en 1979, por pensar que el primero es más próximo a la idea original del colectivismo.

Se trataba de un régimen de trabajo colectivo en el que se expropiaban las tierras de los aristócratas y terratenientes, que se juntaban con las tierras de los colectivistas que poseían algo de terreno. También se juntaban animales, herramientas y sobre todo, el trabajo, que a partir de entonces ya se haría colectivamente, por turnos o bien controlado por el comité de la colectividad. Se realizaban asambleas periódicas para controlar lo que estaba haciendo la colectividad. Y de cara a afuera se negociaba con otras colectividades y se fomentaba el intercambio.

En muchas aldeas y pueblos se llegó incluso a abolir el dinero y sustituirlo por vales firmados o sellados por los comités. Aunque algunas colectividades tuvieron problemas con las autoridades republicanas (la 11ª División de Líster entró en Aragón para disolverlas en agosto de 1937), otras, como las de Castilla, Región de Murcia o Andalucía, pudieron funcionar con más o menos fortuna hasta 1939, cuando las disolvieron las tropas franquistas.



La tónica del latifundismo en el campo español, heredero del caciquismo decimonónico, propició una amplia inquietud entre el campesinado. Las desamortizaciones del siglo XIX no habían conseguido modificar sustancialmente la estructura de la propiedad del suelo y el proceso de reforma agraria de la República no había colmado las expectitivas de cambio. De esta manera, a raíz del alzamiento de sectores conservadores del ejército el 18 de julio de 1936, se inició un proceso revolucionario en el que los campesinos expropiaron a los terratenientes y organizaron comunidades autogestionadas basadas en la propiedad colectiva de los medios de producción. A este fenómeno se le ha llamado colectivización.

Las colectividades se creaban a través de distintos medios. En los lugares donde los sublevados contra la República no habían triunfado, los ayuntamientos o los propios campesinos iniciaban la colectivización.

En los pueblos en los que los sublevados había triunfado el avance de las columnas de milicianos de la Confederación Nacional del Trabajo propiciaba las colectivizaciones, siguiendo la tesis de que guerra y revolución eran inseparables.

Este tipo de colectivizaciones no fue tan voluntaria como las anteriores.

En Aragón se formaron colectividades agrarias que se estructuraban por grupos de trabajo de entre cinco y diez miembros. A cada grupo de trabajo, la colectividad le asignaba un trozo de tierra para trabajar del que era responsable. Cada grupo elegía un delegado que representaba sus opiniones en las reuniones de la colectividad. Un comité de gestión era responsable del funcionamiento cotidiano de la colectividad. Este comité se ocupaba de la obtención de materiales, efectuaba intercambios con otras áreas, organizaba la distribución de la producción y se encargaba de las obras públicas que fuesen necesarias. Sus miembros eran elegidos en asambleas generales en las que participaban todos las personas que integraban la colectividad.



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