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Colosenses



La Epístola a los Colosenses es uno de los veintisiete libros que constituyen el Nuevo Testamento. Es una breve carta dirigida a los creyentes en el Mesías que habitaban en la antigua ciudad de Colosas, otrora situada en Frigia, al sudoeste de Asia Menor. La carta se presenta como obra de Pablo de Tarso, autor de otras epístolas incluidas en el Nuevo Testamento, y la tradición eclesiástica no cuestionó su autoría. Sin embargo, desde principios del siglo XIX se ha puesto en cuestionamiento que fuese Pablo el auténtico autor. En la actualidad, su autoría está en debate.

La tradición eclesiástica ha venido atribuyendo la epístola al apóstol Pablo, y sólo desde el siglo XIX se ha cuestionado esta idea. En la actualidad, las opiniones están divididas.[1]

Los autores modernos partidarios de la autenticidad de la epístola se basan sobre todo en

Quienes descartan que la epístola sea auténticamente paulina se basan en

En la epístola hay elementos que permiten afirmar que fue escrita en prisión (cf. 4,10; 4,18). Por ello, los partidarios de la autoría de Pablo consideran que fue escrita durante alguno de los períodos de encarcelamiento del apóstol narrados en los Hechos de los Apóstoles: su primera prisión en Roma, durante la cual disfrutó de una relativa libertad para predicar (cf. Hch 28,16-28), su segundo encarcelamiento en dicha ciudad, su prisión en Cesarea Marítima (cf. Hch 23,12-27,1), o incluso en Éfeso (cf. Hch 9). En todo caso, debió ser compuesta poco antes de la Epístola a los Efesios. Quienes niegan la autoría paulina, en general, no se pronuncian sobre una fecha y lugar de composición concretos, aunque consideran que debió de ser escrita en fecha relativamente próxima a la muerte del apóstol, y, en todo caso, antes de Efesios.[2]

Los autores que aceptan su atribución a Pablo en Roma durante su primer encarcelamiento allí, probablemente en la primavera de 57 o, según otros, en el año 62. Poco después, escribió la Epístola a los Efesios.

La carta va dirigida a la comunidad creyente en el Mesías de la ciudad de Colosas, en Frigia, región situada en el sudoeste de Asia Menor. Colosas era una ciudad pequeña, relativamente cercana a Éfeso y Mileto. La comunidad creyente de Colosas estaba en contacto con las de otras dos localidades próximas, Hierápolis y Laodicea (cf. 4,13-16),[2]​ De acuerdo con el propio texto de la epístola, la comunidad no ha sido fundada por Pablo, ya que el autor (sea Pablo o uno de sus seguidores, habla, en cualquier caso, en nombre del apóstol) afirma que ni ellos ni los de Laodicea lo han visto nunca personalmente (cf. 2,1), sino probablemente por Epafrás (cf. 1,7) compañero de Pablo cuando estuvo en la milicia.

El motivo de la epístola son las disensiones que han surgido en el seno de la comunidad a causa de la predicación de algunas personas cuyos nombres no se citan. La doctrina de estos predicadores puede reconstruirse a partir de la propia epístola.[2]​ Se trata de una «filosofía» (cf. 2,8) que postula la existencia de poderes intermedios entre Dios y los hombres (en el texto llamados principados y potestades, cf. 2,10), que pueden asimilarse a los ángeles. Dada la insistencia del autor de Colosenses en que únicamente en el Mesías reside la plenitud de la Deidad (cf. 2,9), puede deducirse que, para los predicadores de Colosas, el Mesías ocupaba un lugar subordinado con respecto a estos «principados» y «potestades».[2]​ En 2,18 el autor de la epístola advierte explícitamente contra los poderes de las tinieblas esta filosofía prescribía además ciertas prácticas (cf. 2,20-22), relacionadas con la comida y la bebida, así como con festividades como la del novilunio y la del sábado (cf. 2,16).

Según Gabriel Pérez Rodríguez, la estructura de la epístola es la siguiente:

Esta estructura coincide con la de otras epístolas paulinas, como Romanos y Gálatas.



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