Commentarium in Apocalypsin ('Comentario al Apocalipsis') es la principal obra de Beato de Liébana. La dedicó a Eterio de Osma, otro religioso que se refugió en la Liébana cántabra, huyendo de la invasión árabe. La atribución de la obra a Beato se considera cierta, aunque no tenemos ningún testimonio directo de que su autor sea él. La obra generó una de las más importantes colecciones de manuscritos iluminados, los llamados "Beatos".
Del Commentarium consta de doce libros y se supone que tuvo varias redacciones. El cálculo de las edades del mundo en el libro IV induce a sospecharlo. La primera redacción se remontaría al año 776 y la segunda al 786, en plena controversia adopcionista. En ésta habría una refundición, añadido de textos ajenos al comentario, modificación de la cronología y la dedicatoria a Eterio de Osma. La autoría del Commentarium se basa precisamente en la dedicatoria y en la suposición generalizada de que en esa época y en esa parte de la cristiandad solo podía componer una tal obra el autor del Apologeticum adversus Elipandum, obra con la que tiene coincidencias textuales.
Debido a su importancia y calidad visual, estos comentarios forman parte del Programa Memoria del Mundo de la UNESCO desde el año 2015, en una candidatura compartida por España y Portugal.
Beato maneja además de la Biblia, obras de Gregorio Magno, Isidoro, Victorino, Primasius, Ticonio, Apringio, Jerónimo, Agustín, Ambrosio, Fulgencio, Orígenes, Casiano, Cipriano, Cirilo, Euquerio, Filastro, Gregorio de Elvira y Hegesipo. La fuente principal es el comentario de Ticonio Afro, que sin duda manejó directamente. Para los cinco primeros capítulos y los cinco últimos del Apocalipsis utiliza también a Apringio de Beja, y para los intermedios se sirve de Victorino de Petovio. Los demás autores los utiliza Beato para aportar doctrina moral, perfeccionamiento espiritual o comentarios sobre otros pasajes bíblicos, como el Arca de Noé (donde sigue a Gregorio de Elvira) o los nombres del Anticristo (que saca de Ireneo). Con su trabajo Beato contribuyó también a mantener viva la tradición isidoriana.
Beato no utiliza las fuentes para elaborar su propio texto, sino que las transcribe directamente de la copia que tiene a su disposición. Quizá de su propia cosecha sean solo un par de páginas, precisamente las referidas al cálculo del milenio. Por ello la obra de Beato ha sido calificada de 'centón mal adobado' y 'plúmbeo comentario'.
En realidad, la labor de Beato fue sobre todo la compilación y ordenación de textos de muy distinta procedencia, para crear un conjunto con sentido propio. Es evidente que su aportación literaria es muy escasa, pero Beato enlaza citas de muy variada procedencia en unidades sintácticas amplias, tarea en la que demostró no poca habilidad. Por este motivo, el Commentarium se aleja del modo compositivo de las catenae patrísticas, yuxtaposición de citas de obras de los Santos Padres. La técnica de Beato demuestra una voluntad de enlazar unas citas con otras y organizarlas para hacer un texto unitario con hilo propio. Esta técnica que ha sido denominada como de 'mosaico' es la principal aportación de Beato.
El autor sigue un método de composición identificable: después de transcribir los versículos del Apocalipsis, hace un comentario casi frase por frase, palabra por palabra, con las fuentes que hemos dicho. Sin embargo, muchas veces, una palabra o una idea de ese comentario le dan pie a ir ensartando en cascada citas que le pueden llevar a observaciones que están ya muy lejos del objeto inicial del comentario.
Cuando en su cosido de retales el lebaniego baja la guardia se deslizan referencias político-jurídicas y geográficas ajenas a su mundo y a su tiempo. Son los conocidos como 'pasajes africanos' del "Comentario", debidos a la copia literal de Ticonio. También el leve toque donatista de este autor se infiltra en algunos pasajes que el Beato transcribe sin percatarse de que respondían a la lucha ideológica contra los vándalos arrianos de tiempos de Ticonio o quizás pensando en su transposición contra el Islam.
En la Iglesia Oriental, se mantuvo la sospecha sobre la autenticidad del Libro del Apocalipsis hasta el siglo VI, lo que propició la escasa atención por los padres de Oriente a este libro bíblico. Solo lo comentaron Ecumenio y Andrés de Capadocia. En Occidente, en cambio, el libro gozó de prestigio y los comentarios proliferaron.
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