La Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Normalización de Nombres Geográficos (United Nations Conference on the Standardization of Geographical Names) o UNCSGN por sus siglas en inglés, tiene como objetivo unificar los topónimos de distintos idiomas, alfabetos y culturas. Forma parte de la Comisión de Estadística de las Naciones Unidas. Se reúne cada cinco años en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York, aunque también puede reunirse en un sitio diferente, si algún país se ofrece a albergar la conferencia y pagar los gastos adicionales que se generen por el cambio de emplazamiento. Todos los países pueden enviar una delegación formada principalmente por los expertos en nombres geográficos de sus respectivos países.
Se considera que los nombres geográficos son una parte importante para el desarrollo de la cartografía mundial. Para poder localizar cualquier tipo de accidente geográfico y poder llevar a cabo operaciones logísticas, operaciones de búsqueda y rescate, o publicaciones científicas y de divulgación, se han intentado homologar los nombres geográficos desde el siglo XIX.
En 1820, el profesor Comté de Volney promocionó la creación de un alfabeto internacional ofreciendo una recompensa de 1000 francos a quien lo lograra. En 1848, Alexander John Ellis pudo desarrollar un alfabeto étnico basado en símbolos. En 1849, John Herschel propuso utilizar un alfabeto formado por letras romanas y griegas para ser utilizado en la cartografía británica. En 1913, Theodore W. Esersky propuso un alfabeto geográfico universal basado en una mezcla de letras románicas y cirílicas durante el marco del Décimo Congreso Geográfico Internacional que se celebró en Roma.
En 1871, durante el Congreso Internacional de Geografía, uno de los objetivos fue homologar de forma urgente, las formas escritas de los nombres geográficos. Dentro de las propuestas las naciones europeas utilizarían el alfabeto romano de forma oficial. La Unión Postal Internacional adoptó así, la forma para escribir los nombres oficiales en el correo. En 1875, se celebró el Segundo Congreso Internacional de Geografía en París, en esta ocasión, Béguyer de Chancourtois propuso un sistema simplificado utilizado por las escuelas francesas. No obstante, las propuestas no fueron aceptadas por la comunidad académica. Durante el Congreso Internacional de Geografía realizado en 1908 en Ginebra, se elaboró un mapa internacional con nombres uniformes. Suiza y Gran Bretaña tomaron la iniciativa de invitar a los gobiernos europeos, Estados Unidos y Japón para intentar nuevamente una estandarización de los nombres geográficos, de esta forma, se formó el Comité Internacional del Mapa Internacional en 1909.
En 1950, el Congreso Internacional de Ciencias Onomásticas, el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, la Organización de Aviación Civil Internacional y otras agencias cartográficas solicitaron al Consejo Económico y Social (ECOSOC) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tomar acciones para homologar la nomenclatura mundial. Hacia 1956, se realizaron los primeros borradores de programas, los cuales se pondrían a consideración de los Estados miembros de la ONU. A partir de entonces deberían realizarse conferencias internacionales creando grupos de trabajo formados por expertos en lingüística y geografía.
Para dar cumplimiento a la resolución 715 A (XXVII) del 23 de abril de 1959, el secretario general de la ONU creó un grupo de expertos cuyos objetivos principales fueron redactar guías y principios de procedimientos para lograr la normalización de los nombres de los distintos países, y presentar ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas un informe. El secretario de la ONU invitó a los países interesados para que estos pusieran a disposición consultores de lingüística y geografía y formar así los diferentes grupos de trabajo. El grupo de consultores fue renombrado como el Grupo de Expertos de las Naciones Unidas en Nombres Geográficos (UNGEGN, siglas en inglés) en mayo de 1973 y fue conformado por 150 expertos de 52 países, organizados en 22 divisiones geográficas y lingüísticas. En 2007 se determinó la necesidad de contar con una división de habla portuguesa, la cual se aprobó por resolución durante la novena conferencia, desde entonces se cuenta con 23 divisiones.
Una de las conclusiones del grupo ha sido reconocer que existen exónimos tradicionales arraigados en el uso (por ejemplo Londres, en castellano, por London o Spain, en inglés, por España) los cuales pueden ser admitidos. Sin embargo, existen nuevos nombres geográficos surgidos en los últimos tiempos, tanto como producto de la descolonización e independencia como de la desaparición de los estados socialistas en Europa Oriental. El grupo recomienda, en esos casos, no crear nuevos exónimos y aceptar las denominaciones oficiales de cada estado. Por ejemplo, en 1986, el gobierno de Costa de Marfil (tal el nombre en castellano) solicitó a la comunidad internacional el uso de su nombre en la lengua oficial del país, el francés, por lo cual en adelante solicitaba que en cualquier idioma su nombre fuera Cote d’Ivoire, sin traducir. Reclamos similares han sido hechos por Bielorrusia (Belarús) y Birmania (Myanmar).
La Real Academia Española, por su parte, ha rehusado seguir estos consejos y así lo ha demostrado en sus diccionarios, en especial el Diccionario panhispánico de dudas y la Ortografía de la Lengua Española. En esas obras aparecen nuevos topónimos o se españoliza la manera de escribirlos.
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