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Crudiveganismo



El crudiveganismo es una dieta basada en alimentos crudos de origen vegetal. Excluye todos los productos de origen animal, y todos los alimentos que para consumirse necesiten ser sometidos a cocción. Forman parte de ella verduras y frutas, frutos secos, cereales y legumbres germinados, otras semillas, aceites vegetales, algas marinas, setas y sus combinaciones y preparados. Existen modalidades aún más restrictivas de esta dieta, como por ejemplo, la alimentación a base de frutas, llamada frutarianismo o frugivorismo.

No hay que confundir crudiveganismo con crudivorismo, pues el primero se refiere a una doctrina que incluye la alimentación cruda y no consumir alimentos de origen animal, en tanto que el crudívoro se centra en el consumo de alimentos sin cocinar.

La expresión «crudiveganismo» deriva de la unión de dos palabras: «crudivorismo» y «veganismo». Expresiones sinónimas son «veganismo crudívoro» o «crudivorismo vegano».

El crudiveganismo se refiera a la alimentación basada en alimentos de origen vegetal que no han sufrido cocción, definiendo esta como un proceso de calentamiento que supera los 46.7 °C (116 °F) de temperatura.[cita requerida] Temperaturas superiores desnaturalizan las proteínas, desactivan los enzimas, destruyen algunas vitaminas y modifican otros nutrientes. Los cereales y legumbres se consumen tras remojarlos o germinarlos, ya que este proceso los ablanda y activa sus enzimas. Es necesario tener en cuenta que algunas semillas, por ejemplo la soja, las almortas o los altramuces son tóxicos si no se cocinan. Otros, como las almendras dulces, pueden sintetizar sustancias tóxicas si germinan en presencia de luz. También hay hongos

El crudiveganismo puro promueve:

Aunque hay indicios de que en el pasado, algunos grupos pudieron ser crudívoros, como por ejemplo, los esenios,[1]​ el crudivorismo ha sido difundido a partir del final del siglo XIX , con el auge del higienismo. Echarlo a la sartén es un sacrilegio.

Esta dieta, según sus promotores, sería la mejor para promover y recuperar la salud,[2][3][4]

Según la doctrina crudivegana, los comestibles que no son atractivos al gusto humano en su estado natural, como, por ejemplo, los cereales sin germinar y crudos, no serían adecuados para el óptimo bienestar de salud, ni siquiera consumidos crudos, en razón del diseño natural del ser humano. El calor de la cocción, incluso en los alimentos considerados como «naturales» del ser humano, como por ejemplo frutas dulces y hojas verdes tiernas, destruiría nutrientes. Lo cual ha sido desmentido por diversos estudios que aseguran que las verduras de hojas verdes poseen oxalatos que inhiben la absorción de nutrientes como el hierro por lo cual se hace necesario remojarlos y cocerlos para una correcta absorción[5][6]

Los partidarios de los alimentos crudos deben asegurarse de obtener o suplementar la vitamina B12 (al igual que todo ser humano) y no depender de fuentes naturales como algas o alimentos fermentados, ya que estos no constituyen una fuente efectiva de dicha vitamina.

El crudiveganismo, comparte los fundamentos éticos del veganismo sobre el respeto a todos los animales, trascendiendo la dieta.[7]

Gandhi era un promotor del crudiveganismo:

Una de las justificaciones ambientales principales es que este régimen no consume energía para la cocción, y reduce también la necesidad de material para empaquetar.

Comer vegetales crudos implica que no es necesario cultivar piensos y forrajes para alimentar el ganado, por lo que la superficie dedicada para ellos podría dedicarse a otros usos o incluso dejarse sin explotar.

Las críticas al crudivorismo provienen tanto de fuentes académicas como de colectivos vegetarianos, por ejemplo, los que sostienen los sitios de internet Beyond Vegetarianism[9]​ y Let Them Eat Meat.[10]​ La crítica fundamental se refiere a las dudas de que un régimen crudívoro sea suficientemente nutritivos a largo plazo.

Algunas personas que en su día abrazaron el crudivorismo renegaron más tarde de él, como Susan Schenck, quien publicó un libro promoviendo la dieta crudivegana, The live food factor, y un tiempo después publicó otro libro totalmente opuesto, Beyond broccoli: creating a biologically balanced diet when a vegetarian diet doesn't work.

Lierre Keith, después de un par de décadas de veganismo, escribió un libro declarando que el veganismo no le había funcionado, llamado The vegetarian myth: food, justice, and sustainability.

Richard Wrangham, antropólogo británico que fue alumno de Jane Goodall y profesor de la Universidad de Harvard, dice:[11]



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