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Higienismo



El higienismo es una corriente que nace en la primera mitad del siglo XIX con el liberalismo, cuando los gobernantes comienzan a reparar con más detenimiento en la salud de la ciudad y sus habitantes. Se consideraba la enfermedad como un fenómeno social que abarcaba todos los aspectos de la vida humana.[1]​ La necesidad de mantener determinadas condiciones de salubridad en el ambiente de la ciudad mediante la instalación de agua corriente, cloacas, iluminación en las calles, y de poder controlar las epidemias fueron dando forma a esta corriente, que se basaba en

Hasta comienzos del siglo XIX el hacinamiento y la pobreza que afectaban a gran parte de la población provocaba epidemias agravadas por la desnutrición. Los médicos comenzaron a denunciar las condiciones de vida como causa primera de las enfermedades.

En Viena, el médico J.P. Frank publicó La miseria del pueblo, madre de enfermedades, obra que influyó en otros como Turner Thackrah, Arnold, Chadwick, Villermé y Virchow, que contribuyeron a crear el higienismo como parte de la medicina, para erradicar enfermedades como el cólera o la fiebre amarilla.[3]

En España la corriente cobró fuerza en la segunda mitad del siglo XIX, tras la muerte de Fernando VII, ayudada por los cambios sociales e impulsada por médicos como Rodríguez Méndez.[3]

Hasta 1850 sólo existieron algunos intentos individuales, sobre todo de médicos, por cuidar la salud urbana. Las escasas personas con alguna preparación científica a la cabeza de este movimiento buscaban el origen de las enfermedades en factores ambientales. Era necesario proteger tres elementos básicos: el aire, el agua y el sol. Provistos en cantidades y calidades adecuadas se lograría alejar las "miasmas", como llamaban a los "vapores u organismos malignos" que, según se creía, se desprendían de los cuerpos enfermos o sustancias en descomposición, para atentar contra la salud de los habitantes de las ciudades. Así se ponen en práctica algunas estrategias urbanas de las que se conocían: tapar fangales, alejar industrias, mataderos, y cementerios de las áreas centrales de la ciudad, todas actividades del ámbito público.

En una segunda etapa, el movimiento ya abarcó también los ámbitos privados, en las casas particulares, proclamando la necesidad de instalar baños en todas las viviendas, reglamentando la altura mínima de los techos, una adecuada ventilación natural de los ambientes, recomendaciones acerca de la limpieza periódica de las casas.

Punto importante fue el trato a la prostitución, considerada hasta entonces un fenómeno moral y que en el s. XIX comenzó a estudiarse en sus aspectos patológicos, por su incidencia en las enfermedades venéreas.[1]

Luego, con las investigaciones de Robert Koch y principalmente de Louis Pasteur, se descubre la 'verdadera' razón de las enfermedades, que se relacionaban con microorganismos y no con las emanaciones de las sustancias en descomposición, y la higiene pasa a ser una cuestión social; se comienza a analizar bacteriológicamente el agua, se utiliza el cloro para desinfectar, se prohíben las fábricas en áreas de vivienda, etc.

El higienismo como ideología y corriente naturópata nació en Estados Unidos en 1829 de la mano de Louis Kuhne, que seguía las enseñanzas del sacerdote alemán Sebastian Kneipp. Este predicaba la salud a través de la hidroterapia: su sistema consistía en




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