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Cryptoprocta ferox



El fosa (Cryptoprocta ferox) es una especie de mamífero carnívoro de la familia Eupleridae.[2]​ Es el carnívoro nativo más grande de Madagascar. A pesar de su gran parecido, tanto físico como en costumbres, con los félidos, el fosa es en realidad un representante de los eupléridos. Dada la ausencia de otros mamíferos carnívoros en Madagascar, el fosa es el depredador dominante de la isla y principal cazador de los lémures. El gran tamaño de los animales actuales (dos veces el de un gato doméstico, por lo que son los eupléridos actuales más grandes) es un claro ejemplo de gigantismo insular.

El nombre procede del malgache, aunque su fonética se vio alterada en el proceso, pues la palabra local para designar a este animal es algo parecido a Fusa.

No se debe confundir este animal con otro euplérido, cuyo nombre científico (Fossa fossana) puede llevar a equívocos.

El fosa fue formalmente descrito en 1833 por Edward Turner Bennett. El nombre del género Cryptoprocta hace referencia a cómo la bolsa anal esconde el ano del animal, de las palabras en griego antiguo crypto- "esconder" y procta "ano";[3]​ el nombre de la especie ferox proviene del latín "feroz" o "salvaje".[4]​ Su nombre común en malgache, es fossa o fosa.[3]​ El nombre común es el mismo que el nombre genérico de la civeta de Madagascar (Fossa fossana), pero son especies diferentes. A causa de ciertas características compartidas con civetas, mangostas y gatos (Felidae), su clasificación biológica fue durante un largo tiempo objeto de controversia. Bennett originalmente colocó al fosa como un tipo de civeta en la familia Viverridae, una clasificación que se hizo popular entre los taxónomos. Su caja craneana compacta, grandes órbitas oculares, garras retráctiles y dientes de carnívoro especializados han inducido a algunos taxónomos a asociarlo con los felinos. En 1939, William King Gregory y Milo Hellman colocaron al fosa en su propia subfamilia dentro de Felidae, Cryptoproctinae. George Gaylord Simpson lo volvió a asignar a Viverridae en 1945, aún dentro de su propia subfamilia, aunque reconociendo que posee numerosas características que lo asemejan a un gato.

Los fosas macho son ligeramente más grandes que las hembras, llegando a medir 80 centímetros de largo, más 90 centímetros de cola. Las hembras miden unos 10 centímetros menos. El peso es de 10 kilos en el caso de los machos y 7 en las hembras (en ocasiones pueden llegar a los 14 kg). Las orejas son amplias y el morro menudo. El pelaje es corto, entre leonado y rojizo.

El cuerpo es alargado, musculoso y ágil. Los fosas pueden correr a gran velocidad por el suelo y subirse a los árboles asombrosamente rápido, gracias al extraordinario agarre de sus patas desnudas y provistas de garras retráctiles (característica típica de los felinos). Incluso pueden saltar de un árbol a otro como si se tratasen de pequeñas ardillas, con lo que raramente dejan escapar a su presa. De hábitos nocturnos, se alimenta de lémures y aves que a veces caza al vuelo. Cuando el fosa camina sobre el suelo, lo hace de forma plantígrada.

Habitan en los bosques secos del centro y oeste de Madagascar, donde los árboles están espaciados entre sí, dejando abundante vegetación herbácea y arbustiva entre ellos. Son animales solitarios y territoriales que marcan su dominio gracias a las secreciones de potentes glándulas odoríferas.

A pesar de su menor tamaño, las hembras son territoriales al igual que los machos y son ellas las que deciden a qué machos permiten aproximarse para reproducirse. En cualquier momento, la hembra desencantada puede retirarse, incluso en mitad del acoplamiento (algo muy doloroso para un fosa macho, pues su pene erecto, casi tan largo como el torso, puede quedarse enganchado). El número de crías varía en cada parto; éstas nacen desnudas y sin dientes y dependen completamente de su madre hasta que cumplen un año de edad. Hacia los tres años maduran completamente y pueden reproducirse.

En Madagascar, el fosa es considerado un animal casi diabólico. Circulan todo tipo de leyendas sobre él, advirtiendo de su supuesto peligro para los humanos, desde que es supuestamente capaz de adormecer a una persona lamiéndole la cara para luego arrancarle los intestinos, hasta su supuesta fijación por raptar bebés. En las zonas rurales se le acusa de matar gallinas, patos y cerdos. Por ello, no son raras las batidas para acabar con algunos ejemplares, a pesar de que la especie está protegida por el gobierno de Madagascar. La caza, unida a la destrucción de su hábitat, ha reducido enormemente su población. Fue declarado vulnerable por la IUCN en 2008 y se estima que hoy en día deben de quedar menos de 2500 ejemplares en libertad,[1]​ algo catastrófico debido a lo poco que se sabe aún de su biología y comportamiento en su medio natural.

Los fosas no son merecedores de la fama que tienen en Madagascar. Se acostumbran fácilmente a la vida en cautividad, donde se muestran dóciles y afectivos con sus dueños. En cautividad viven una media de 20 años.



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