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Cuadros de una exposición



Cuadros de una exposición (en ruso: Карти́нки с вы́ставки, Kartinki s výstavki) es una famosa suite de piezas, compuesta por Modest Músorgski (1839-1881) en 1874. Músorgski escribió la obra para piano, aunque ha sido conocida y más interpretada por la orquestación que el compositor Maurice Ravel (1875-1937) hizo de ella en 1922.

Músorgski compuso esta obra inspirado en diez pinturas y dibujos incluidos en una exposición póstuma de su gran amigo, el artista y arquitecto Víktor Hartmann (1834-1873), quien solo tenía 39 años cuando murió. La exposición fue organizada por Vladímir Stásov (1824-1906), escritor, crítico musical y asesor del Círculo de Balákirev.[1]​ A manera de homenaje, el compositor quiso «dibujar en música» (música programática) algunos de los cuadros expuestos y dedicó la partitura a Stásov.

Los cuadros de Hartmann que conformaban la exposición eran los siguientes:

La cabaña sobre patas de gallina, el Ballet de polluelos en sus cáscaras, El viejo castillo y Gnomos son las piezas más bizarras o fantásticas. Por otro lado, los cuadros más realistas o poéticos serían: La Gran Puerta de Kiev, Catacumbas, El mercado de Limoges, Samuel Goldenberg y Schmuyle, Bydlo y Tuillerie. Para dar unidad a esta alternancia, Musorgski recurre a la repetición de una pieza, nombrada Promenade (paseo), que simula el recorrido del visitante por la exposición. El tratamiento de este tema es el que describe la acción y crea la tensión: aparece íntegro la primera y quinta vez y fragmentado entre ambos. Después de la quinta repetición desaparece para empezar a mezclarse motívicamente con los cuadros: lo que significa que el visitante ha dejado de ser un mero espectador y ha entrado en el mundo dibujado.[3]

Puede tomarse Cuadros de una exposición como ejemplo de los dos principales sistemas armónicos que el Círculo de Balakirev desarrolló durante su producción y exploración musical. El primero es la armonización diatónica de las canciones folk (o de sus imitaciones). Podemos ver este método en la recolección de canciones que Balakirev publicó en 1866. En dichas armonizaciones, el compositor intentó mantener la ambigüedad tonal evitando los acordes de dominante y las modulaciones, a favor de acordes estáticos y notas pedales. Por otro lado tenemos la armonía cromática, codificada para los pasajes fantásticos, mitológicos, demoníacos o de magia. Se usaban la escala de tonos enteros o la octatónica. Ambos tipos de armonías estaban claramente codificadas y se utilizaban paralelamente pero nunca se confundían.[3]

Cuadros de una exposición es un ejemplo perfecto, pues cada pintura pertenece a uno de los dos sistemas alternos. Así, en las piezas que representan el mundo fantástico encontramos la escala de tonos enteros, la octatónica, pasajes modales, yuxtaposición de acordes inesperados... El estilo diatónico sirve para los cuadros poéticos y para Promenade, como claro contraste además de significar una referencia al protyazhnaya del repertorio popular ruso.[3]

Según el escritor e historiador Francis Maes, podría entenderse el realismo por el que abogaba el Círculo de Balakirev como una adaptación de la filosofía realista rusa (con referentes como Chernishevsky, o los escritores Dostoyevsky, Tolstoy y Chekhov). Por ello era fundamental para ellos la conexión entre forma y contenido. La realidad empírica era la única realidad y la belleza no era una mera abstracción intelectual estática sino que cambiaba arrastrada por el cambio del mundo real.[4]

Dos tipos de expresiones sujetas a este concepto se han entendido en la producción de Músorgski. La primera su producción vocal, por ser entendido en dicho paradigma el canto como la expresión musical más “natural” y real. También por la adecuación en el trabajo del compositor de la música y las características de la lengua rusa.[3]​ La segunda y más evidente son obras como Cuadros de una exposición, que tienen un referente directo en la realidad y que de alguna manera trata de imitarlo o simularlo: un objeto visual artístico concreto, con unos personajes, unos espacios, unas historias... pero sobre todo unas emociones y unas vivencias.[4]

Aunque la orquestación que Ravel hizo en 1922 de Cuadros de una exposición es la más conocida e interpretada hoy en día, muchos han sido los interesados en versionar y orquestar el ciclo. Por la misma época, el director de la Ópera de Finlandia, Leo Funtek, trabajaba en el mismo proyecto, y antes que él Mikhaíl Tushmalov y sir Henry Wood ya lo habían intentado.[5]

Esto no es sólo fruto de la atracción que produce la obra para ser reelaborada o versionada (como lo hace también el resto de la producción de Musorgski) sino que entraron en juego también asuntos de derechos de autor. Cuando el dueño de la editorial Edition Russe de Musique, Serguéi Kusevitski es nombrado director de la Orquesta Sinfónica de Boston en 1924, adquiere la famosa orquestación de Ravel en su empeño por convertirse en el abanderado de la música rusa fuera de sus fronteras. Kusevitski mantuvo los derechos hasta 1929 para después pedir desorbitantes costes por ella. Esto hizo que otros directores buscaran alternativas dadas por ejemplo por Lucien Cailliet, Leopold Stokowski o Walter Goehr. Pero ninguna trascendió al repertorio canónico como la versión de Ravel.[5]

A partir de la segunda mitad del siglo XX, ha ido aumentando el interés por la versión original para piano, y las interpretaciones y modificaciones que pueden hacerse,[1]​ tanto en el marco de la música clásica como de la contemporánea o el rock. También hemos visto intentos de volver al estilo sinfónico de Músorgski, desconfiando del a veces controvertido “filtro francés”, en orquestaciones como la de Vladímir Áshkenazi (1982).[5]



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