Se llama defecto a la carencia o falta de las cualidades propias y naturales de una cosa o a cualquier imperfección natural o moral.
No es la sola carencia de una cualidad o perfección o el grado limitado de poseerla, sino estas mismas negaciones cuando afectan a un sujeto, cuya naturaleza concreta requería la dicha cualidad o perfección o un grado superior en ella. Esta idea es la que etimológicamente expresa la palabra, ya se derive del verbo latino deficere, faltar, o del fallere, engañar; en ambos casos indica privación de una cualidad necesaria, cuya ausencia hace que la cosa sea deficiente, incompleta, irregular o imperfecta.
Aunque sinónimos en el lenguaje ordinario las voces defecto, imperfección, vicio y falta, no lo son en hecho de verdad; la imperfección se halla en los objetos de por sí completos y aun excelentes y en que no aparece defecto por tal concepto; es defecto que falte un brazo en el cuerpo humano, pero en el por otra parte bien conformado, es imperfección que no sean iguales ambos brazos; el defecto, por tanto, es más profundo que la imperfección. Por el contrario, el vicio encarece el defecto y tiende como a corromper y desordenar todo el ser, en la falta se connota el defecto de alguna manera causado por un agente moral. Cf. Santo Tomás, Summa Theologiae I. q. 12, a. 4; q. 49, a. 1; II. II. q. 33, a. 4, Quaest. disp., De malo, q. 16, a. 5; De veritate, 1. 11, a.; Poujol; Dictionn. des facult. intell. et affect. de l'anime (París, 1863).
Los defectos reciben varias denominaciones según puede verse en Santo Tomás en la Summa Theologiae, III, q. 14 y 15: pueden ser físicos y morales, corporales o espirituales, estáticos y dinámicos, a saber, que afectan los seres en sí o en sus operaciones o funciones.
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