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Dei Verbum



La constitución Dei Verbum es uno de los 16 documentos y una de las dos constituciones dogmáticas resultantes del Concilio Vaticano II (la otra es Lumen gentium)[Nota 1]​ donde, según el mismo documento, se expone "la doctrina genuina sobre la divina revelación y sobre su transmisión para que todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación; creyendo, espere, y esperando, ame". De entre los documentos emanados del Concilio Vaticano II, la constitución llamada Dei Verbum es una de las que gozan de mayor rango normativo en la Iglesia católica. La expresión latina Dei Verbum significa Palabra de Dios, y fue tomada -como es costumbre en los documentos católicos de importancia- de las palabras iniciales del documento.

Dei Verbum fue promulgada por el Papa Pablo VI en noviembre de 1965 y aprobada por la asamblea de obispos con 2344 votos a favor y 6 votos en contra. La generación de este documento catalizó muchos de los cambios en la orientación del mismo Concilio, y dio lugar a una etapa nueva en la historia de la Iglesia en cuanto a la forma de estudiar, interpretar, reflexionar y vivir los contenidos de las Sagradas Escrituras.

La constitución dogmática Dei Verbum es, sin lugar a dudas, el documento de gestación más dramática en el marco del Concilio Vaticano II, ya que dio lugar a un cambio drástico en la orientación del mismo apenas un mes después de comenzado, luego de un debate intenso, una votación apasionante y una intervención personal del papa Juan XXIII.[1]

La Comisión antepreparatoria del Concilio recibió 102 proposiciones que condensaban las sugerencias llegadas de todo el mundo sobre problemas referidos a la interpretación de las Sagradas Escrituras. La Comisión teológica preparatoria, presidida por el cardenal Alfredo Ottaviani, elaboró diversos esbozos, entre los que ocupaba un puesto importante el tema de las fuentes de la Revelación. A fines de 1961 ya existía un esquema de Constitución dogmática, que fue corregido, aprobado por el Papa en julio de 1962 y distribuido.[1]

Iniciado el Concilio propiamente dicho, el tema de las fuentes de la Revelación ocupó el segundo lugar en los debates, a los que precedió una presentación del cardenal Ottaviani y la acostumbrada relación del ponente.

Las discusiones duraron del 14 al 21 de noviembre de 1962. En ellas tomaron parte 104 oradores, y se puso de manifiesto un contraste tan llamativo entre dos tendencias conciliares, que el Consejo de presidencia creyó necesario hacer una votación exploratoria antes de proseguir. La exploración dio por resultado que 1368 Padres conciliares deseaban la interrupción de los debates, 822 su continuación, mientras que 19 votos fueron nulos.[1]

La forma indirecta en que se había hecho la consulta creó una situación difícil, porque los 1368 votos no alcanzaban los dos tercios de votos requeridos (1473) para retirar el esquema. Por otra parte, era evidente que seguir discutiéndolo no llegaría a ningún puerto, puesto que la mayoría era contraria a él. Esto motivó la intervención directa del mismísimo Juan XXIII, quien ordenó la retirada del texto y la formación de una Comisión mixta, presidida en esta oportunidad por los cardenales Ottaviani y Augustin Bea, para que lo reelaborase.[1]

El 23 de abril de 1963, Juan XXIII autorizó la distribución del nuevo esquema a los Padres conciliares sobre el cual, como era de esperar, cayeron miles de observaciones durante la segunda etapa conciliar.

Teniéndolas en consideración, se llegó trabajosamente a otra redacción, finalizada a mediados de 1964, cuyo envío autorizó Pablo VI el 3 de julio. Esta versión se discutió en la tercera etapa conciliar, del 30 de septiembre al 6 de octubre de 1964, con la intervención de 69 oradores. Ese debate dio materia para redactar otra vez el esquema en su totalidad, que fue distribuido sin mediar el tiempo suficiente para discutirlo nuevamente en esa etapa.[1]

Las discusiones restantes tuvieron lugar en la última etapa, del 20 al 22 de septiembre de 1965. La Comisión tuvo que discriminar las sugerencias aceptables de los votos "iuxta modum", lo que dio nacimiento al texto definitivo.

El 29 de octubre de 1965, el texto fue votado y aprobado por 2081 votos favorables frente a 27 desfavorables y 7 nulos, dando lugar a un resultado tanto más encomiable cuanto más se comparaba con el inicio polémico del documento. El 18 de noviembre de 1965, en sesión pública, se realizó la votación final, todavía más clara: 2344 votos a favor, 6 votos en contra. Así, Pablo VI procedió a la promulgación solemne.



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2023-02-19 16:38:54
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