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Demanda agregada



La demanda agregada es la suma de bienes y servicios que los consumidores, las empresas y el Estado están dispuestos a comprar a un determinado nivel de precios. Depende de, entre otros factores, la política monetaria y fiscal.[1]

La demanda agregada, se relaciona a través del flujo circular con el ingreso y gasto; toda la producción de una economía (Y) debe tener un destino, es decir, los diferentes fines por los que se demanda la producción y, en concreto, el producto interior bruto. La demanda total de producción interior está formada por la suma de los cuatro componentes siguientes:[1]

donde:

Dentro de la demanda agregada, se distingue entre demanda interna y demanda externa. La demanda interna está compuesta por ,

mientras que la demanda externa son las exportaciones netas.

La curva de demanda agregada muestra las combinaciones del nivel de precios y el nivel de producción con las que los mercados de bienes y de dinero se encuentran simultáneamente en equilibrio.[2]

La curva de demanda agregada tiene pendiente negativa con relación a los precios; esto significa que, manteniendo constantes todos los demás factores, cuando desciende el nivel de los precios tiende a incrementarse la cantidad de bienes y servicios demandada. Esta curva es descendente con respecto a los precios, pero por motivos diferentes de los que acontecen en microeconomía, para la curva de demanda-precio de un bien.

La curva de demanda agregada es descendente por los tres motivos siguientes:[3]

Los factores que pueden desplazar la demanda agregada de su curva original son los siguientes:

El modelo de la oferta y demanda agregada muestra cómo de la interrelación entre la oferta y la demanda agregada resultan los valores de equilibrio de la producción (el PIB) y los precios, es decir, establece el precio al que la demanda y la oferta se equilibran. La política económica puede incidir en este equilibrio mediante medidas que hagan desplazar la demanda agregada.[2]

Desde la década de 1930 del siglo XX, la macroeconomía se orientó fundamentalmente hacia el lado de la demanda, aunque a partir de los años setenta creció el interés por las políticas de oferta. Cuando el desempleo es elevado, un incremento del gasto y, por tanto, de la demanda elevará la producción y el empleo sin afectar demasiado a los precios: son políticas expansivas de la demanda agregada. Pero si la economía se encuentra cerca del nivel de pleno empleo, un incremento de la demanda agregada producirá principalmente una subida del nivel de precios. En estos casos, es necesario actuar sobre la oferta agregada.

Las perturbaciones de la oferta pueden llegar a reducir la producción, como sucedió en la crisis del petróleo en los años setenta del siglo XX; por el contrario, las políticas tendentes a elevar la productividad y, por tanto, la oferta agregada pueden contribuir a reducir las presiones sobre los precios.

Para algunos autores, la expansión del neoliberalismo durante el último tercio del siglo XX ha desarticulado el vínculo tradicional entre salarios, ingresos y demanda agregada, lo que vendría a socavar las propias bases de la economía capitalista a nivel mundial. Para garantizar la demanda agregada, la congelación real de los salarios de los trabajadores fue compensada por un sobrendeudamiento de las capas medias y trabajadoras de la población mediante créditos bajos y con pocas garantías.

Las consecuencias de estas políticias derivarían en la crisis económica mundial de 2008-2011, con graves secuelas en términos de desempleo, desigualdad y pobreza para amplios sectores de población. En palabras del economista mexicano Alejandro Nadal Egea:[4]



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