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Desinversión en combustibles fósiles



La desinversión en combustibles fósiles o desinversión en combustibles fósiles e inversión en soluciones climáticas es la venta de activos de inversión —como acciones, bonos y participaciones en fondos de inversión— de compañías implicadas en extraer combustibles fósiles, en un intento de reducir el calentamiento mundial abordando sus causas primigenias. Aunque esta desinversión también puede estar motivada por la expectativa de que estas compañías tendrán en el futuro menores rendimientos.

Numerosos grupos abogan por la desinversión en combustibles fósiles, de la cual se informó en 2015 que era el movimiento de desinversión de mayor crecimiento de la historia. Iniciado en los campus de Estados Unidos en 2010, con los estudiantes instando a sus administraciones a cambiar sus inversiones en la industria de combustibles fósiles por inversiones en energías limpias y en las comunidades más impactadas por el calentamiento mundial, el movimiento pronto se extendió a través del globo. En diciembre de 2016, un total de 688 instituciones y más de 58 000 individuos que representaban 5,5 billones de dólares norteamericanos ($) en activos mundiales habían estado desinvirtiendo en combustibles fósiles.[1]​ En 2018 HSBC y Bank of America se habían comprometido a dejar de financiar la generación eléctrica con carbón.[2]​ Para septiembre de 2019, los compromisos totales de desinversión en combustibles fósiles aumentaron a un valor aproximado de 11.48 billones de dólares norteamericanos ($).[3]

La desinversión en combustibles fósiles se propone reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2, principal causante del efecto invernadero y el calentamiento mundial) acelerando la adopción de energías renovables a través de la estigmatización de las compañías de combustibles fósiles. Esto incluye presionar públicamente a las compañías actualmente implicadas en la extracción de combustibles fósiles para que inviertan en energías renovables.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático halló que todas las futuras emisiones de dióxido de carbono tienen que ser inferiores a 1 000 gigatoneladas para proporcionar una probabilidad del 66 % de evitar un cambio climático peligroso. Esta cifra incluye todas las fuentes de emisiones. Para evitar este peligro, solo puede usarse el 33 % de las reservas probadas de combustibles fósiles. Este presupuesto de carbono también puede agotarse si aumentan otras fuentes, como la deforestación o la producción de cemento. Se reclama que, si otras fuentes de emisiones aumentan significativamente, entonces solo se utilice el 10 % de las reservas de combustibles fósiles, para permanecer dentro de los límites de seguridad proyectados.[4]

Además, según la Agencia de Protección Medioambiental de EE.UU., la temperatura media de la tierra ha aumentado 0,8°C en el siglo XX respecto al XIX, y si las emisiones de CO2 continúan como hasta ahora, en el siglo XXI esta temperatura aumentará de 1,1 a 6,4 °C adicionales. Este aumento en la temperatura sobrepasaría ampliamente el nivel de calentamiento que los científicos han considerado seguro para la vida en la Tierra.[5]

El Principio de Toronto es una estrategia de desinversión en combustibles fósiles que pone en marcha los objetivos establecidos en el Acuerdo de París de 2015 contra el calentamiento mundial. El término fue acuñado por Benjamin A. Franta en un artículo[6]​ en el periódico estudiantil The Harvard Crimsom, refiriéndose al proceso de desinversión de la Universidad de Toronto.

Después de que 350.org (organización ecologista que pretende limitar las partes por millón, ppm, de CO2 en la atmósfera a 350, un nivel considerado seguro; en 2016 alcanzaron las 405 ppm[7]​ y sigue subiendo) entregara una petición de desinversión el 6 de marzo de 2014, el rector Gertler formó un comité asesor ad hoc para la desinversión en combustibles fósiles.[8]​ En diciembre de 2015, este comité publicó un informe[9]​ con varias recomendaciones. Más importante, argumentaron que «una desinversión, dirigida y basada en principios, en compañías de combustibles fósiles que cumplen ciertos criterios... debería ser una parte importante de la respuesta de la Universidad de Toronto a los retos planteados por el calentamiento global.»[9]​ Este informe fue incluso más allá y se alió con el Acuerdo de París. Recomendó que la universidad desinvirtiera en compañías que «descaradamente desatienden el esfuerzo internacional para limitar el aumento de la temperatura media en 2050 a no más de grado y medio Celsius por encima de los promedios preindustriales...Estas son compañías de combustibles fósiles cuyos actos son irreconcilables con la consecución de los objetivos internacionalmente acordados.»[9]

Franta denominó a esta respuesta "el Principio de Toronto", el cual, como argumenta, «alinea retórica y acción. Sugiere que dar vida al acuerdo de París es responsabilidad de todas las instituciones. Harvard podría adoptar también este Principio de Toronto, también, y el mundo sería mejor.»[10]​ Franta también describió cómo se pondría en práctica el Principio de Toronto: «mover inversiones fuera de compañías de carbón y centrales térmicas de carbón, fuera de compañías que buscan combustibles fósiles no convencionales o emprenden negocios agresivos (como petróleo del Ártico o arenas bituminosas), y posiblemente también compañías que distorsionan las políticas públicas o engañan a la ciudadanía sobre el clima. Actualmente, estas actividades son incompatibles con el Acuerdo de París.»[4]​ Al adherirse al Principio de Toronto, Franta argumenta que las principales instituciones pueden utilizar su estatus y poder para responder significativamente a los retos del calentamiento mundial y actuar basándose en los objetivos del Acuerdo de París.

Los costes hundidos (sunk) o varados[11]​ (stranded) de las compañías de combustibles fósiles se producen cuando sus reservas probadas (que hasta entonces figuraban en el balance de la empresa) —u otros activos[12]​ relacionados con estos combustibles— se consideran ambientalmente insostenibles, y por tanto deben descontarse del balance. La valoración bursátil actual de estas compañías se ha calculado bajo la suposición de que consumirán todas sus reservas probadas, pero si este consumo no fuera posible por las limitaciones medioambientales que se impusieran, esta valoración mermaría notablemente.[13]

Un estudio de HSBC halló en 2013 que entre el 40 y el 60 % del valor de mercado de BP, Shell y otras compañías europeas de combustibles fósiles podría desaparecer del balance debido a estos costes hundidos por la regulación de emisiones.[14]​ El gobernador del Banco de Inglaterra Mark Carney, en un seminario de Banco Mundial durante 2015, declaró que: «La inmensa mayoría de las reservas es inquemable» si quiere limitarse el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 2 °C.[15]

En junio de 2014 la Agencia Internacional de la Energía publicó un análisis independiente sobre el efecto de los controles en las emisiones. Estimaba que 300 millardos de $ en inversiones de combustibles fósiles quedarían hundidos en 2035 si se adoptaran los recortes de emisiones necesarios para que la temperatura superficial media no aumente más de 2 °C.[16]

Un informe del laboratorio de ideas Iniciativa de Seguimiento del Carbono halló que entre 2010 y 2015 el sector de la minería de carbón en EE. UU. había perdido el 76 % de su valor y clausurado 200 minas. Reflejaba también que Peabody Energy, la compañía privada minera de carbón más grande del mundo, había perdido el 80 % de su valoración bursátil en ese período. El informe atribuía estas pérdidas a los controles de la Agencia de Protección Ambiental estadounidense y a la competencia del gas de esquisto.[17]

En 2013 las compañías de combustibles fósiles invirtieron 670 millardos de $ en exploración de nuevos recursos petrolíferos y gasistas.[18]

Un informe de 2015 estudió 20 compañías de combustibles fósiles y halló que, aunque eran altamente rentables, los costes ocultos para la sociedad también eran grandes.[19][20]

El informe abarca el periodo 2008–2012 y señala que: «para todas las compañías y todos los años, el coste económico a la sociedad de sus emisiones de CO2 era mayor que su beneficio después de impuestos, con la única excepción de ExxonMobil en 2008.»[19]​ Las compañías que se dedican exclusivamente al carbón salen incluso peor paradas: «el coste económico para la sociedad supera a los ingresos que la sociedad obtiene de estas compañías (salarios de sus empleados, impuestos, compras que hacen las compañías para suministrarse y empleos indirectos) en todos los años. Este coste varía entre casi 2 y casi 9 $ por cada dólar de ingresos.»[19]​ El informe sugiere:

Estos costes ocultos o externalizados son un subsidio implícito y consiguientemente representan un riesgo para estas compañías. Existe una probabilidad razonable de que la sociedad actúe, ya para reducir estos costes mediante normativa contra los combustibles fósiles, ya para recobrarlos mediante la imposición de un precio de las emisiones. Los inversores son cada vez más conscientes de este riesgo y buscan entenderlo y gestionarlo."[19]

De modo parecido, en 2014, el analista financiero Kepler Cheuvreux calculó que, en un escenario regulador que impidiera superar las 450 partes por millón de CO2 atmosférico, el valor de las compañías de combustibles fósiles caería 28 billones de $.[21]​ El vicepresidente del Banco Central Europeo advirtió en junio de 2019 que el sistema financiero de la eurozona afrontaba un riesgo de 720 000 millones de euros por su exposición a empresas afectadas por la reducción de emisiones.[22]

La competencia con las energías renovables, de menores costes, puede llevar a la pérdida de valor de compañías de combustibles fósiles. En algunos casos esto ya ha ocurrido.[23]​ Deutsche Bank predijo que el 80 % del mercado mundial de electricidad lograría a finales de 2017 la paridad de red (la igualación de costes) con la generación solar de electricidad.[24]​ Este pronóstico se ha incluso superado: según el análisis[25]​ del gestor de activos Kaiserwetter, en 2017 producir un megavatio-hora (MWh) de electricidad con combustibles tradicionales costó entre 49 y 174 $, mientras que generarlo con renovables solo costó entre 35 y 54 $. En 2012 el 67 % de la electricidad del mundo se generó quemando combustibles fósiles.[26]

Stanwell Corporation, un generador de electricidad perteneciente al Gobierno de Queensland, tuvo pérdidas en 2013 por su capacidad de generación de 4 GW a carbón y gas natural. La compañía las atribuyó a la expansión de paneles solares en los tejados, que redujeron el precio de la electricidad durante el día; algunos días el precio (normalmente entre 40 y 50 dólares australianos por MWh) era casi cero.[23][27]​ El Gobierno australiano y Bloomberg New Energy Finance pronostican que la producción de energía por estos paneles solares se sextuplicará entre 2014 y 2024.[23]

Al ser inestables sus precios, invertir en la extracción de estos combustible es un negocio arriesgado. El petróleo West Texas Intermediate cayó de 107 $ por barril en junio de 2014 a 50 $ por barril en enero de 2015. Goldman Sachs declaró en enero de 2015 que, si el petróleo se estabilizaba en 70 $ por barril, 1 billón de $ de inversiones previstas en yacimientos no serían rentables.[14]

Un estudio por la Escuela Smith de empresa y medio ambiente (Universidad de Oxford) halló que la estigmatización de compañías de combustibles fósiles causada por la desinversión puede «aumentar materialmente la incertidumbre en torno al futuro flujo de caja de estas compañías.»[28]​ Lo que a su vez «puede llevar a una compresión permanente en sus cifras comerciales p. ej. la ratio precio-beneficio (PER).»[28]

El estudio también dice que:

Según un estudio de Aperio Group en 2013, los riesgos económicos de la desinversión en compañías de combustibles fósiles en el índice Russell 3000 son «estadísticamente irrelevantes».[29]

En noviembre de 2014, un grupo de 7 diplomados, licenciados y estudiantes de Derecho presentó una demanda en el Tribunal Superior del condado de Suffolk (Massachusetts) contra el rector de la Universidad de Harvard y otros dirigentes por «gestión inadecuada de fondos benéficos» e «inversión intencionada en actividades anormalmente peligrosas» en relación con las inversiones de Harvard en compañías de combustibles fósiles.[30]​ En marzo de 2015, el tribunal superior aceptó la petición de la Universidad para desestimar la demanda. El juez superior dictaminó: «Por ferviente, articulado y admirable que sea el propósito de los querellantes, lo han traído ante un foro que no puede concedérselo.»[31]

En octubre de 2014, Exxon Mobil declaró que la desinversión en combustibles fósiles «no se correspondía con la realidad» y que «no utilizar combustibles fósiles es equivalente a no utilizar energía en absoluto, y eso no es factible.»[14]

En marzo de 2014, John Felmy, economista jefe del Instituto Norteamericano del Petróleo, declaró que el movimiento para desinvertir en compañías de combustibles fósiles «verdaderamente me repugna» y declaró que los académicos y activistas que lo apoyan están mal informados, desinformados, o mienten directamente. Felmy criticó particularmente al ecologista y autor Bill McKibben.[32]

La Asociación Mundial del Carbón ha señalado que la desinversión en compañías de combustibles fósiles no resulta necesariamente en una reducción de la demanda de estos combustibles, sino más bien en que los inversores ambientalmente conscientes pierdan influencia en estas compañías. De hecho, el carbón ha sido la fuente de energía de más rápido crecimiento en el período 2000-2010 y es una materia prima importante para el acero y el cemento en países en desarrollo.[33]

Posteriormente se está advirtiendo un cambio de actitud en las empresas que usan una gran cantidad de combustibles fósiles (por ejemplo, las eléctricas, en sus centrales) hacia la diversificación de sus inversiones, poniendo dinero también en energía renovable[34]​ y negocios ligados a la descarbonización, como recarga de vehículos eléctricos. Héctor Perea, de la petrolera española Cepsa, cree que es una tendencia firme.[34]​ En septiembre de 2019 un informe[35]​ de Goldman Sachs señala a Repsol como la petrolera internacional que más invierte en energía renovable, un 17 % de su inversión total, mientras que otras como ExxonMobil o Chevron no llegan al 1 %.

Desde media docena de campus en 2011 llamando a sus administraciones a desinvertir en combustibles fósiles e invertir en energía limpia y «estrategias de transición energética justa» para dar poder a los más afectados por la degradación medioambiental y climática, la campaña se extendió a unos 50 campus en la primavera de 2012.[36]​ En septiembre de 2014, 181 instituciones y 656 individuos se habían comprometido a desinvertir unos 50 millardos de $.[10]​ Un año más tarde, en septiembre de 2015, los números habían crecido a 436 instituciones y 2 040 individuos en 43 países, que representaban 2,6 billones de $ en activos, de los cual el 56 % se basaba en el compromiso de fondos de pensiones y el 37 %, en el de compañías privadas.[36]​ En abril de 2016 ya se habían unido a la campaña 515 instituciones, de las cuales el 27 % eran grupos religiosos, el 24 % fundaciones, el 13 % organizaciones gubernamentales, el 13 % fondos de pensiones y el 12 % facultaades, universidades y escuelas. Juntos representaban, junto con los inversores individuales, un total de 3,4 billones de $ en activos.[37]

La campaña de desinversión en la Universidad Nacional Australiana (ANU por sus siglas en inglés) es una de las que más tiempo lleva en marcha en el mundo, y aunque todavía no ha conseguido una desinversión completa, ha obtenido importantes victorias, especialmente en 2011 y 2014.

Universidad Australiana libre de fósiles (Fossil Free ANU) se formó a partir del Colectivo medioambiental ANU (EC por sus siglas en inglés), un grupo, no jerárquico y basado en el consenso, de estudiantes afiliados a la Red Mediombiental Estudiantil Australiana, cuando en la región de Northern Rivers Nueva Gales del Sur activistas informaron a los estudiantes de que la ANU era el duodécimo mayor accionista de la compañía Metgasco (productora de gas metano de carbón).[38]​ Las subsiguientes protestas estudiantiles, con un evento denominado "La universidad se fracciona" (ANU gets fracked juego de palabras con la actividad de fractura hidráulica) que vio a los estudiantes levantar una torre de extracción de gas simulada en pleno Tribunal de la Unión, el consejo de la ANU anunció en octubre de 2013 que desinvertía en Metgasco, citando las preocupaciones estudiantiles y el hecho de que el gestor de patrimonio Australian Ethical Investment no aprobara a esta empresa.[39]​ Tom Stayner, un activista del EC, afirmó en el periódico estudiantil de la ANU, Woroni, que: «Hubo que convencer a bastantes, pero el vicerrector mostró su liderazgo en este asunto urgente.»[40]

Sin embargo las preocupaciones estudiantiles rebrotaron en 2012 cuando se reveló que la ANU sólo había reducido su participación en Metgasco de más de 4 millones de acciones en 2011 a 2,5 millones en 2012.[41]​ En 2013 Tom Swann presentó a la ANU una petición, amparada por la ley de libertad de información, en la que solicitaba todos los «documentos creados durante 2012 que se refierieran a la compra, venta o posesión por la universidad de acciones de cualquier compañía que generara ingresos a partir de petróleo, carbón, gas natural o uranio.»[42]​ Estos documentos revelaron que la ANU tenía participaciones sustanciales en importantes compañías de combustibles fósiles importantes y, mientras vendía acciones de Metgasco, las había estado comprando de Santos Limited, uno de los mayores productores australianos de gas natural.[43]​ La presión de los estudiantes y la opinión pública llevaron al consejo de la ANU a poner en marcha una política de inversión socialmente responsable (ISR) a finales de 2013 según el modelo de la Universidad de Stanford, el cual se propone «evitar oportunidades de inversión consideradas probablemente dañinas para la sociedad.»[43]

En 2014 el alumnado de Universidad Australiana libre de fósiles organizó el primer referéndum de la ANU a iniciativa de los estudiantes, y en septiembre más del 82 % del alumnado votó a favor de la desinversión, lo que supuso la mayor participación en una elección estudiantil en esa universidad en más de una década.[44]​ En octubre de 2014, el consejo de la ANU anunció que desinvertía en 7 compañías, 2 de las cuales, Santos y Oil Search, sacaron malas notas en una revisión independiente emprendida por el Centro para la Investigación Ética Australiana.[45]​ Esta decisión provocó una controversia de un mes con el periódico financiero Australian Financial Review que publicó más de 53 artículos contra dicha decisión, entre ellos 12 portadas atacando a la ANU, con su editor en jefe, Michael Stutchbury, tildando la decisión de tan «trapacera»[46]

(disingenuous) como prohibir el burqa.[44]​ Estos ataques, que el editorial del periódico Canberra Times describió como «bordeando lo histérico»[47]​ fueron secundados por miembros del gabinete de Tony Abbott, con el ministro de hacienda Joe Hockey declarando que al consejo de la ANU lo han «expulsado de la realidad que es impulsar la economía australiana y crear más empleo»,[48]​ el ministro de educación Christopher Pyne llamándolo «estrambótico»[49]​ y el primer ministro, el propio Abbott, tildándolo de «estúpido».[50]​ En respuesta, Louis Klee, un activista de Universidad Australiana libre de fósiles, escribió en The Age que la reacción demostró no solamente «la complicidad del poder estatal con la industria minera», sino también

que los ciudadanos de este país son voces potentes en el debate sobre justicia climática. Demuestra que son, finalmente, las voces que hablan con creciente elocuencia, urgencia y autoridad con un propósito: la acción para abordar el calentamiento mundial.[44]

El vicerrector de la ANU, Ian Young, a favor de la decisión, declaró:

En la desinversión, está claro que teníamos derecho y desempeñamos un papel de liderazgo verdaderamente nacional e internacional. ... Parece que hemos desempeñado un papel principal en un movimiento que ahora parece imparable.[51]

En una reunión con estudiantes al comienzo del furor tras la decisión, Ian Young dijo a activistas de Universidad Australiana libre de fósiles que, aunque inicialmente pensó que la desinversión era «un paripé»,[52]​ la reacción de las compañías mineras reveló que el alumnado «tenía toda la razón».[53]

La ANU todavía posee acciones de compañías de combustibles fósiles y Universidad Australiana libre de fósiles continúa haciendo campaña para que las venda todas.[45]

350.org es una organización ecologista internacional que anima a los ciudadanos a la acción con la creencia de que publicitar los crecientes niveles de dióxido de carbono presionará a dirigentes mundiales para que se ocupen del calentamiento mundial y reduzcan los actuales (2016) niveles de 405 partes por millón (ppm) a 350 ppm, un valor considerado seguro por el consenso científico. Como parte de su política mundial, 350.org lanzó en 2012 su campaña "Libérate de los fósiles. ¡Desinvierte en combustibles fósiles!", que pide a facultades y universidades, así como ciudades, instituciones religiosas y fondos de pensiones, que vendan sus participaciones en compañías de combustibles fósiles.

Desinversión e Inversión Filantrópica (Divest-Invest Philanthropy) es una plataforma internacional para las instituciones comprometidas con la desinversión en combustibles fósiles.[54][55]

En marzo de 2015, el periódico británico The Guardian lanzó la campaña «Dejadlo en la tierra», animando a la Fundación Wellcome y a la Fundación Bill y Melinda Gates a desinvertir en compañías de combustibles fósiles, en las que la segunda tiene un mínimo de 1,4 millardos de $.[56]​ La Fundación Wellcome tiene 450 millones de libras esterlinas de inversiones en Shell, BHP Billiton, Rio Tinto Group y BP.[56]​ A finales de marzo de 2015 la petición había recibido más de 140 000 firmas.[57]

Fossil Free Stanford es una de las campañas de desinversión universitaria de más alto perfil en los EE. UU. En mayo de 2014, la universidad se despojó de su patrimonio, luego valorado en US$ 18,7 mil millones, de las participaciones en empresas de extracción de carbón después de una campaña sostenida por estudiantes universitarios. La autora Naomi Klein calificó la desinversión como "la victoria más significativa en el movimiento climático juvenil hasta la fecha".

La campaña mantiene un amplio apoyo en el campus, ejemplificado en múltiples referéndums en todo el campus, incluso en abril de 2014 y abril de 2018, en los que el cuerpo estudiantil votó en un 75 por ciento y 81 por ciento a favor de la desinversión de todos los combustibles fósiles, respectivamente. El Senado de pregrado de Stanford y el Consejo de estudiantes de posgrado de Stanford también aprobaron resoluciones que exigían la desinversión total de combustibles fósiles en 2014. En 2016, los presidentes y vicepresidentes del cuerpo estudiantil del año escolar 2016-2017 y el año escolar 2015–2016 publicaron una carta pidiendo el liderazgo de la universidad para representar el consenso de los estudiantes en apoyo de la desinversión de combustibles fósiles.

En enero de 2015, un grupo de más de 300 profesores de Stanford publicó una carta pidiendo la desinversión total, que atrajo la atención internacional. Otras facultades se unieron en las siguientes semanas, de modo que el total creció a 457 signatarios de facultad. Los firmantes incluyeron a un exrector de la universidad, varios jefes de departamento, un vice-rector, varios premios Nobel y miembros de las siete escuelas de la universidad.

En noviembre de 2015, antes de las negociaciones climáticas COP 21 de la CMNUCC que dieron lugar al Acuerdo de París, más de 100 estudiantes se arriesgaron a ser arrestados al organizar una sentada no violenta, para rodear la oficina del presidente de la universidad durante 5 días y 4 noches. La sentada terminó cuando el presidente de la universidad, John Hennessy, acordó al quinto día una reunión pública con el grupo de estudiantes. En respuesta a los planes publicitados de los estudiantes para celebrar esta sentada, la Junta de Síndicos de la universidad publicó una carta a la CMNUCC pidiendo una acción climática audaz.

En abril de 2016, la Junta de la Universidad anunció que no tomaría más medidas de desinversión relacionadas con la desinversión de combustibles fósiles. En respuesta, un grupo de más de 1000 estudiantes y exalumnos se comprometieron, durante las ceremonias de graduación de la escuela en junio de 2016, aretener todas las donaciones futuras hasta que la escuela logre la desinversión total.

Harvard Desinvierte (Divest Harvard) es una organización de la Universidad de Harvard que busca obligarla a desinvertir en compañías de combustibles fósiles. La fundaron en 2012 algunos de sus estudiantes.[58]​ En noviembre de 2012 un referéndum sobre desinversión celebrado en la Universidad de Harvard obtuvo el 72 % de votos favorables,[59]​ seguido por un referéndum similar en la Facultad de Derecho de Harvard en mayo de 2013, con el 67 % a favor.[60][61]​ Durante este tiempo, representantes de Divest Harvard se reunieron con miembros del rectorado,[62]​ pero dichas reuniones fueron descritas como improductivas.[63]

En octubre de 2013 el rectorado anunció formalmente que la universidad no consideraría una política de desinversión.[64]​ Tras esto, Divest Harvard empezó organizar convocatorias, conferencias[65]​ y debates sobre desinversión.[66]​ En marzo de 2014, el alumnado de Divest Harvard grabó un encuentro improvisado con el rector Drew Gilpin Faust, durante el cual Faust aparentemente sostuvo que las compañías de combustibles fósiles no bloquean los esfuerzos contra el calentamiento mundial.[67]​ Desde entonces el vídeo ha sido objeto de polémica.[68]

En abril de 2014 un grupo de casi 100 facultades de Harvard dirigió una carta abierta a Harvard Corporation (la empresa que dirige la universidad, el rectorado a efectos prácticos) abogando por la desinversión.[69]​ A esto siguió un bloqueo de 30 horas de la oficina del rector por estudiantes que protestaban contra la negativa del rector a comprometerse en una discusión pública sobre desinversión; la administración de Harvard acabó con el bloqueo arrestando a uno de los manifestantes.[70]​ Tras la protesta, Faust declaró que no asistiría al foro abierto que el alumnado y las facultades habían pedido y no se reuniría con estudiantes de Harvard Desinvierte.[71]​ En mayo de 2014 un grupo de antiguos alumnos de Harvard interrumpió un encuentro de antiguos alumnos donde se encontraba Faust levantando y sosteniendo una pancarta a favor de la desinversión; los alumnos fueron expulsados de la sala y se les prohibió acceder al campus.[72]

En septiembre de 2014 las facultades de Harvard renovaron su llamamiento a un foro abierto sobre desinversión[73]​ y continuaron abogando por ella.[74]​ En octubre de 2014, Harvard Desinvierte organizó un evento de 3 días de ayuno y concienciación pública para llamar la atención sobre los daños del calentamiento mundial.[75]​ En noviembre de 2014 un grupo de estudiantes autodenominado Coalición de Justicia Climática de Harvard[76]​ presentó una demanda contra Harvard Corporation para obligarla a desinvertir, basándose en que era una organización sin ánimo de lucro.[77]​ Fue rechazada por juez del Tribunal Superior de Massachusetts con estas palabras: «Por ferviente, articulado y admirable que sea el propósito de los querellantes, lo han traído ante un foro que no puede concedérselo.»[78]​ Los querellantes anunciaron que planeaban recurrir.

En enero de 2015 se supo que Harvard había aumentado considerablemente sus inversiones directas en compañías de combustibles fósiles,[79]​ y el número de facultades y antiguos alumnos a favor de la desinversión creció. En abril de 2015, el grupo de facultades que pedía la desinversión aumentó a 250,[80]​ el club de Vermont de antiguos alumnos de Harvard votó oficialmente a favor de la desinversión,[80]​ y Harvard Desinvierte anunció la creación de un fondo libre de fósiles constituido por donaciones de antiguos alumnos que Harvard recibiría si aceptaba la desinversión.[81]​ En febrero de 2015, Harvard Desinvierte ocupó la oficina del rector durante 24 horas en protesta por la negativa de Harvard Corporation a comprometer al alumnado en la desinversión.[82]​ Esto fue seguido por una carta abierta de un grupo de prominentes antiguos alumnos de Harvard en la que instaban a la universidad a desinvertir.[83]​ En abril de 2015, Harvard Desinvierte y antiguos alumnos llevaron a cabo la anunciada[84]​ "Semana Caliente de Harvard", una protesta de esa duración con manifestaciones, convocatorias, concienciación pública y un bloqueo continuo de desobediencia civil de edificios administrativos en el campus.[85]​ La administración de Harvard evitó sumarse a la protesta.[86]​ Tras esta "Semana Caliente", Harvard Desinvierte llevó a cabo sin aviso previo durante un día un bloqueo de desobediencia civil de la oficina del presidente de Harvard en protesta por la continuada falta de acción de la administración de Harvard.[87]

El MIT libre de fósiles (FFMIT por sus siglas en inglés) es una organización estudiantil del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés) formada por diplomados, estudiantes de posgrado, post-docs, personal de las facultades y antiguos alumnos.[88]​ El grupo lo formaron 6 estudiantes del MIT en otoño de 2012 tras una visita Bill McKibben (de 350.org) a Boston (donde se encuentra el MIT) en su gira "Haz los cálculos".[89]​ FFMIT ha recogido más de 3 500 firmas para una petición de que el MIT (1) congele inmediatamente inversiones nuevas en compañías de combustibles del fósil, y (2) durante los próximos 5 años venda todas las acciones que tenga de estas compañías.[90]

Tras reunirse con FFMIT, la administración del MIT programó de noviembre de 2014 a mayo de 2015 una "conversación por todo el campus" sobre el calentamiento mundial, la cual incluía la formación del comité de conversación del MIT sobre el cambio climático.[91]​ A este comité de 13 miembros (personal de las facultades y alumnos), le fue encargado animar a la comunidad del MIT a determinar cómo la universidad podía abordar el calentamiento mundial y ofrecer recomendaciones.[92]​ La conversación incluyó pedir ideas y opiniones a los miembros de la comunidad del MIT, así como varios acontecimientos públicos. El acontecimiento mayor fue un debate sobre la desinversión en combustibles fósiles entre 6 reconocidos expertos en cambio climático, al que asistieron aproximadamente 500 personas.[92]

En junio de 2015 este comité publicó un informe en el que recomendaba varias iniciativas a la universidad. Respecto a la desinversión, el comité «rechazó la idea de desinvertir indiscriminadamente en todas las compañías de combustibles fósiles», pese a que «una mayoría de 3/4 del comité apoyaba desinvertir en compañías cuyas operaciones se centran específicamente en la exploración o la extracción de los combustibles fósiles menos compatibles con la mitigación del cambio climático, por ejemplo carbón y arenas bituminosas.»[93]

Tras la conversación por todo el campus, el 21 de octubre de 2015, el presidente L._Rafael_Reif anunció el plan de acción del MIT contra el cambio climático. Aunque este plan ponía en práctica muchas de las recomendaciones del comité, la administración universitaria escogió no vender sus acciones de compañías de combustibles fósiles, declarando que «la desinversión...es incompatible con la estrategia de compromiso con industria para solucionar los problemas de fondo contra los que se dirige este plan.»[94]

Al día siguiente, FFMIT inició una sentada en el exterior de la oficina del presidente para protestar por los inconvenientes del plan, incluido el rechazo a la desinversión.[95]​ Más de 100 personas en total participaron en esta sentada, que fue cubierta por múltiples medios de comunicación, como Boston Globe, Boston Magazine o Daily Caller.[96]​ La sentada, que duró 116 días, acabó oficialmente con un acuerdo con la vicepresidenta de investigación, Maria Zuber, tras negociaciones para mejorar el plan. El acuerdo no incluía desinversión, pero consiguió establecer un comité de asesoría climática y un foro de ética climática. Además la administración aceptó reforzar los compromisos de mitigación de la universidad y lograr la neutralidad en carbono «lo antes posible.»[97]

Numerosos individuos han expresado su apoyo a la desinversión en combustibles fósiles, entre los que se cuentan:

En marzo de 2015 Mary Robinson, enviada especial de Ban Ki-moon para el calentamiento mundial y antigua presidenta de Irlanda, declaró: «es casi un requisito de diligencia debida dejar de invertir en compañías de energía sucia».[100]

Desmond Tutu ha hecho público su apoyo a la desinversión en combustibles fósiles y la comparó con la desinversión en Sudáfrica (1960-1990) en protesta por el apartheid.

En 2015, la Asamblea de Londres aprobó una moción que pedía al alcalde de Londres que los fondos de pensiones desinvirtieran urgentemente en compañías de combustibles fósiles.[102][103]

Jeffrey Sachs, director del Instituto de la Tierra, ponente destacado en el quinto foro anual mundial de pensiones e inversiones (Consejo Previsional Mundial, diciembre de 2015), pidió a los inversores institucionales que, a través de la desinversión en combustibles fósiles, asumieran su responsabilidad fiduciaria para reducir el riesgo de pérdidas.[104]

En febrero de 2015 antiguos alumnos de Harvard, entre los que se contaban Natalie Portman, Robert F. Kennedy, Jr, Darren Aronofsky y Susan Faludi escribieron una carta abierta a la Universidad de Harvard reclamando que desinvirtiera los 35,9 millardos de $ que poseía en acciones de compañías de carbón, gas natural y petróleo.

La rectora (en esta universidad el cargo se denomina "presidencia"), Drew Gilpin Faust explicó la decisión de no desinvertir en otra carta abierta:

La Universidad de Glasgow fue la primera universidad en Europa[107]​ que acordó desinvertir en combustibles fósiles. Edward Snowden, filtrador de secretos de la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU. (NSA por sus siglas en inglés) comentó:

Para la lista de las empresas que son objeto de estas campañas de desinversión, véase Anexo:Compañías petroleras.

Gobiernos y fondos de pensiones en los Estados Unidos que han desinvertido parcial o totalmente, o dado pasos en ese sentido (lista alfabética):


Las universidades y facultades norteamericanas que han desinvertido total o parcialmente, o que han dado pasos hacia la desinversión incluyen (lista ordenada alfabética por el nombre original en inglés):

En septiembre de 2014 el Fondo de los hermanos Rockefeller anunció que se desprendería de sus 60 millones de $ de inversiones en combustibles fósiles. «Estamos bastante convencidos que que si él [ John D. Rockefeller, magnate petrolero fundador de la dinastía] estuviera vivo, como hombre de negocios avispado que mira al futuro, saldría de los combustibles fósiles y entraría en energías limpias, renovables.»[162]

El sínodo general 2013 de la Iglesia unida de Cristo (protestante, UCC por sus siglas en inglés) aprobó una resolución (patrocinada por la Conferencia de Massachusetts y otras 10 conferencias de la UCC) que trazaba un camino para la desinversión de esta iglesia en combustibles fósiles. Según esta resolución, para junio de 2018 se habría completado un plan con dicho fin. La propuesta original considerada por el sínodo general pedía un plan de desinversión a 5 años; esto se cambió tras las negociaciones entre los proponentes y el brazo inversor de la UCC, United Church Funds.[163][164][165]​ Este brazo constituyó también un fondo denominado «libre de fósiles» (considerado el primero de este tipo), el cual, a finales de septiembre de 2014, había reunido casi 16 millones de $ de las congregaciones, conferencias y otros grupos de la UCC.[165]

En junio de 2014 los fiduciarios del Seminario de la Unión Teológica (Nueva York) votaron unánimemente empezar la desinversión en combustibles de su dotación de 108,4 millones de $.[166]

En noviembre de 2019, el Banco Europeo de Inversiones (BEI), la mayor institución internacional de préstamos públicos del mundo, adoptó una estrategia para poner fin a la financiación de nuevos proyectos de energía de combustibles fósiles, incluido el gas natural, desde finales de 2021. [167][168]

El 30 de abril de 2015, la Iglesia de Inglaterra acordó desinvertir 12 millones de £ en arenas bituminosas y carbón para centrales térmicas. Posee un fondo de inversión de 9 millardos de £.[173]

Irlanda es el primer país del mundo que desinvierte dinero público en combustibles fósiles.[176]​ Otras fuentes.[177][178]

Las ciudades signatarias de la desinversión son:[182]




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