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Destrucción de Granada (Nicaragua)



La destrucción de Granada, sitio de Granada o incendio de Granada, Nicaragua, ocurrió en el marco de la Guerra Nacional Centroamericana de los años 1856 y 1857. La devastación de la ciudad mediante incendio fue realizada por las tropas filibusteras, que se encontraban bajo el asedio del Ejército Aliado Centroamericano.

El año 1855, el bando democrático (liberales), con asiento en la ciudad de León, había firmado un contrato con Byron Cole para la contratación de filibusteros estadounidenses y cubanos al mando del aventurero William Walker, para luchar a su favor contra el bando legitimista (conservadores), radicado en Granada.

Después de sufrir una derrota en Rivas el 29 de junio de 1855, las tropas de Walker y los democráticos reanudaron la ofensiva con una victoria en el puerto lacustre de La Virgen (3 de septiembre), y después se posesionaron de la ciudad de Granada el 13 de octubre. Una vez radicado allí, el filibustero consiguió proclamarse presidente de Nicaragua el 12 de julio de 1856.

Debido al peligro que representaba para la región, los gobiernos centroamericanos, junto a los legitimistas y democráticos que lograron unirse para enfrentar el conflicto, se organizaron para expulsar del territorio a los filibusteros.

El ejército aliado tuvo una decisiva victoria en la Batalla de San Jacinto el 14 de septiembre de 1856, y para el 2 de octubre ocuparon la ciudad de Masaya, rechazando un ataque filibustero durante los días 11 al 13 del mismo mes. Esos mismos días los aliados atacaron Granada, pero los filibusteros lograron mantener la ciudad en sus manos. Sin embargo, estos volvieron a ser derrotados nuevamente en Masaya entre los días 15 y 19 de noviembre.

En ese momento, la tropa filibustera acantonada en Granada se encontraba en medio de condiciones insalubres, y diezmada por el tifus, fiebre amarilla, disentería, y el cólera; aparte de estas penurias, también eran afectados por el alcoholismo y las deserciones.[1]​Asediado, William Walker ordenó el abandono de Granada desde el 19 de noviembre y también su total destrucción, antes que los aliados atacasen nuevamente. Según él, dejar intacto al poblado sería regalar una poderosa fortaleza en manos del enemigo.[2]​La misión fue encomendada a Charles Henningsen, quien tenía a su cargo unos 300 hombres.[2][3]​Casi todos los habitantes salieron en desorden a bordo los vapores San Carlos y La Virgen, y los heridos de la milicia fueron llevados a la isla de Ometepe.

A esta altura, William Walker se había trasladado al puerto de La Virgen. El jefe filibustero sabía que los aliados tendrían noticias del abandono, y arremeterían antes que Granada —estimada tanto por los nicaragüenses como los demás centroamericanos—[4]​ fuese destruida incendiándola. El ataque aliado, que había sido demorado por Ramón Belloso dos días antes,[5]​ inició el 24 de noviembre.

Henningsen resistió con firmeza la ofensiva a la vez que su tropa embriagada destruía la localidad edificio por edificio y en medio de un incendio provocado por ellos mismos.[4]​Los aliados tomaron la iglesia de Guadalupe, impidiendo la retirada filibustera;[5]​pero el templo fue recuperado y los filibusteros alojaron allí a los enfermos y heridos, que fueron atendidos con gran altruismo de la señora Bingham, esposa de un actor inválido quien había llegado a Nicaragua en busca de fortuna.[6]​ De acuerdo a William O. Scroggs:

Durante el ataque, el general guatemalteco Mariano Paredes murió abatido por el cólera, y fue relevado por José Víctor Zavala. El asedio duró hasta el 14 de diciembre cuando Henningsen abandonó el sitio dejando atrás ruinas y destrucción. En medio del caos, llegó la ayuda de John F. Waters que desalojó a los refugiados en la iglesia de Guadalupe. Esta acción permitió la salida de Henningsen hacia el lago.[8]​Él mismo, según el investigador J. Dueñas Van Severen: "sobre un cuero crudo prendido de una estaca que fijó en la tierra, escribió un epitafio digno de Aníbal: ¡Aquí fue Granada!".[8]​Asimismo, en su reporte a Walker escribió: "Usted me ordenó destruir Granada (...) Su orden ha sido cumplida. Granada ha dejado de existir".[9]

Años después, el jefe filibustero escribiría en su obra La Guerra en Nicaragua el saldo del combate:

William Walker ordenó la destrucción de Granada por razones estratégicas para evitar que los aliados se hiciesen de la importante localidad. Lo que provocó, por el contrario, fue el enfurecimiento de los aliados por la devastación de la simbólica ciudad.[10]



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