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Dios desconocido



Además de los doce dioses principales y las innumerables deidades menores, los antiguos griegos adoraban a una deidad que ellos llamaban Agnostos Theos, es decir: el dios desconocido. En Atenas, hubo un templo dedicado específicamente a este dios y muy a menudo que los atenienses prestaban juramento "en el nombre del dios desconocido" (Νή τόν Άγνωστον Ne ton Agnoston).[1]Apolodoro de Atenas, Filóstrato el Joven y Pausanias escribieron también sobre el dios desconocido.[2]​ El dios desconocido no era tanto una deidad específica, sino una representación, de un dios o dioses que realmente existía, pero cuyo nombre y la naturaleza no se reveló a los atenienses o al mundo helénico en general.

De acuerdo con una historia contada por Diógenes Laercio, Atenas cayó una vez en las garras de una plaga y estaban desesperados por apaciguar a los dioses con los sacrificios apropiados. Así, Epiménides reunió a un rebaño de ovejas en el Areópago y posteriormente las liberaron. Las ovejas comenzaron a deambular por Atenas y las colinas circundantes. Por sugerencia de Epiménides siempre que una oveja se detenía, se establecerá un sacrificio al dios local de ese lugar. Muchos de los jardines y los edificios de Atenas se asociaron de hecho, con un dios o una diosa específica por lo que el altar fue construido y adecuado el sacrificio. Sin embargo, al menos una, si no varias ovejas, llevaron a los atenienses a un lugar que ningún dios había asociado con él. Así, un altar fue construido allí sin el nombre de un dios inscrito en él.

Según el libro Hechos de los Apóstoles, que figura en el Nuevo Testamento cristiano, cuando el Apóstol Pablo visitó Atenas, vio un altar con una inscripción dedicada a ese dios, y, cuando fue invitado a hablar a la elite ateniense en el Areópago dio el siguiente discurso:

En sus razonamientos sobre la posibilidad de conocer a Dios y eventualmente de qué Dios sería este, Hegel ilustra su caso con este dios desconocido, según la cita de Pablo.[3]

Existe un altar dedicado al Dios desconocido encontrado en 1820 en el Monte Palatino de Roma. El mismo contiene una inscripción en Latín que dice:

G·SEXTIVS·C·F·CALVINVSPR

DE·SENATI·SENTENTIA

La cual podría traducirse al español como: "Ya sea para un dios o una diosa sagrada, Caius Sextius Calvino, hijo de Cayo, pretor por orden del Senado restauró esto."

El altar se encuentra actualmente expuesto en el Museo del Palatino.[4]



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