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Dirección de orquesta




La dirección de orquesta consiste en la aplicación de formas artísticas de determinadas técnicas gestuales, de ensayo y psicológicas para conseguir que una orquesta recree la obra de un compositor de la forma más adecuada según cada director.

Los orígenes de la dirección de orquesta estriban en la conducción vocal de la Edad Media. En épocas posteriores, con la introducción de instrumentos acompañando o doblando a las voces, la posición del maestro de capilla o Kapellmeister se ve reforzada en lo personal y en lo musical, habiendo de hacer frente a una mayor polirritmia y polifonía. Para vencer estas nuevas dificultades, se generaliza el uso de un bastón, de manera silenciosa o no, como indicación rítmica al grupo de músicos.

Es así como el compositor de la corte de Francia Jean-Baptiste Lully aplastó su pie con el bastón de director mientras dirigía un Tedéum por la recuperación de una enfermedad real. La herida devino en gangrena, resultando en la muerte del compositor y director al cabo de varios meses.

Con el tiempo, el bastón de director se hizo más pequeño y ágil, convirtiéndose en la actual batuta.[1]

En los siglos XVII y XVIII lo más frecuente es que fuesen los propios compositores quienes al mismo tiempo las dirigieran. Cuando esto no era posible, se recurría a un músico de la orquesta, casi siempre el concertino (Konzertmeister) o bien el realizador del bajo continuo, para que ejerciera dicha labor. Con el transcurso del tiempo, la dirección de orquesta fue especializándose técnica y artísticamente, de manera que en el siglo XIX encontramos ya a insignes directores de orquesta que únicamente se dedican a tal fin. Tradicionalmente se considera a Hans von Bülow como el primer director de orquesta especializado primordialmente como tal.

Ya en el XIX, se considera imprescindible la formación específica como director de orquesta (como remarcan Richard Wagner y Felix von Weingartner en sus escritos).

No obstante, grandes compositores subsistieron principalmente de su labor como directores de orquesta, como Hector Berlioz, Felix Mendelssohn, Ludwig Spohr, Carl Maria von Weber, Richard Wagner, Gustav Mahler y Richard Strauss.

Algunos de estos, y otros más, han dejado obras teórico-prácticas sobre la profesión de director de orquesta, como Hector Berlioz (Le Chief d'Orchestre), Richard Wagner (Über das Dirigieren), Felix von Weingartner (Über das dirigieren), Hermann Scherchen, Günther Schüller (Conducting Technique), Enrique Jordá, etc. Otros, como Sergiu Celibidache, Hans Swarowsky y Leonard Bernstein, han creado escuela técnica e interpretativa al formar alumnos como directores.

La constitución física de cada director de orquesta es determinante de su gesto, amén de su inteligencia, su grado de conocimiento general, su carácter y su personalidad, la relación con la orquesta y el grado de conocimiento de la obra musical concreta. No obstante, se puede resumir la labor del director de orquesta en dos apartados principales: el desarrollo recreacional (en el sentido de volver a crear), o interpretativo, y el desarrollo técnico, conveniente y necesario para llevar a cabo el primero.

Consisten en la serie de movimientos físicos que han de realizarse para indicar a los miembros de la orquesta cómo han de tocar, más allá de lo meramente escrito en la partitura orquestal y en las particelle. Principalmente, estos movimientos serán de brazos, aunque en el ejercicio de la dirección de orquesta es posible y recomendable cultivar el uso de todo el cuerpo.

Los tres gestos principales de la técnica de brazos son éstas:

Es además reseñable el concepto de «relación de pulso», que consiste en la relación de velocidad entre el rebote en el pulso y la consiguiente subida del brazo (divisor) y la caída al pulso siguiente (dividendo), expresándose en los términos de una ecuación en que el dividendo es siempre uno. Así, en una relación de 1:1 se efectúa el rebote y el ascenso y la caída a la misma velocidad; en una relación de 1:2, la caída es al doble de velocidad que la subida (es decir, tarda 2t en subir y t en bajar, siendo t una unidad de tiempo).

Consisten en la manipulación de los músicos y del público por parte del director para así recrear las intenciones del compositor. Dependerán de la habilidad del director de orquesta como comunicador y de su disposición a la obra.

Durante el trabajo de ensayo de las obras, se emplean técnicas que constituyen la verdadera labor del director de orquesta, pues con ellas se puede profundizar en el conocimiento de la obra y en su interpretación. En general, se puede jerarquizar el trabajo de ensayo en la solución de problemas técnicos: primero, los físicos, como entonación, tempo, dinámica y articulación; después, los interpretativos, como direccionalidad, agógica,[2]​ y relación entre ideas.[3]



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