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Eón de la Estrella



Eón de la Estrella (¿? - 1148) fue un famoso gentilhombre bretón del siglo XII protagonista de un movimiento heterodoxo de relativa importancia en Bretaña.

Habiendo oído en la iglesia aquellas palabras: per eum qui venturus est judicare vivos et mortuos, como la palabra eum los franceses la leían eon, creyó que toda la frase se refería a él y que por tanto él era el juez de los vivos y los muertos. Empezó a predicar su misión y encontró en gran parte de Francia un número asombroso de secuaces que se dieron al saqueo, sobre todo de los monasterios. Entre sus fieles constituyó una especie de jerarquía; había entre ellos ángeles, apóstoles, etc. Uno se llamaba el Juicio, otro la Ciencia, etc.

Los poderes seculares mandaron fuerzas contra él, pero nadie se atrevió a detenerle, porque aun los que no creían en él lo tenían por mago y le tenían como a un hombre que tenía trato con el demonio. Con todo el arzobispo de Reims le hizo prender y presentar al concilio que bajo la presidencia del papa Eugenio III se había reunido en Reims mismo en 1148[1]​ para condenar las enseñanzas de Gilberto de la Porrée. El Papa le preguntó "¿Quién eres tú?" Eón replicó "Soy el que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos". Viendo el Papa que Eón estaba recostado sobre un bastón en forma de horca, le preguntó qué significaba aquel bastón. "Aquí se encierra un gran misterio -contestó Eón- mientras que las dos púas de la horca miren al cielo, Dios tiene el señorío de las dos terceras partes del mundo y me deja a mí la tercera, pero si yo vuelva la horca del revés con las puntas hacia abajo, entonces a Dios no le queda sino la tercera parte del mundo y las otras dos son mías".

Por este y otros disparates conocieron los jueces que trataban con un loco rematado, así es que no le dieron más pena que la de encerrarle como a un loco.[2]​ Muy poco después murió en la prisión del arzobispo de Reims.[3]

Se llamó eonitas a los secuaces del visionario Eón de la Estrella. Al ser preso y encerrado su caudillo, la mayor parte de los discípulos entraron de nuevo en al Iglesia y fueron recibidos benignamente. Algunos, sin embargo, se obstinaron, como aquel a quien Eón había apodado el Juicio y el que se llamaba la Ciencia y algunos más. Estos fueron condenados al suplicio de la hoguera.



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