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Edicto de Tolerancia de Nicomedia



El Edicto de Tolerancia de Nicomedia (Edictum tolerationis Galerii) del 30 de abril del año 311 puso un punto final a las medidas represivas instituidas en el Imperio romano en contra de los cristianos por el emperador Diocleciano. El edicto de Nicomedia fue promulgado por el emperador Galerio, quien inicialmente habría sido uno de los instigadores de la política de Diocleciano en este aspecto y como tal, según las fuentes cristianas de la época, uno de los más decididos enemigos del cristianismo. Galerio murió cinco días después de la promulgación del edicto.

Galerio estaba enfermo de cáncer y tal evento fue presentado por los apologistas cristianos como el castigo de Dios que lo llevó a una actitud más tolerante. Así, Lactancio relata de manera colorida cómo Galerio padeció durante un año los más horribles sufrimientos y, devorado internamente por gusanos, pudriéndose en vida, tuvo que reconocer a Dios. En los intervalos entre sus espantosos dolores, Galerio habría prometido a gritos que reconstruiría la iglesia que había contribuido a demoler. Así, a escasos días de su muerte promulgó el Edicto de Tolerancia.[1]

Es más plausible sin embargo que las motivaciones hayan obedecido a consideraciones de tipo político. En efecto, Galerio, que era consciente del fracaso de la Tetrarquía como forma de gobierno del Imperio, quería lograr para su sucesor en oriente mejores condiciones iniciales frente a occidente. La situación de los cristianos era una fuente permanente de conflictos y una amenaza para la paz social susceptible de debilitar la parte oriental en sus conflictos con la parte occidental del Imperio. Con la medida adoptada, Galerio quería ostensiblemente revertir tal situación. Por otra parte era evidente que la política adoptada contra los cristianos no había dado el resultado esperado —lo que se reconoce explícitamente en el edicto— y que dado el número y poder creciente de aquellos, era quizás la actitud más racional a adoptar.

El decreto no abunda en elogios respecto del cristianismo, pero luego de una breve introducción a guisa de justificación de las medidas represivas precedentes, se autoriza a los cristianos a reconstruir sus iglesias y a celebrar reuniones en la medida en que no alterasen el orden público. También el edicto solicita a los cristianos a que recen por el bien público y el del emperador. Esto puede ser interpretado como una tentativa de integración de los cristianos y de su instrumentalización con fines políticos. Luego de la promulgación del edicto, muchos de ellos que habían sido privados de su libertad fueron liberados.

El edicto original no fue encontrado, su texto se conoce a través de la transcripción en latín del mismo efectuada por Lactancio en su libro titulado "Sobre la muerte de los perseguidores" (De mortibus persecutorum).

En efecto, por algún motivo, la voluntad de los cristianos fue por su propia obra plagada de tal manera y fueron presa de tal tamaña estupidez, que abandonaron las instituciones ancestrales, que quizás sus mismos antepasados habían instituido. En su lugar, por su propio capricho y como bien les pareció, adoptaron y siguieron leyes propias congregándose en varios lados como grupos separados.

Así, cuando con tal finalidad pusimos en vigor nuestras leyes para que se conformasen a las instituciones tradicionales, muchos se sometieron por el miedo, otros fueron incluso abatidos.

Aun así muchos perseveraron en su propósito y constatamos que no observaban la reverencia a los dioses de la religión debida ni tampoco aquella del Dios de los cristianos. Habida cuenta de nuestra gran clemencia e inveterada costumbre de indulgencia que ejercitamos frente a todos los hombres, creemos que debemos extenderla también a este caso. De tal modo pueden nuevamente los cristianos reconstituirse así como sus lugares de culto, siempre que no hagan nada en contra del orden público.

Por medio de otra carta indicaremos a los magistrados como deben conducirse. En razón de esta, nuestra benevolencia, deberán orar por nuestra salud y la del imperio, para que el imperio pueda continuar incólumne y para que puedan vivir en seguridad en sus hogares.

Con el Edicto de Nicomedia cesa la penalización del cristianismo que adquiere así el estatuto de religión permitida (religio licita) en las provincias del Danubio y de los Balcanes. Este es el primer reconocimiento histórico-legal del cristianismo. (Grant)

Dos años después, en el año 313 siguió el Edicto de Milán, que consagró totalmente la libertad de cultos colocando al cristianismo en un pie de igualdad con las otras religiones del Imperio.



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