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Educación Social



La educación social es una disciplina pedagógica que promueve la incorporación del educando a la diversidad de las redes sociales para el desarrollo de la sociabilidad, la circulación social y la promoción cultural y social del mismo a través de la adquisición de bienes culturales, que le permitan ampliar sus perspectivas educativas, laborales, de ocio y de participación social.[1]

La educación social está basada en la Declaración de Derechos Humanos de la ONU y Dispone de la integridad y valor de cualquier ser humano, con independencia de raza, sexo, edad, creencias y estatuto sociales, económico e intelectual, haciendo posible la Incorporación de la persona a la educación en la diversidad de las Redes sociales, entendida como en desarrollo de la sociabilidad y la Circulación social. La promoción cultural y social, entendida como abierta a nuevas posibilidades de la adquisición de los bienes culturales, que amplíen perspectivas educativas, laborales, de ocio y participación social.

La educación social ha sido considerada tradicionalmente bien desde la perspectiva de los ámbitos específicos de trabajo del educador social (educación de adultos, educación no formal, etc.) o a partir de los fines que se persiguen con la acción socioeducativa. Por su parte, el Consejo Estatal de Colegios de Educadores y Educadoras Sociales (ASEDES) define la educación social tanto como profesión de carácter pedagógico como el derecho del ciudadano, sujeto del proceso educativo, a ser integrado a las redes sociales (entendiéndose como tal al desarrollo de la sociabilidad y la circulación social) y poder acceder a bienes culturales que le permitan ampliar sus perspectivas educativas, laborales, de ocio y participación social.[cita requerida]

El profesor Antonio Petrus cita como características distintivas de la Educación Social, el ámbito social y su carácter pedagógico[2]​ en tanto que José María Quintana resume en tres las principales maneras de entender la educación social: como forma primordial de la educación al atender a su esencia de perfecta socialización del individuo, como un aspecto importante de la educación general, y como forma pedagógica del trabajo social en casos de marginación.[3]

A partir de los años 80, «gracias al advenimiento de la democracia y a las nuevas formas del estado del bienestar, al incremento de los sectores de población marginal y, principalmente, a la conciencia de responsabilidad frente a los nuevos problemas derivados de la convivencia»,[4][5]​ la Educación Social tuvo una rápida expansión en España lo que se reflejó en el real decreto 1420/1991 que el 30 de agosto de 1991 creaba la Educación Social como diplomatura universitaria.[6]​ En el año 2012, dicha diplomatura pasó a ser Grado en Educación Social. Este grado tiene una duración de cuatro años (60 créditos por año para completar 240) y están programados en asignaturas semestrales, en su mayoría de 6 créditos. Las asignaturas de formación básica se imparten en el primer año, las de formación específica en 2.º y 3.º curso y las optativas en 3.º y 4.º curso.

El autor Pello Ayerbe Echeberría enuncia entre las principales funciones de la educación social:[7]

El concepto de «intervención socioeducativa» pretende resumir las acciones concretas de carácter motivacional, pedagógico, metodológico, de evaluación, etc., que lleva a cabo el agente de intervención (típicamente el educador social) para de acuerdo al programa previamente definido intentar que el sujeto o grupo alcance los objetivos propuestos.[7]

Por planificación se entiende la elaboración de un plan, de un proyecto o un programa de acción tendiente a la adopción de decisiones a los efectos de alcanzar una serie de objetivos propuestos.

El autor Joaquín Gairin Sallan enumeraba entre los rasgos de la planificación que se trata de una anticipación de futuro cuyas actuaciones afectan a diferentes sectores de la sociedad, es un proceso continuo y unitario con un sentido de provisionalidad, implica necesariamente la toma de decisiones sucesivas pero interdependientes, y exige la mayor inteligencia posible para manejar la complejidad de las situaciones.[7]

En cuanto a los principios generales que deberían guiar la planificación de la intervención educativa cabe mencionar:[7]

La educación social abarca diversos ámbitos concretos de intervención. Antonio Petrus destaca los siguientes:[8]

Debido a las necesidades que presentaba y presenta la población en el ámbito familiar el educador social ha precisado especializarse dentro de este ámbito, debido al gran número de áreas de trabajo y de la demanda existente por parte de la población. La figura del Educador Familiar, realiza funciones de ayuda y de complementariedad entre los tres ámbitos fundamentales que afectan a los menores; familia, escuela y sociedad. Las actuaciones se llevan a cabo en el seno de las familias que necesitan mejorar sus habilidades parentales mediante la introducción de la figura del Educador Familiar, desde donde se realiza la tarea socioeducativa. Dicha actuación se realiza principalmente a familias con menores, tanto eso riesgo de desamparo como en situación de dificultad o riesgo social. Sin embargo, con los cambios que se han producido en nuestra sociedad, este concepto se ha ido ampliando y en familias normalizadas la intervención en muchos casos ha sido necesaria, ya que la adolescencia es un período muy vulnerable para los jóvenes y en muchas ocasiones los padres no saben que debe hacer o que actuaciones son las correctas.

El objetivo general del educador familiar es que las familias logren mejorar su proceso de socialización, sus relaciones internas y con el entorno, consiguiendo desarrollar más autonomía. Todo esto va a variar en función de cada situación, del modelo familiar, de las condiciones socioeconómicas y del contexto en el que se desarrolle. Además, es importante añadir que el Educador Familiar, puede realizar una función preventiva ( detección precoz de problemáticas que aparezcan en la familia, ser un punto de apoyo en el acompañamiento emocional, facilitar pautas y habilidades educativas con el objetivo de mejorar las interrelaciones entre los miembros de la familia y el entorno). Por otro lado, tiene una función reeducativa, en este caso en la medida de lo posible intenta un cambio de comportamientos y hábitos que eviten la marginación social, dotándoles de recursos personales para hacer posible su incorporación a la sociedad. También, tiene una función reguladora, capacitando a la familia para que se puedan establecer unas relaciones afectivas sanas y basas en el respeto mutuo. Y por último, una función integradora, donde la familia tome conciencia de la importancia de la participación ciudadana y se involucren en ella, para conseguir una clara transformación social.

Como se puede ver el Educador Familiar tiene múltiples funciones, intentando potenciar la comunicación y la expresión afectiva, orientar pautas educativas, favorecer un modelo educativo democrático y establecer pautas los límites y las normas de convivencia. También es importante destacar que para llevar a cabo un proceso de cambio en las familias es muy importante tener en cuenta los pasos que se van a seguir en la intervención. Por un lado el alcance del recurso, es decir, la cantidad de población a la que se desea que llegue el proyecto. Por otro lado, el grado de formalidad, es decir, la especificidad con la que se tiene que desarrollar el proceso de cambio para que el proyecto responda a los objetivos propuestos. Y por último, la duración, haciendo referencia al tiempo que se necesita para realizar la tarea propuesta. En definitiva, el proyecto que lleve a cabo el educador familiar, debe responder a la realidad sobre la que se quiere actuar.

En este caso, el educador interviene ante la presencia de necesidades educativas especiales, sea por discapacidad física o psíquica o debido a conflictos emocionales, de conducta y/o de entorno que condiciones la capacidad del sujeto para continuar con su aprendizaje.[8]

Otro de los ámbitos relevantes de intervención del educador social, en conjunto con otros profesionales, es el de la educación de adultos.[8]

Hace referencia a la actividad del educador social en instituciones socioculturales (centros de día, centros cívicos, etc.) a los fines de fundamentar, planificar, ejecutar y evaluar proyectos pedagógicos.[8]

Otros profesionales propios de la Animación Sociocultural y Educación en el Ocio y Tiempo Libre son: Director de Tiempo Libre. Monitor de Ocio y Tiempo Libre. Animador Sociocultural.

De manera similar, se espera que el educador social, mediante su formación, sea capaz de hacer aportaciones en las organizaciones donde intervenga; organizando, coordinando y fomentando la cooperación de la comunidad.

Hace referencia a la conveniencia de que el educador social desarrolle estrategias que faciliten un encuentro intercultural en el seno de la comunidad. Eso puede incluir actividades para promover la sensibilización intercultural, estrategias pedagógicas antirracistas, dinámicas de convivencia para avanzar en la comprensión, la empatía y el conocimiento del otro, para valorar las diferencias y si es preciso actuar como mediador cultural.[8]

Los servicios de atención a la tercera edad y a sus familias son también un ámbito de intervención de la educación social,[8]​ en el que los profesionales pueden participar activamente en centros de día o residenciales.

El papel del educador o educadora social en  la intervención con personas mayores se encuentra bajo prejuicios, ya que no tiene una función específica, sino que se trabaja en coordinación con otros perfiles profesionales del servicio o centro en cuestión. La función profesional de la Psicología es la que más puntos en común tiene con la educación social, ya que ambas se encaminan a fomentar la autonomía a nivel cognitivo para promover la autogestión y el crecimiento personal, con el fin de mejorar la calidad de vida en esta última etapa vital. La educación social se encarga del proceso de socialización de las personas residentes a través del contacto con familiares y las relaciones con la comunidad de usuarios, establecidas mediante el ocio relacional.[9]​ Para ello, se trabaja el crecimiento grupal mediante actividades dinámicas con otros residentes o usuarios como instrumento de cohesión. También se trabaja la normalización de la persona mayor, es decir, quitando la connotación de “enfermo” al usuario o residente. Además, el educador/a puede ser una figura puente entre las familias y otros profesionales del centro.

En este sentido, el educador o educadora tiene la función de diseñar, planificar, evaluar y coordinar las diferentes actividades propuestas por el recurso, teniendo en cuenta las gestiones que los usuarios deben hacer  en su día día, garantizando un buen seguimiento que dé sentido a las actuaciones de la residencia o centro de día, promoviendo la unión entre las personas residentes. No obstante, la falta de recursos económicos, materiales y humanos dificulta la tarea de la educación social. Por lo tanto, un gran reto para la intervención en personas mayores desde la educación social es  proponer y crear actividades sencillas y eficaces acordes a las necesidades de los residentes, desarrolladas a partir de la capacidad de invención y creatividad por parte de los profesionales de la educación social.[10]​ Por este motivo, la necesidad de personas voluntarias en residencias y centros de día, es elevada, ya que la ratio de educadores sociales por centro es baja, aspecto que dificulta su ámbito de actuación.

La drogodependencia es también un área de abordaje interdisciplinario que incluye al educador social en tres instancias fundamentales: la prevención primaria para evitar el consumo, la prevención secundaria cuando el sujeto ya ha tenido contacto con el consumo de drogas y la prevención terciaria (reducción de daños) para los casos en que hay ya una situación de dependencia. En este último escenario el agente trataría de impedir que la situación se agrave y procuraría reducir los riesgos asociados al consumo (contagio de enfermedades infecciosas tales como el VIH o la hepatitis, riesgo de sobredosis, etc.).[8]

El trabajo del Educador Social en Drogodependencias es fundamental tanto en prevención secundaría como terciaria, porque es el encargado de acompañar al sujeto durante el proceso de intervención.

El educador social, en ámbitos generales, tiene la función de hacer un proceso de acompañamiento con esos usuarios de manera individual y centrándose en la persona a la que está ayudando. Cada persona tiene una historia diferente y, por lo tanto, el educador tiene el objetivo de dar las herramientas y ayudar a ese individu para que, mediante un proceso, pueda tenir una vida independiente y integrado en la sociedad.

El educador social engloba diferentes campos, es decir, puede estar con diferentes colectivos dependiendo de su formación ya que hay una formación general para todos los ámbitos y, luego, cada persona escoge el colectivo con el que quiere trabajar haciendo una especialización. Hay diferentes campos: mujeres maltratadas, personas mayores, personas con discapacidades intelectuales y físicas, niños y adolescentes, inmigrantes...

Los colectivos a los que acompañan, en muchas ocasiones, se encuentran en una situación de exclusión social, por lo tanto, el educador social tiene el objetivo de que esa persona pueda adherirse e introducirse en la sociedad sin verse en una situación de discriminación ni inferioridad. Por esta razón, muchas de las acciones que llevan a cabo es la formación y la búsqueda de un trabajo ya que esto favorece a la integración social, dando así un inicio para que cada persona pueda conseguir la integración social e independencia que, con anterioridad, no ha podido tener.

Algunas de las funciones del educador/a social en los centros educativos, tanto de educación primaria como secundaria, son las siguientes:

Los titulados en Educación Social se encuentran entre los profesionales a los que se les reconoce el acceso al desempeño de la mediación en los diferentes ámbitos en los que esta se plantea, de acuerdo a la Ley 5/2012, de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y mercantiles. Ya aparecía el Educador Social como uno de los profesionales habilitados para el ejercicio de la Mediación Familiar en las leyes que se habían ido aprobando en las diferentes comunidades autónomas, así la Ley de Medición de Cantabria además de exigir la acreditación de licenciatura, diplomatura o grado para acceder a la inscripción en el Registro de Personas Mediadoras. Además expone que la actividad mediadora se ciñe a los universitarios que cuenten con un título de los que aparecen en la lista: Derecho, Filosofía y Letras, Medicina, Psicología, Pedagogía o Psicopedagogía, Sociología o Ciencias de la Salud, Trabajo Social o Educación Social, Magisterio, Diplomado en Relaciones Laborales, Graduado Social Diplomado, Licenciado en Ciencias del Trabajo, Grado en Relaciones Laborales y Recursos Humanos.

La Ley estatal, requiere al mediador un título oficial universitario o de formación profesional superior, sin determinar las disciplinas sobre las que deben tratar esas titulaciones. Además de este requisito de titulación, la Ley estatal establece que los mediadores deben contar con mediación específica adquirida mediante la realización de uno o varios cursos específicos impartidos por instituciones debidamente acreditadas. El Real Decreto 980/2013, de 13 de diciembre, desarrolla determinados aspectos de la Ley 5/2012, de 6 de julio, de Mediación en asuntos civiles y mercantiles, la formación del mediador le debe permitir el dominio de las técnicas de mediación y el desarrollo del procedimiento de acuerdo con los principios y garantías establecidos en la ley, señalando las materias que no pueden someterse a mediación y la imposibilidad de que los acuerdos de mediación afecten a terceros que no participan en la mediación.

La 36.ª Asamblea Mundial de la Salud define la Educación para la salud como «cualquier combinación de actividades de información y de educación que lleve a una situación en la que la gente sepa cómo alcanzar la salud y busque ayuda cuando lo necesite». Ese será pues, un campo de acción de la Educación Social, como propuesta efectiva de actuaciones encaminadas a la mejora de la salud y de la calidad de vida de la ciudadanía.

Este campo de acción que le es propio a la Educación Social (aunque compartido con profesiones del ámbito sanitario como médicos y DUE), es recogido expresamente entre el catálogo de salidas profesionales para la educación que realiza la Universidad Nacional de Educación a Distancia, y que incluye dentro del área de intervención socioeducativa en educación ciudadana, junto a otros ámbitos como la educación ambiental, género, vial, intercultural, cooperación internacional, etc; así, esta misma Universidad, tiene entre sus asignaturas del Grado de Educación Social, la de «Educación para la Salud», que incluye y desarrolla estos planteamientos para formar a los profesionales de la Educación Social en esta área de intervención socioeducativa.

Hemos resaltar que los educadores sociales se han integrado progresivamente en diferentes administraciones y entidades que desarrollan esta labor, normalmente en equipo multidisciplinares. Ejemplo de esta situación sería la Sección de Promoción de la Salud del Ayuntamiento de Sevilla, donde, tanto en la planificación y análisis de las intervenciones a realizar, como en la intervención directa sobre los diferentes colectivos trabajan de manera conjunta y coordinada educadores sociales, médicos y enfermeros.

El código deontológico español para el educador social representa un «conjunto de normas que orientan la acción y conducta profesional, que ayudan al educador y a la educadora en el ejercicio de su profesión y mejoran la calidad del trabajo que se ofrece a la ciudadanía».[8]

Fue aprobado el 30 de noviembre de 2002 por la Junta de Gobierno de ASEDES y se sustenta en la Constitución Española, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Convención Europea para la Salvaguardia de los Derechos de las Personas, la Carta Social Europea, y en la Convención sobre los Derechos de los Niños anunciados en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea.[8]

El código establece cuál ha de ser el papel del educador social en relación con su profesión, los sujetos de la acción socioeducativa, el equipo de trabajo, la institución en la que el educador desarrolla su trabajo y la sociedad en general. Establece también 10 «principios deontológicos generales», a saber: Principio de la Profesionalidad, de la Acción Socioeducativa, de Justicia Social, de la Información Responsable y la Confidencialidad, de la Formación Permanente, de la Solidaridad Profesional, de Respeto a los Sujetos de la Acción Socioeducativa, de la Coherencia Institucional, de la Participación Comunitaria y de Complementariedad de Funciones y Coordinación.[8]




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