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Elías (profeta)



Elías fue, según la Biblia, un profeta hebreo que vivió en el siglo IX a. C. Su nombre es la helenización del hebreo Ēliyahū (אליהו) y significa "Ēl es Yahw".[1]​ Elías era oriundo de Tishbé, en la región de Galaad y al oriente del río Jordán.[2]​ Su vida se describe en los relatos hebreos en 1 Reyes capítulos 17 al 21 y 2 Reyes capítulos 1 al 2.[3]

El ministerio profético de Elías comienza en la época del reinado de Acab (hijo de Omrí), quien gobernó el Reino de Israel entre 874 a.C. y 853 a.C.[4]

Los autores de los Libros de Reyes citan como fuente de sus relatos otro libro hoy perdido, más conocido como "el libro de las crónicas de los Reyes de Israel" (1 Reyes 22:39). Posiblemente de tal fuente u otra referida al profeta surge la narración sobre el enfrentamiento entre Elías y el rey Acab, "quien hizo el mal a los ojos de Yahveh, más que todos los que le habían precedido" y "tomó por mujer a una cananea, Jezabel, hija de Itobaal, rey de Sidón y se fue tras Baal y Asera, le sirvió y se prosternó ante él".

Se describe que el rey Acab instauró una nueva religión importada por su esposa Jezabel, lo que provocó la ejecución de la mayoría de los profetas locales de la religión tradicional. Yahweh enfurecido envía a la región una sequía y por ende, una hambruna.[5]

Elías aparece sorpresivamente en el relato anunciando al rey Acab una sequía provocada por Yahveh. Luego se esconde en un oasis cercano al Jordán, donde es alimentado por cuervos. Después, por mandato de Yahveh, va a Sarepta, un poblado cercano, a la casa de una viuda, en donde el profeta multiplica la comida. El también resucita a su hijo.[6]​ Elías se enfrenta a Jezabel, que anteriormente había mandado que mataran a los profetas de Yahveh.[7]

Según las escrituras hebreas en (1 Reyes, 18, 20-40) Elías desafió a los sacerdotes de Baal a un reto que consistía en invocar cada uno a sus respectivos dioses para que prendiesen la leña donde se había sacrificado un buey. El dios que lograra prender el fuego sería el verdadero. Baal no logró encender el sacrificio de sus seguidores, en tanto el Dios Yahveh envió fuego del cielo que quemó el altar de Elías hasta convertirlo en cenizas, aún a pesar de que este había sido mojado en abundante agua.[8]​ Acto seguido, la audiencia siguió las instrucciones de Elías de asesinar a los 450 seguidores de Baal,[9]​. Yahveh, entonces decide enviar la lluvia después de la fuerte sequía.[10]

La enemistad de Acab y Jezabel con Elías no se limitaba a la cultura, sino que se proyectaba en el despojo de sus súbditos. El episodio de la viña de Nabot (1Reyes 21) se representa la repetida historia de la expropiación de tierras a los campesinos por los gobernantes y grandes propietarios, otros profetas se refieren a estas situaciones: Isaías; Miqueas 2:2. Elías expresa un castigo divino que envía la muerte a Jezabel y su descendencia con Ajab. Derrotado y muerto este en combate con las tropas del rey de Aram, a pesar de los buenos augurios de los profetas a favor de Jezabel, su hijo Ocozías, con los mismos ideales de sus padres según el relato bíblico, tuvo un reino muy corto y una muerte prematura sin descendencia.

Según 2 Reyes 2:1-13 tras la muerte de Ocozías, (852 a. C.) Yahveh traspasa el oficio de profeta a Eliseo, y en un carruaje de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.(2 Reyes 2:11)


Elías era humano sujeto a pasiones similares a las nuestras (Santiago 5:17): tras su victoria, huye por temor a la venganza de Jezabel y se adentra en el desierto afligido. Un ángel enviado por Yahweh le da de comer y beber, y sintiéndose reconfortado, anduvo hasta el monte Horeb, donde se esconde en una cueva.

En medio de una depresión, el profeta Elías ora a Yahweh, Yahweh se manifiesta y le apoya presentándose como una voz apacible y suave tras vientos, temblores y un fuego y le da nuevas misiones, y acaba señalando a Eliseo como su sucesor.

Elías, en la tradición judía es esperado en los hogares israelitas durante todas las festividades de Pascua y se le reserva un asiento en la mesa. El Libro de Malaquías prevé que Elías regresará el Día del Juicio, predicción que le da el estatus de símbolo del Mesías, confiriéndole especial importancia en la creencia judía.[11]

En el cristianismo, Juan el Bautista "vino con el espíritu de Elías" preparado el camino a Jesús. (Mateo 11:7-15 Malaquias 4:5). De hecho para reforzar esta misión, el propio Juan vestía como Elías: 2Reyes 1:8, 2Reyes 2:1-13. Los Evangelios sinópticos, en el pasaje de la Transfiguración, por medio de una visión a los Apóstoles, muestran a Elías y Moisés hablando con Jesús (Marcos 9:4). El apócrifo Apocalipsis de Elías lo muestra al lado de Henoc combatiendo contra el hijo de la iniquidad que los mata, luego de lo cual ellos resucitan, en forma similar a lo que ocurre con los dos testigos de Apocalipsis 11 en su enfrentamiento con la bestia. Sin embargo, la religión cristiana interpreta la venida de Elías en "el fin del mundo", justo antes de la "Segunda Venida" de Cristo.

El título o nombre Elías en las escrituras también se emplea de diversas maneras, por ejemplo: Elías el Profeta (el cual se describe más arriba) Precursor: En este caso Elías es un título que se da a aquel que es un precursor, como por ejemplo Juan el Bautista, quien fue enviado a preparar el camino para Jesús. Restaurador: También se aplica a personas por motivos de las misiones particulares que habrían de cumplir, como por ejemplo a Juan el Revelador.

Elías alimentado por el cuervo. Óleo por Giovanni Lafranco, c. 1625. Museo de Bellas Artes, Marsella

El profeta Elías alimentado por los cuervos. Porcelana de Delft, siglo XVII. Rijksmuseum, Ámsterdam

Elías en el desierto. Óleo de Dieric Bouts, c. 1465. Iglesia de San pedro, Lovaina

Ascensión de Elías. Pintura de Jaume Huguet, c. 1470. Catedral de Tortosa

El profeta Elías en el torbellino. Grabado decimonónico inspirado por 2 Reyes 2:11

Ascensión de Elías, con Eliseo como observador. Speculum Humanae Salvationis, siglo XIV. Bibliothèque nationale de France, Arsenal 593, folio 27v.

Ascensión del Profeta Elías. Grabado por Carl Poellath, 1888

Sinagoga Eliahu Ha-Nabí (Sinagoga Profeta Elías), Jerusalén, Israel

Sinagoga Eliahu Ha-Nabí, Alejandría, Egipto, 1850.

Beit Ha-Knéset Eliahu (Sinagoga Elías), Mumbai, India, 1884; interior

Idem., exterior

Banco de circuncisión, empleado por el padrino y con sitio reservado para el profeta Elías. Museo Alsaciano, Estrasburgo

Sillón de Elías, Sinagoga Jésed-El, Singapur

Elías es considerado líder espiritual de la Orden de las Carmelitas.[12]

Iglesia de San Elías, Pietra di Verde, Francia

Catedral Católica de San Elías, Haifa, Israel



En la primera parte de la novela libertina El otro mundo de Cyrano de Bergerac, el protagonista sostiene un pintoresco diálogo con Elías, quien vive en el paraíso terrenal que resulta estar en la luna. El profeta cuenta una versión casi racionalista de cómo fue que logró llegar al Edén; según él, un ángel se le apareció en sueños y le proporcionó las instrucciones para crear un «carro de hierro muy ligero»[13]​ que se elevaba gracias a la fuerza magnética de un imán esférico que Elías arrojaba hacia arriba, atrayendo, por tanto, su vehículo. También cuenta el cómo Enoc llegó al Edén, valiéndose de un ingenio que anticipa los globos aerostáticos; la historia de Acab, una hija de Noé que salta desde el arca a la luna gracias a que el nivel del agua por el diluvio universal había acortado las distancias y por esto se dice que «las mujeres tienen un pedazo de luna en la cabeza»; la inmortalidad que otorga el fruto del árbol de la vida, por el cual Elías pudo rejuvenecer y «convertir a la serpiente en humo», pues según la interpretación burlesca del libro del Génesis, dios puso a la sierpe en el cuerpo del hombre: son sus intestinos, los responsables de hacerlo mortal, además de que la cabeza de tal sería el falo que «se “tensa” (erecta) ante la mujer —según el Génesis, enemigas naturales de éstos reptiles[14]​— para arrojarle su veneno (semen) que le provoca una hinchazón (embarazo) de nueve meses». Entre otras disertaciones que ponen en tela de juicio las afirmaciones judeocristianas de la creación.



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