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Elecciones argentinas (2003)



Las elecciones presidenciales de Argentina de 2003 tuvieron lugar el 27 de abril del mencionado año con el objetivo de elegir al Presidente de la Nación Argentina para el período 2003-2007. Estos comicios destacaron por varios puntos. Primero, porque fueron las primeras elecciones presidenciales que se realizaban después de la crisis de 2001. También tuvieron el histórico carácter de ser la primera ocasión en la historia argentina en que un período de democracia constitucional lograba llegar a su quinta elección presidencial. Debido a los problemas que enfrentaba el gobierno interino de Eduardo Duhalde, los comicios fueron adelantados varios meses, por lo que el presidente electo asumiría su cargo el 25 de mayo de 2003 y lo finalizaría el 10 de diciembre de 2007.

La crisis de diciembre de 2001 en Argentina produjo en Argentina una grave situación institucional, política, económica y social, que había afectado seriamente a los dos principales partidos políticos argentinos: el peronismo y el radicalismo. Por esa razón se presentaron tres candidatos provenientes del peronismo (Carlos Menem, Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá) y tres candidatos provenientes del radicalismo (Elisa Carrió por Afirmación para una República Igualitaria, Ricardo López Murphy por Recrear para el Crecimiento y Leopoldo Moreau por la Unión Cívica Radical).

Tras la realización de las elecciones, Menem obtuvo una muy reducida mayoría simple del 24.45% de los votos, contra el 22.25% de Kirchner, el 16.37% de López Murphy, el 14.11% de Rodríguez Saá, y el 14.05% de Carrió. La Unión Cívica Radical sufrió su mayor debacle electoral y Moreau recibió tan solo el 2.34% de los votos y quedó sexto, siendo el peor resultado que jamás ha obtenido dicho partido. Las demás fuerzas no superaron el 2% de los votos, y la participación fue del 78.21%.

Debido a que Menem, el candidato más votado, no superó el 45% de los votos, o el 40% con una diferencia superior a los diez puntos con el segundo, tanto él como Kirchner pasaron a segunda vuelta, destinada a realizarse el 18 de mayo. Dado que prácticamente todas las fórmulas derrotadas apoyaron a Kirchner en la segunda vuelta, y con las encuestas pronosticando una derrota aplastante para Menem, este resolvió el 14 de mayo no presentarse al desempate, por lo que Kirchner fue declarado presidente electo y asumió el cargo el 25 de mayo.

Tras la crisis económica, social y política que afectó a la Argentina en diciembre de 2001, y la épica escapatoria del Presidente Fernando de la Rúa, su coalición, la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación, se disolvió al instante, y su partido, la Unión Cívica Radical, quedó severamente dañado por la política económica llevada a cabo por el Presidente. La Asamblea Legislativa (la Cámara de Diputados y el Senado juntos), dominada por el Partido Justicialista, designó como Presidente interino a Eduardo Duhalde. De cara a las elecciones venideras, destinadas a realizarse en 2003, se veía como claro ganador al justicialismo, sobre todo debido a la falta de una oposición coherente. La UCR, que se había fragmentado en tres partes y su popularidad estaba en un nivel históricamente bajo, presentó la candidatura de Leopoldo Moreau, con Mario Losada como compañero de fórmula.[1]

Ante este panorama, el PJ se acabó dividiendo debido a que no encontraba consenso para presentar una sola candidatura, y por eso tres candidatos: Carlos Menem, quien ya había dicho que volvería a presentarse a un tercer mandato en 2003, Néstor Kirchner, Gobernador de la provincia de Santa Cruz, y Adolfo Rodríguez Saá, quien ya había sido Presidente interino durante unos días tras la renuncia de De la Rúa, se presentaron a las elecciones bajo un mismo partido político, pero con distintas coaliciones.[1]​ Otros dos candidatos, salidos de las filas del radicalismo, eran Elisa Carrió, con su Alianza Afirmación por una República Igualitaria, y Ricardo López Murphy, que había establecido el movimiento de tendencia liberal y centroderechista Recrear para el Crecimiento.[1]

Las elecciones estaban previstas originalmente para el 26 de octubre, y el interinato de Duhalde finalizaría el 10 de diciembre de 2003, mismo día en que hubiera finalizado el mandato de De la Rúa. Sin embargo, la situación política del país tras la renuncia de De la Rúa era muy difícil. El 5 de enero de 2002, el Senado de la Nación aprobó un proyecto de ley que ordenaba la devaluación del peso argentino (por primera vez en diez años) con fines de mejorar la competitividad frente a los productos importados.[2]​ En un principio, esta medida agudizó la crisis y el peso llegó a perder un 75 % de su valor en 6 meses.[3][4]​ Durante ese año, las protestas, cacerolazos y cortes de ruta fueron frecuentes,[5][6]​ al igual que los hechos violentos o delictuosos, junto con la represión de parte de la policía.[7]​ El 26 de junio de 2002 se produjo la masacre de Avellaneda, durante la cual murieron dos personas y treinta y tres fueron heridas con balas de plomo. Esta represión, ordenada por el gobernador de la provincia de Buenos Aires Felipe Solá, dejó muy mal parada a la administración de Duhalde, que resolvió adelantar las elecciones presidenciales al 27 de abril de 2003, con balotaje el 18 de mayo, y el traspaso de mando para el 25 de mayo.[8]

Las reglas electorales fundamentales que rigieron la elección presidencial fueron establecidas en el texto constitucional definido a partir de la Reforma constitucional argentina de 1994. Fueron las mismas reglas que en las elecciones de 1995 y 1999.

Las principales reglas electorales para la elección presidencial fueron:

De manera similar a lo que había sucedido en 1989 con la renuncia anticipada del presidente Alfonsín, la Crisis de diciembre de 2001 produjo un descalabro generalizado que afectó la continuidad de los mandatos presidenciales. El mandato del presidente Fernando de la Rúa debía concluir el 10 de diciembre de 2003. Pero su renuncia (20 de diciembre de 2001) y la de los sucesivos presidentes interinos, Adolfo Rodríguez Saá (30 de diciembre de 2001) y Eduardo Duhalde (25 de mayo de 2003), nuevamente causaron un desfase con los mandatos legislativos que debían renovarse cada 10 de diciembre de los años impares.[9]

Luego de que el presidente Duhalde anunciara anticipadamente su renuncia por Decreto N.º 1399/2002, el Congreso Nacional sancionó la Ley N.º 25.716, modificando la Ley de Acefalía, disponiendo que el vencedor en las elecciones de 2003 completaría primero, a partir del 25 de mayo, el mandato presidencial de cuatro años iniciado el 10 de diciembre de 1999 y, a partir del 10 de diciembre de 2003, iniciaría el mandato presidencial para el que fuera elegido ese mismo año. La ley aclaró también que el período presidencial entre el 25 de mayo de 2003 y el 10 de diciembre de 2003 no sería considerado a los fines de una eventual reelección.[9]​ Por esta razón el período durante el cual gobernó Néstor Kirchner, quien a la postre sería el vencedor en las elecciones de 2003, se extendió cuatro años, seis meses y quince días.

El fin de bipartidismo peronista-radical y la crisis de los partidos políticos desatada con las puebladas de 2001 ("¡Qué se vayan todos!") llevó a varios intentos de modificar las reglas electorales, que finalmente fueron dejados sin efecto:

Tras la caída del gobierno de la Alianza, en diciembre de 2001, el Partido Justicialista (PJ) se había constituido como la principal fuerza política de la Argentina, sino la única coherente. Esto llevó a su rápida división en distintos frentes. Ya desde la época del gobierno de Carlos Menem en la década de 1990 se venían gestando conflictos internos dentro del seno del peronismo, fundamentalmente por el alejamiento del presidente de la doctrina justicialista y sus políticas neoliberales.

La situación con vistas a las elecciones presidenciales se presentaba inestable y sin liderazgo establecido. Varios líderes del Partido Justicialista aspiraban a la candidatura: el gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner, que contaba con pocas fuerzas propias para definir una elección interna dentro de su partido; el expresidente Carlos Menem; y los gobernadores de las provincias de Córdoba, José Manuel de la Sota, Salta, Juan Carlos Romero, y San Luis, Adolfo Rodríguez Saá. Este último había tenido un breve interinato como presidente en diciembre de 2001 y fue quien declaró la cesación de pago de la deuda externa argentina. Las elecciones internas para definir la candidatura peronista se anunciaron primero para noviembre de 2002, y luego se postergaron a febrero de 2003.

En octubre de 2002, se desató una controversia luego de que el radical Melchor Posse, intendente de San Isidro entre 1983 y 1999, aceptara la invitación de Adolfo Rodríguez Saá de ser su compañero de fórmula en la precandidatura. Mientras que el radicalismo expulsó a Posse de sus filas, Menem y otros precandidatos del justicialismo trataron de forzar la desestimación de Rodríguez Sáa teniendo en cuenta su alianza con un "extrapartidario". Rodríguez Saá denunció que nadie podría "quitarle a Posse su radicalismo ni a mí mi peronismo" solo por expulsarlos de sus partidos. Duhalde, por su parte, declaró que no creía que hubiera inconveniente en que se presentara la precandidatura de Posse a la vicepresidencia.[10]

Duhalde, figura de peso dentro del justicialismo no solo por su condición presidencial sino también por su control hegemónico sobre la estructura partidaria de la provincia de Buenos Aires, el distrito más poblado del país, intentó jugar sus cartas en favor del Gobernador de Santa Fe, Carlos Reutemann. Éste, sin embargo, prefirió no presentar su candidatura; Duhalde trasladó sus preferencias a De la Sota, con quien tampoco pudo alcanzar un acuerdo estratégico. Así, el 15 de enero de 2003 anunció su apoyo a la precandidatura de Néstor Kirchner. Con este espaldarazo, Kirchner se situó en una posición mucho más favorable.

Sin embargo, la situación interna del justicialismo no estaba resuelta y si bien el apoyo de Duhalde era significativo, no garantizaba de por sí que Kirchner resultara el candidato presidencial. Por otra parte, las fricciones de una elección interna tan cercana a la elección nacional, prevista para el 27 de abril, podrían provocar un deterioro en las expectativas del justicialismo de obtener una victoria. Así, el 24 de enero, y con el argumento de que los tres aspirantes que quedaban en carrera (Kirchner, Rodiguez Saá y Menem, que había incorporado a Romero como candidato a vicepresidente) presentaban programas contrapuestos, el congreso del Partido Justicialista tomó una decisión inédita: suspender la elección interna y permitir a todos los precandidatos el uso de los símbolos partidarios comunes para presentarse a la elección general, siendo esta la llamada "ley de neolemas". En la práctica, esto significaba que iban a enfrentarse como si perteneciesen a partidos distintos.[11]

El partido gobernante dentro de la Alianza al momento de la crisis, la Unión Cívica Radical, abandonó el gobierno con su apoyo popular terriblemente afectado, una muy baja intención de voto y una fuerte división interna, al punto que varias figuras de peso dentro del partido, como Elisa Carrió y Ricardo López Murphy, se separaron del mismo entre los años 2001 y 2002 para fundar distintos partidos. Carrió estableció Afirmación para una República Igualitaria (ARI) de tendencia centrista y socioliberal; mientras que López Murphy fundó Recrear para el Crecimiento, de carácter conservador y derechista. La UCR expulsó durante el período posterior a la crisis a varios miembros que mostraron inclinaciones cercanas a López Murphy, Carrió o cualquiera de los tres candidatos justicialistas. Tal fue el caso del candidato a vicepresidente de Rodríguez Saá, Posse, por presentar dicha precandidatura.[10]​ Esto mermó todavía más las posibilidades del partido.

El 15 de diciembre de 2002 se realizó la elección interna de para la candidatura presidencial de la Unión Cívica Radical, siendo una ajustada competencia entre Rodolfo Terragno y Leopoldo Moreau. Finalmente, este último se impuso por un 0.85% de diferencia. Terragno, que había triunfado en los distritos más poblados, y considerados electoralmente clave, como Buenos Aires, Córdoba y la Capital Federal, denunció fraude electoral en las provincias pequeñas, a lo que siguió un largo conteo que finalizó el 17 de febrero con la proclamación de la fórmula Leopoldo Moreau-Mario Losada. Después de conocerse la victoria de Moreau, la UCR descartó realizar alianzas con cualquier otro partido.[12][13]

Las encuestas preelectorales daban prácticamente un empate a los cinco principales candidatos. Duhalde había dado su apoyo tácito a Kirchner y la mayoría de los medios lo nombraban como "el candidato del oficialismo", lo que le garantizaba su bastión en el Gran Buenos Aires, que albergaba a un 38% del electorado. Menem, que había sido partidario de que se realizara una elección interna del PJ, sabedor de que no tenía muchas posibilidades de evitar una segunda vuelta, se presentó con una coalición de partidos de derecha, el Frente por la Lealtad, y recibió también el apoyo de la Unión del Centro Democrático (UCeDé).[14][15]

López Murphy hizo campaña diciendo a los votantes que "gobernaría según la constitución" y que la misma "no establece que el presidente deba ser justicialista, ni mucho menos Carlos Menem".[16]​ Fue muy crítico con la "ley de neolemas" declarando como ilegal la idea de que un partido presentase tres candidatos, y cuestionó a los mismos por haber modificado los sistemas electorales de sus respectivas provincias (La Rioja, Santa Cruz, y San Luis) para ganar abrumadoramente.[17]​ Más tarde, a medida que el apoyo a Kirchner iba creciendo en las encuestas hasta empatar junto a él en el segundo lugar, López Murphy lo atacó en forma directa, afirmando que tenía aspectos negativos similares a los de Menem por haber modificado la constitución de su provincia para acceder a la reelección indefinida, y lo acusó de haber quitado independencia al poder judicial de Santa Cruz.[17]​ Durante la mayor parte de la campaña, López Murphy dio por sentada su entrada en la segunda vuelta contra Menem.[16]​ En su último acto de campaña, declaró que terminaría su mandato si resultaba elegido, evitando lo sucedido con Fernando de la Rúa.[16][18]

Gran parte de la campaña de Elisa Carrió, por otro lado, fue muy sencilla y careció de actos proselitistas grandes. En su lugar, realizó una larga gira por el sur y el norte del país, y su proselitismo se limitó a encuentros sectoriales, visitas a casas de familia y caminatas.[19]​ Carrió afirmó que lucharía profundamente contra la corrupción, y por una descentralización estatal, destacando el olvido del norte del país, al cual comparó con la región nigeriana de Biafra.[20]

Kirchner arrancó su campaña en una posición desfavorable. Las encuestas de intención de voto lo ubicaban por detrás de los otros candidatos justicialistas y de Ricardo López Murphy. La figura de Kirchner, de hecho, era poco conocida a nivel nacional. Sin embargo, su popularidad comenzó a crecer impulsando un programa de perfil socialdemócrata con el que buscaba diferenciarse de las políticas aplicadas durante los Gobiernos de Menem y de De la Rúa, poniendo acento en priorizar la producción, la justicia, la educación, el trabajo, la equidad y la salud, sintetizado de algún modo en sus eslóganes de campaña: «Un país en serio» y «Primero Argentina». No fue desdeñable tampoco el aporte que significaron tanto su compromiso de mantener al ministro de economía de Duhalde, Roberto Lavagna, con una imagen positiva en la sociedad por su gestión anticrisis, como la participación de su esposa, quien como legisladora nacional tuvo durante los noventa un discurso muy crítico contra el Gobierno menemista.[21]

Leopoldo Moreau, candidato de la UCR, se comprometió a formar un gobierno de unidad nacional, encararía una renegociación de la deuda externa, orientaría el crédito, duplicaría las exportaciones. Durante su campaña, criticó más duramente a los candidatos desertores de su partido, Carrió y López Murphy, que a los demás, acusándolos de no ser verdaderamente radicales.[22]​ Describió a Carrió como "autoritaria" y a López Murphy como "conservador", y afirmó que los radicales solo tenían una fórmula, y era la suya.[22]

La coalición Izquierda Unida buscó hasta el 27 de febrero de 2003 establecer una alianza con el Partido Obrero (PO), dirigido por Jorge Altamira.[23]​ La candidata de IU sería Patricia Walsh, y la dirigencia del PO acordó que apoyaría dicha candidatura en una integración absoluta dentro de la coalición, tanto a nivel presidencial como legislativo.[23]​ Las conversaciones colapsaron el 28 de febrero, último día para la inscripción de fórmulas, por la negativa de IU a que Altamira formara parte de la fórmula presidencial, si bien había aceptado concurrir con un candidato vicepresidencial del PO mientras dicho compañero de fórmula fuera otro.[24]​ El Partido Obrero se presentó por separado, con Altamira como candidato presidencial.[25]

Walsh hizo campaña resaltando los beneficios de los gobiernos de izquierda que habían comenzado a surgir en la región, particularmente en Brasil (con Luiz Inácio Lula da Silva) y Venezuela (con Hugo Chávez). Describiendo a los tres candidatos justicialistas como "señores feudales",[26]​ y al radicalismo como "en proceso de extinción", se expresó en favor de la reestatización de las empresas de servicios públicos privatizadas, y de dejar de pagar la deuda externa por considerarla ilegítima.[26]​ Más tarde afirmó que las elecciones serían fraudulentas,[26]​ y durante su cierre de campaña, declaró que había recibido un golpe en la nariz de parte de un policía durante una manifestación el día anterior frente a la textil Brukman.[27]​ El mismo día fue detenido su compañero de fórmula, Marcelo Parrilli, por incidentes violentos en el barrio de Balvanera.[27]

El candidato del Partido Socialista, Alfredo Bravo, afirmó que el socialismo "sorprendería al país" en esas elecciones. Su compañero de fórmula, Rubén Giustiniani, llamó a la formación de un frente de centroizquierda, y declaró que un solo candidato no podía sacar al país de la crisis. Mientras que Dante Gullo, alineado con la candidatura presidencial de Elisa Carrió, dijo que tanto los tres candidatos justicialistas como López Murphy, "representaban lo viejo y lo caduco", además de cuestionar el verdadero perfil progresista de Kirchner.[28]

La mayoría de las encuestas daban como asegurada la entrada de Menem en una segunda vuelta por mayoría simple. Los dos candidatos que más posibilidades presentaron de llegar hasta ese lugar fueron López Murphy y Kirchner. Desde incluso antes de que se realizara la primera vuelta, varias encuestadoras afirmaron que Menem sería abrumadoramente derrotado en una hipotética segunda vuelta por cualquier candidato que compitiera contra él, por lo que, según declaró un encuestador en una nota del La Nación, publicada el 23 de abril, "el que quede segundo puede considerarse Presidente de la Nación".[cita requerida] Mientras que la mayoría simple de Menem era predecible, dada la escasa diferencia en las encuestas entre López Murphy y Kirchner, muy pocas encuestadoras predijeron un segundo lugar claro, y la diferencia entre ambos caía en el margen de error.[29][30]

Frente por la Lealtad

Unión del Centro Democrático

Frente para la Victoria

Movimiento Federal Recrear

Frente Movimiento Popular

Partido Unión y Libertad

Afirmación para una República Igualitaria

Unión Cívica Radical

Izquierda Unida

Partido Socialista

Partido Obrero

Confederación para que se Vayan Todos

Partido Humanista

Alianza Tiempo de Cambios

Unión Popular

Partido Socialista Auténtico

Movimiento de Integración y Desarrollo

Partido Demócrata Cristiano

Partido Popular de la Reconstrucción

Alianza Unidos o Dominados

Movimiento por la Dignidad y la Independencia

Tal y como lo señalaban muchas encuestas, tras realizarse la elección el 27 de abril, Menem obtuvo una estrechísima mayoría simple con poco más del 24% de los votos. Contrario al lugar que tenía al comenzar la campaña, Kirchner se posicionó en segundo lugar con el 22%, habiendo triunfado en la Provincia de Buenos Aires, Jujuy, Formosa y en toda la patagonia argentina. Más allá del resultado, con una participación superior al 78% y un voto en blanco o anulado inferior al 3%, las elecciones de 2003 pusieron fin a la crisis de representatividad que se había mostrado en las legislativas de 2001, pues demostraron una amplia reducción del descontento del electorado. Además, a pesar de que se considera que estas elecciones pusieron fin al bipartidismo histórico entre el PJ y la UCR, un 93.57% de los votantes apostó por candidatos salidos del peronismo (60.81) y el radicalismo (32.76), por lo que ni la izquierda, ni el socialismo, ni el conservadurismo, o cualquiera de las demás fuerzas contrarias al bipartidismo se beneficiaron de la debacle.

Automáticamente se organizó una segunda vuelta entre Menem y Kirchner, que de haberse realizado, habría sido el primer balotaje de la historia argentina.

Las elecciones se caracterizaron por la baja polarización. López Murphy obtuvo una estrecha pluralidad en Capital Federal, siendo el único distrito donde no triunfó un candidato justicialista. Los tres candidatos justicialistas obtuvieron abrumadoras mayorías en sus provincias de origen, de las cuales también habían sido gobernadores, con Menem obteniendo el 81.93% en La Rioja, Kirchner un 79.25% en Santa Cruz, y Rodríguez Saá un 87.39% en San Luis. Junto con Chubut, en donde Kirchner obtuvo el 50.22% de los votos, estas fueron las únicas cuatro provincias en las que algún candidato obtuvo mayoría absoluta de votos. Aunque Elisa Carrió no logró imponerse en ninguna provincia, obtuvo el segundo lugar en Santa Fe, por detrás de Menem, con menos de 2.000 votos de diferencia. En Chaco, Moreau obtuvo el 19.62%, siendo la única provincia donde la Unión Cívica Radical mantuvo el segundo lugar.

A pesar de que Menem no ganó las elecciones por haberse retirado de la segunda vuelta, estos comicios marcaron la segunda de las tres veces desde que se instaló el sufragio secreto en 1912 hasta la actualidad en la que el candidato presidencial más votado no se impuso en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, al igual que ocurrió en todas las elecciones presidenciales desde 1922 hasta 2011, el candidato que resultó en última instancia electo (en este caso Kirchner) sí triunfó en dicho distrito.

Durante la campaña para la segunda vuelta, casi todas las fórmulas derrotadas declararon su apoyo a Kirchner.[71]​ Sin embargo, la única de los otros tres principales candidatos de la primera vuelta que se pronunció de manera directa al respecto fue Elisa Carrió, que el 30 de abril llamó a sus partidarios a ignorar el hecho de que ambos candidatos fuesen de un mismo partido y declaró que apoyaba a Kirchner pero "con reserva moral", es decir, con el único propósito de evitar la victoria de Menem.[71]​ López Murphy, por su parte, no apoyó a nadie y criticó a Carrió por la forma en al que confirmó su apoyo a Kirchner, declarándose neutral.[72]​ Rodríguez Saá declaró, tras dos días de silencio, después de los comicios: "por lógica de cambio político en la Argentina, Néstor Kirchner debería ser el próximo presidente", dando su apoyo implícito al candidato.[73]

Con este escenario, las encuestas daban ahora a Kirchner una abrumadora victoria récord, cercana al 70% de los votos. Los más alcistas daban al candidato del Frente para la Victoria una mayoría de más del 40% de los votos por encima de Menem, al que no se le daba un incremento muy grande con respecto a la primera vuelta.[74][75]​ Paralelamente, se pronosticaba un ligero aumento del voto en blanco y el voto nulo, de parte de los votantes antiperonistas que no estaban dispuestos a votar por un candidato del PJ.[74][71]

No dispuesto a enfrentar una derrota humillante, Menem anunció que se retiraba de la segunda vuelta el 14 de mayo, tan solo cuatro días antes de que se realizase la misma. El Congreso rechazó la idea de cancelar las elecciones y celebrarlas de nuevo, y también se descartó la propuesta de realizar el balotaje con Kirchner y López Murphy como candidatos (el propio López Murphy afirmó que de todas formas no aceptaría presentarse). El 18 de mayo, no encontrándose otra salida constitucional, el Congreso declaró a Kirchner Presidente electo. La retirada de Menem fue vista como cobarde y fue duramente criticada tanto por Kirchner como por los demás candidatos,[76][75]​ en especial por el hecho de que Kirchner quedaba gravemente condicionado, y la Argentina, recién salida de una severa crisis de representatividad, se vería gobernada por un presidente que había recibido solo el 22% de los votos. Kirchner fue juramentado el 25 de mayo, siendo el presidente en acceder al cargo con el menor porcentaje de sufragios, y el primero en la historia de Argentina en no ser el candidato más votado en las elecciones.[76]



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